Wiko sale de la madriguera

_conejoG.jpg

Wiko era un conejo que vivía en una madriguera. Vivía con sus padres y nunca había salido al mundo exterior. Sus padres siempre le decían:

-Ahí fuera hay muchos animales diferentes y tú eres muy pequeñito para entenderlos.

Aunque Wiko tenía un laberinto superdivertido por el que correr bajo tierra, estaba aburrido de pasar los días solo, viendo siempre lo mismo. Un día, mientras corría por uno de los pasillos del laberinto, Wiko vio que la tierra se había desprendido, creando una salida hacia el exterior. Wiko no pudo resistir la tentación y salió al mundo, tal y como tantas veces había deseado.

índice----.jpg

Lo primero que vio fue un ratón. Le saludó muy efusivamente dejándose llevar por la emoción del momento. El ratón pegó un gran salto acompañado de un gritito y salió corriendo a esconderse detrás de una roca. Wiko le persiguió, ya que no sabía qué le pasaba al ratón, qué emoción le hacía comportarse así. ¡Llevaba tanto tiempo aburrido en su mundo bajo tierra que no conocía otras emociones! Al alcanzarle, el ratón le dijo:

-Por favor, no me hagas nada. Haré lo que me pidas con tal de no tener problemas.

Wiko no entendía nada, así que le preguntó:

-¿Por qué dices eso?

 El ratón le contestó:

-Tengo miedo de que me hagas algo. Me da mucha vergüenzaconocer a gente nueva… así que te diré que sí a todo con tal de no tener problemas.

Wiko le contestó asombrado:

-Pero entonces, ¿cómo nos lo vamos a pasar bien juntos? Si siempre te escondes y solo me das la razón ¡va a ser un rollo!

Muy defraudado, Wiko siguió explorando pensando:

-Mis padres siempre dicen que hay muchos animales diferentes. Seguro que encuentro alguno que sea un buen amigo.

Absorto en sus pensamientos, cayó a un lugar que nunca había conocido: ¡el agua! Pero lejos de asustarse, empezó a reírse a carcajadas. ¡Qué divertido era chapotear en aquel río! Y de repente, Wiko sintió un intenso dolor en una patita: ¡en el agua había una piraña mordiéndole! Wiko consiguió zafarse del mordisco, pero la piraña empezó a gritarle:

istockphoto-92121157-612x612.jpg

-¡Eh, cobarde! ¿Qué pasa que no peleas? ¡Aquí mando yo y te lo voy a demostrar!

Wiko, sin entender nada de lo que estaba pasando, le dijo:

-¿Por qué me tratas así?

La piraña le contestó:

-Porque aquí mando yo, y tú tienes que hacer lo que yo quiera. Y si me apetece morderte, te morderé, así que cuidado con enfadarme.

Wiko nadó con todas sus fuerzas y antes de alejarse del todo le gritó:

-¡Como trates así a los demás, nadie querrá ser tu amigo!

Wiko estaba confuso. Pensaba:

“Quizás mis padres tenían razón. Hay muchos animales diferentes y yo soy muy pequeño. Sería mejor que me quedara en la madriguera”.

delfin-comun-o-delphinus-delphis.jpg

Y nadando, nadando, río abajo, Wiko llegó al mar. En ese momento, vio como otro animal se le acercaba, y no pudo evitar tener miedo. Pero el miedo se esfumó al ver la gran sonrisa de aquel delfín.

-¡Un conejo en el agua! ¡Qué alegría! ¡Siempre había tenido ganas de conocer a uno!

Wiko le contestó:

-Pues yo estaba deseando salir del agua. Una piraña me ha tratado muy mal.

El delfín le explicó:

-Sí, las pirañas no son buenas amigas, pero hay que ser valientes y decirles que no nos gusta que nos hagan daño. Menos mal que hay otros animales de los que hacerse amigos. A los delfines nos gusta tener muchos amigos para jugar, ayudarnos y darnos mimos.

Wiko no se lo podía creer. ¡Era justo lo que él había soñado! Los dos amigos pasaron toda la mañana jugando y divirtiéndose juntos. Ese día el delfín le enseñó a hacer piruetas y Wiko le enseñó a saltar lo más alto posible. Y desde entonces, Wiko y el delfín se reúnen de vez en cuando para jugar y hacerse compañía. Y los dos están muy felices.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Cuentos para pensar... ¿mala o buena suerte?

image1(7).JPG

Hoy en la mañana, una persona muy querida para mí, de esas que son un “ soporte” (cosa que recibe el peso de otra e impide que esta se tambalee o caiga), me ha regalado este cuento con su voz.

 

EL CABALLO PERDIDO DEL ANCIANO SABIO

Había una vez un campesino que vivía con su hijo. Tenían un caballo que les ayudaba en las labores del campo. Un día, como cualquier otro, de pronto el caballo desapareció,  se había escapado. Un vecino, que vivía en un campo cercano, les visitó  y les fue a consolar.

– ¡Qué mala suerte! Se les ha escapado el caballo, ahora que harán para trabajar la tierra, pero el campesino sabio le respondió:

– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién lo sabe! Lo cierto, hoy aquí, es que se nos ha escapado el caballo. Lo demás, el tiempo lo dirá.

 Tras unos días, el campesino y su hijo vieron entrar a su campo a su caballo, pero para su sorpresa, volvía seguido de una yegua. El vecino, nuevamente fue a su casa, tras ver regresar al caballo acompañado, y le felicitó por tan buena suerte.

-Esto si que es buena suerte, tenías un caballo perdido y ahora no solo ha regresado sino que además tienes una yegua.- a lo que anciano sabio, como en la ocasión anterior, le respondió:

– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién lo sabe! Lo cierto, hoy aquí, es que el caballo ha regresado con una yegua. Lo demás, el tiempo lo dirá.

En los días siguientes, mientras el hijo del campesino estaba intentando domar a la yegua salvaje, cayó al suelo y se rompió una pierna. Tan pronto como lo llevaron al médico para curarle, este le comunicó al anciano sabio que su hijo quedaría cojo. Nuevamente, el vecino, al ver regresar al anciano y a su hijo, se acerdó a su casa para consolarlo por tan mala suerte, a lo que el anciano respondió como en las anteriores ocasiones:

– ¿Buena Suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién lo sabe! Lo cierto, hoy aquí, es que mi hijo se ha roto una pierna. Lo demás, el tiempo lo dirá.

 Pasado algún tiempo, la región donde vivían entró en guerra y un buen día, un grupo de guerreros se presentaron en cada una de las casas a reclutar obligatoriamente a los jóvenes del pueblo. Al llegar al campo del anciano sabio y su hijo, se dieron cuenta que estaba cojo de una pierna y le dijeron:

– ¿Qué te ocurre en esa pierna?

– Me la he roto mientras estaba domando a una yegua, no puedo correr y nunca más caminaré sin cojear. – dijo el muchacho.

-Así no nos sirves – dijeron los soldados y se marcharon para seguir reclutando a los hijos de todos los vecinos.

Cuando se hubieron ido, el anciano le dijo a su hijo:

– ¿Entiendes ahora porque tantas veces he dicho que el tiempo lo dirá, hijo mío? Los hechos que nos suceden en la vida no son, en si mismos, ni buenos ni malos. Puede que algo que al principio pareciera bueno, acabe dando lugar a otro suceso que nos parezca malo, y así sucesivamente. No sufras por lo que sucede. Lo que nos genera dolor es la opinión que tenemos de lo que nos ocurre. No tengas prisa, espera a ver como cada situación afecta tu futuro. Un día, con tu pierna rota, ante el médico, la maldijiste y ahora, gracias a la buena suerte de rompértela has evitado la guerra y quizás hasta la muerte. 

image2(6).JPG

No juzgues las situaciones según las consecuencias que a priori traen consigo.

Nada es bueno ni malo. La vida está en constante cambio, y aquello que ahora resulta doloroso, difícil u oscuro, … brotará en forma de fortaleza, madurez y crecimiento.

Seguro que si te pones a reflexionar un poquito sobre ello, eres capaz de encontrar situaciones como ésta en tu vida, donde nada es lo que parece…y que el tiempo colocó en su lugar.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y formadora

Grupo Crece 

Cuentos de sabiduría milenaria: "Esto también pasará"

Esto también pasará

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de La Corte: 

- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudiera ayudar en momentos de desesperación total...

Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada. El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:

-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación-

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...
 

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARA”.

Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.

El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: -Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje del anillo.

-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.

- Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero. El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo:


- Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

"Cuentos de sabiduría milenaria"

Si te apetece leer este post relacionado...

"Las emociones que inundan y se escapan de las manos"

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece