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Habilidades socio-emocionales para niños, niñas y adolescentes en tiempos de pandemia

¿Sabes lo que son las habilidades socio-emocionales y su importancia en el desarrollo de niños, niñas y adolescentes?

Todas las personas somos seres altamente emocionales. Sin embargo, nuestra educación formal y ordinaria pocas veces ha tomado la dirección de formarnos en el campo de las emociones, por lo que la mayoría de personas cuentan con muy pocos conocimientos útiles que les sirvan de guía para convivir armónicamente con su mundo emocional. En general, solemos dedicar enormes esfuerzos hacia la dirección contraria, hacia frenar el flujo emocional y evitar así atender a las sensaciones desagradables que invaden el cuerpo de miedo, vergüenza, tristeza o enfado. Lo poco que sabemos de las emociones, y lo poco que creemos que nos ofrecen, ha hecho que dejemos de conectar con ese extraordinario mundo interior lleno de sabiduría.

¡Es importante romper con ese hábito de falta de conciencia emocional! Nuestras emociones son una fuente compleja de conocimiento, que informa adaptativamente de nuestras necesidades, y nos ayudan a tomar decisiones más sabiamente, de cara a ponernos en acción. Para estar en disposición de conectar con la realidad y responder ante ella de un modo adecuado, ¡necesitamos conocer cómo nos sentimos! Al perder el contacto con nuestras emociones, acabamos perdiendo el contacto con lo que llevamos dentro, separándonos poco a poco de quienes somos y de lo que necesitamos. Girar en la dirección contraria y reparar esta brecha es un trabajo complejo, pero inmensamente necesario.


¿Cuándo adquirimos este modo personal de relacionarnos con las emociones?


Es durante nuestra infancia cuando comenzamos a establecer este modo específico de relacionarnos con las diferentes emociones, pues desde que nacemos aprendemos de nuestro entorno a dividir de un modo insano la razón de la emoción. En la adolescencia, esa etapa marcada por el desbordamiento emocional, es el momento en el que éstos hábitos en relación a las emociones se establecen en la persona de una forma mucho más rígida. Es por ello que estos dos periodos de edad (infancia y adolescencia) adquieren especial relevancia a la hora de intentar otro modo de conectar y gestionar las emociones (ajenas y propias), pues son periodos especialmente vulnerables a nuevas formas de ser en el mundo. Es importante dotarles de la oportunidad de adquirir habilidades socio-emocionales que faciliten un modo más sano y adaptativo de relacionarse con su entorno.

Esta necesidad de atender el mundo emocional de las y los más pequeños, es todavía más importante (si cabe) si tenemos en cuenta el momento que estamos viviendo actualmente. La pandemia mundial ha ocasionado unos cambios drásticos en la realidad hasta ahora conocida de nuestros y nuestras más pequeñas. La desbordante situación que estamos viviendo actualmente en el mundo y, por ende, que están viviendo y sufriendo las/os niñas/os, ha aumentado en gran medida el malestar emocional de todas/os. Sin embargo, los niños y las niñas no se expresen del modo en que tratamos de hacerlo los adultos, con la palabra compartida, ellos/as tienen su modo particular de comunicarse: a través de nuevas actitudes y conductas extrañas o preocupantes que quizá hayan aparecido durante los últimos meses, todas ellas son una forma de enviar un mensaje.

¿Cuáles son las consecuencias reales de la pandemia para la infancia y la adolescencia?

Mucho se ha hablado de esto, y todavía queda mucho por investigar y resolver. Sin embargo, si me gustaría mencionar una serie de procesos fundamentales para la infancia y la adolescencia que, inevitablemente, se están viendo afectados por esta nueva normalidad. A partir de los 3 años comienza una etapa importante para todos en la que la socialización con los iguales se hace esencial, pues es el momento en el que comenzamos a crear los vínculos relacionales, poniendo a prueba lo aprendido en casa. A partir de este momento, es esencial que surjan las máximas oportunidades de acercamiento al mundo y a los otros, poder tocar y explorar, poder guiarse por la maravillosa curiosidad. Este momento de salida al mundo y de explorar con contacto constituye una fuente fundamental para nutrir nuestra identidad, para comenzar a auto-afirmarnos y construir nuestro auto-concepto y nuestro modo de estar en el mundo. Después de salir, necesitamos volver a casa y recibir el afecto y el amor que necesitamos tras un día excitante y nuevo, necesitamos la seguridad de un abrazo y un beso, la seguridad que otorga el contacto humano. Ahora, sin embargo, no se puede explorar, no se puede tocar, y ha aparecido el “hambre de piel”, por lo que los estadios que dependen de ello inevitablemente se están viendo afectados.

Tras esta primera etapa de exploración, llega la fase de la adolescencia, un momento crucial para el desarrollo de la identidad de la persona. Esta es una etapa especialmente compleja a nivel emocional ya de por sí, pues constituye un “abrirse a lo nuevo y despedirse de lo antiguo”: suceden muchos cambios que interrumpen en un día a día ya de por sí complicado, marcado por el enfado que surge de necesitar marcar sus límites y no saber cómo hacerlo, la vergüenza ligada al protagonismo que adquiere la sexualidad y a la importancia que adquiere el valor de uno mismo entre el grupo de iguales, y la tristeza que conlleva perder poco a poco la situación de infancia, pues esto implica renunciar a muchas cosas que han sido valiosas para los/las pequeños/as. Esta etapa requiere la salida del adolescente al mundo, distanciarse de sus padres para realizar con éxito la fase de individualización, y poder ocupar un espacio entre los iguales donde continuar explorando sus cambios. Todo esto queda interrumpido por una pandemia que les exige encerrarse en casa con sus padres, sin tener a mano todas las oportunidades necesarias para reivindicar su individualidad.

Añadido a los procesos de desarrollo que se han visto afectados por las nuevas condiciones de la normalidad actual, hay que pensar también en la carga emocional que tienen otras consecuencias de su realidad actual: echar de menos a sus amigos y familiares, incertidumbre hacia su futuro, falta de control a la hora de gestionar las dificultades que surgen de un día a día marcado por el miedo, la rabia y el enfado ante las exigencias que no llegan a comprenderse y que van en un sentido totalmente opuesto a lo que se desea y sienten que merecen... Podemos imaginarnos las consecuencias que toda esta tormenta emocional puede estar ocasionando en el interior de los más y las más pequeñas, aquellos/as que a menudo no expresan, que no saben o que no quieren compartir, pero que sin embargo, acaban comunicando de una forma u otra, mediante esas “conductas desobedientes, descontroladas o inadecuadas”.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, creo que, actualmente, es muy importante que los padres presten atención a las señales de malestar psicológico en sus hijos e hijas. Estas señales pueden ser la razón suficiente para ofrecerles a los niños y las niñas un espacio propio donde poder mirarse, donde parar durante unos minutos para tratar de comprender qué está sucediendo en su interior, y poder adquirir nuevas habilidades socio-emocionales que les ayuden a atravesar estos momentos tan complicados. Los talleres de habilidades socio-emocionales pueden ser ese lugar donde aprender a escucharse y ser escuchado por los demás, donde tener la oportunidad de acercarse a sus iguales desde un lugar de curiosidad, aceptación y apertura.

¿Cómo se trabaja en los talleres socio-emocionales para niños/as y adolescentes?

El grupo es un facilitador de procesos, por lo que en los talleres de grupo se busca que se cree una red de conexión entre los miembros, que invite a la escucha, al sostén, al cuidado y al poder reconocerse en las heridas y las dificultades ajenas, para así poder identificar las propias, en ese proceso fundamental de darse cuenta. También se busca que en los grupos de trabajo emocional se produzcan situaciones relacionales similares a las que cada uno de sus miembros vive fuera, para poder observarlas desde otro lugar, reconociendo tácticas y actitudes propias que quedan muchas veces inadvertidas, poder escuchar del otro cómo influye nuestra forma de ser y de reaccionar sobre él o ella. Poder así pulir una forma más sana y adaptativa de relacionarse con uno mismo y con los otros en el aquí y el ahora, utilizando como contenido del proceso de aprendizaje el poderoso material que surge de la interacción en ese mismo instante.

En un taller de trabajo socio-emocional con niños y adolescentes el objetivo es el mismo, la diferencia es que los adultos tienen la tendencia de comunicar desde la palabra, desde la razón y la reflexión. En el trabajo de grupo infanto-juvenil, se hace uso de técnicas corporales, pues cuánto más pequeñas/os sean las/os niñas/os, más conexión tendrán con su cuerpo.Técnicas que se nutran del juego, la creatividad y la espontaneidad, mucho más practicadas en el día a día de la infancia que en la edad adulta. Esto hace que exista una mayor implicación por parte de infantes y adolescentes a la hora de abrirse y explorarse desde lugares como la arteterapia, el psicodrama y el juego.

Necesitamos volver a ser seres emocionales, y necesitamos educar a los más pequeños y las más pequeñas para poder sanar al fin la división entre lo emocional y lo racional, ofreciéndoles espacios donde puedan aprender a integrar la cabeza y el corazón. Un lugar donde puedan prestar atención a sus emociones con curiosidad y respeto, donde poder abrirse sin miedo ni angustia a lo que su cuerpo les está comunicando. Los talleres grupales de habilidades socio-emocionales tienen como objetivo brindar ese espacio para mirarse a uno mismo, para aprender a cuidar y a cuidarse, para explorar qué sucede en su cuerpo-mente, y qué significa todo eso que brota en su interior, y poder así adaptarse mejor a las exigencias de su entorno y desarrollar habilidades para la vida.

Claudia Mendoza

Psicóloga infanto juvenil y familiar

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