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Todos tenemos una melodía personal

 "Yo soy yo y mi circunstancia", concluía Ortega y Gasset cuando reflexionaba sobre los comportamientos y maneras de ser humanos. Es importante que entendamos que dentro de las circunstancias existe un gran número de cuestiones, con gran complejidad (época, sociedad, cultura, entorno…). En estas líneas hablaremos de unas de ellas: el legado de nuestra familia en nuestra manera de ser.

Somos arcilla y nos moldea la familia. Cada vez soy más partidaria de esta visión. A medida que voy creciendo y enfrentándome a diferentes situaciones, más conciencia tomo del poder que tienen los mensajes que de pequeña recibí sobre cómo hacer las cosas, sobre lo que está bien y lo que está mal… Y a medida que voy conociendo más familias, tanto en mi vida personal como profesional, voy abriendo más los ojos a la realidad de que no existe una verdad absoluta, sino que la vida nos ofrece un abanico de opciones, cada una de ellas con sus luces y sombras, y que las diferentes elecciones modifican el escenario.

 

Digamos que la vida es como la música, una sucesión de notas, cuidadosamente elegidas para crear una melodía determinada. Una melodía que sería sensible, significativa o drásticamente diferente si cambiásemos determinadas notas. 

Es muy curioso cómo, si nos paramos a analizar, la melodía de nuestra vida tiene un ritmo concreto, una armonía, y las notas que se repiten en un orden determinado confieren un sentido que sentimos muy nuestro. 

 

A lo largo de la vida vamos a escuchar diferentes melodías: unas más intensas, otras con un ritmo lento, unas que inspiran emociones positivas, y otras que no nos dejan quedarnos quietos cuando empiezan a sonar. 

Y, como en la música, todos tenemos nuestras preferencias. Por ejemplo, nos pueden haber enseñado que la vida se baila con cuidado, con movimientos lentos y sentirnos en tensión con personas o en contextos con melodías intensas y movimientos descontrolados.  Cada una de las melodías será favorable a unos contextos, y tendrá dificultades para adaptarse a otros.

Por eso,  lo realmente complejo, son aquellos momentos en los que la vida nos exige o nosotros elegimos hacer un dueto o formar una banda. Ahí es cuando nuestro ritmo se ve reflejado o cuestionado por el de los demás. 

Es aquí donde miramos nuestro ritmo y planteamos de dónde nos viene. Y, de esta manera, llegamos a nuestra familia de origen. Nos damos cuenta de que todos los miembros tenemos una melodía similar, o que las diferentes melodías se acompasan creando una obra compensada entre los tonos de todos. Observar la obra de nuestra familia nos permite comprender una gran parte de nuestras notas, por qué tenemos este ritmo, por qué nos gustan determinadas melodías y, por otro lado, por quénos resultan desagradables otros ritmos. 

 

Las melodías se han ido construyendo en esa educación familiar, en esas normas y valores, en esas expectativas y criterios que nos han ido inculcando desde que nacemos. En unas familias se permiten los tambores y saxofones, en otras, se exige una melodía de piano tocada con tres teclas. Hay familias con ritmos rápidos, familias con cambios de ritmo que rozan la psicodelia, y familias en las que se ha demonizado un tipo de instrumento o de ritmo. 

 

Centrarnos en cambiar la obra de nuestra familia de origen resulta en muchas ocasiones una labor titánica. Sin embargo, hay una reflexión muy interesante y útil que se desprende de este análisis; ¿Qué melodías quiero componer en mi vida? ¿Quiero replicar la voz que ejerzo en mi familia de origen en el resto de relaciones?, ¿Quiero explorar variantes que generen un tono más armonioso para mí? 

 

Desde este análisis podemos comprender nuestra manera de estar en el mundo, nuestra manera de afrontar las situaciones, nuestra manera de manejar el día a día, nuestras motivaciones. Y también podemos analizar las relaciones que marcan nuestra vida: ¿En mi grupo de amistades tenemos unos acordes similares? ¿Cuándo nos juntamos creamos una obra rica y armoniosa, a pesar de las diferencias? ¿Elijo parejas en las que los compases se acomodan, o busco melodías opuestas e incompatibles que nunca podrían sonar juntas? ¿Estoy en un trabajo heavy metal y yo soy más Tchaikovski? 

 

El análisis debe ser realizado partiendo de la premisa de que toda elección conlleva un rechazo. Cuando elijes ser perfeccionista, rechazas ser rápido, cuando elijes el riesgo rechazas la seguridad, cuando eliges ser correcto rechazas ser espontáneo…Cuando eliges ser o hacer una cosa, rechazas ser o hacer muchas otras. Así que, elijamos con conciencia, compongamos nuestra melodía y bailemos nuestro compás. 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

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