El cuerpo en la psicoterapia

La expresión corporal, el movimiento, la comunicación no verbal y todas las posibilidades que nos ofrece nuestro cuerpo  son herramientas muy potentes en la psicoterapia, como forma de profundizar en la conexión emoción y cuerpo, y en la vehiculización de la expresión de las distintas emociones, muchas veces bloqueadas, o mal gestionadas por los y las pacientes.

En definitiva, la comunicación no verbal, los diferentes sistemas de observación y análisis del movimiento,  constituyen una de las formas que tenemos en nuestras sesiones de psicoterapia para distintos tipos de problemáticas y dificultades presentadas en consulta.

Normalmente, cuando pensamos en ir al psicólogo/a nos imaginamos sentados/a en una silla, hablando de nuestros problemas con el/ella, respondiendo a sus preguntas, y escuchando los comentarios y sugerencias que nos hace, ayudándonos a pensar y plantearse cuestiones, que abren nuevas vías o nuevas decisiones y caminos a nivel emocional y cognitivo, y todo ello mediante el lenguaje verbal. Pero el lenguaje verbal no es el único que nos ayuda a explorar esos nuevos caminos, y a menudo no es el más eficaz, el más directo o el más completo.

Las vías que abre el lenguaje no verbal en psicoterapia y el trabajo con lo corporal, nos permiten conectar de forma más directa con las emociones, memorias autobiográficas y somáticas situadas a un nivel más profundo (y a menudo inconsciente).

Las intervenciones desde el cuerpo   generarán cambios a otros niveles donde el lenguaje verbal no llega.

Todo movimiento tiene un significado, ese significado llega más allá del aspecto físico y  más allá de las palabras, es descubrir que el movimiento del cuerpo y su aspecto físico son el soporte del universo emocional. Hay una memoria inscrita y guardada en el cuerpo, que se despierta con el movimiento cuando éste deja de ser rutinario y mecánico.

El cuerpo está íntimamente relacionado con nuestro mundo emocional, se registra en nuestro cerebro a través de los mismos canales. Las emociones difíciles o no resueltas se manifiestan a través del cuerpo en forma de tensión, bloqueos, posturas defensivas, memorias sensoriales, secuencias de movimientos que no pudimos acabar en situaciones difíciles, el tipo de respiración, etc.

Esa relación entre el cuerpo y el mundo emocional y afectivo se da también en el sentido contrario: si cambiamos la postura y el gesto, cambian también nuestras emociones, pues nuestra memoria somática está asociada a situaciones donde sentimos esas emociones. Por eso, cuando sonreímos (aunque sea fingiendo) el cerebro emite endorfinas y otras hormonas analgésicas responsables del placer y disminuye aquéllas responsables del estrés (cortisol, adrenalina y dopamina). 

La emoción y el estado de ánimo influyen directamente en el tono muscular, modificándole y reflejándose en la actitud, en la postura y en el movimiento. La actitud corporal no engaña, nos dice de un modo más o menos sutil lo que ocurre en el interior, refleja cómo nos sentimos. El cuerpo nunca es neutro. Hay que saber leerlo, hay que saber escucharle. Todas las emociones en su extensa gama de matices en él se quedan impresas y a través de él se reflejan.  Cada persona a través del conocimiento, exploración y experimentación de su cuerpo y de éste en movimiento se encontrará un mundo interior propio y con un lenguaje que le permite expresarlo. Cuando esta expresión se dirige hacia el otro que a su vez escucha y responde, la comunicación adquiere una gran profundidad emocional.

La relación, por tanto, entre el cuerpo y lo psicológico es bidireccional. Por ello, en psicoterapia, podemos utilizar técnicas corporales como forma de intervención (para ayudar a la persona a conectar e integrar emociones profundas sin el filtro del cerebro verbal y racional) y como forma de evaluación (para conocer procesos internos de la persona que nos comunica a través de lo corporal y no vemos a través de su expresión verbal).

¿Qué objetivos conseguimos con un trabajo psicocorporal?

Algunos de los objetivos que perseguimos en la terapia a través de diferentes técnicas corporales (comunicación no verbal, danzaterapia, expresión corporal, movimiento consciente, etc.) son:

  • Acercarnos al cuerpo desde una perspectiva más conciliadora y amable. Autoconocimiento y autoaceptación del propio cuerpo como algo único y especial.

  • Fomentar la seguridad personal, la confianza y la autoestima.

  • Conectar con las emociones que esconden el cuerpo y expresarlas.

  • Resolver traumas ocultos en el cuerpo y eliminar somatizaciones.

  • Mejorar la comunicación contigo y con las otras personas.

  • Conocer las herramientas del movimiento expresivo a través de la expresión corporal.

  • Trabajar la figura corporal y autoimagen con todas sus posibilidades expresivas verbales y no verbales.

¿Para qué te va a ir muy bien realizar un entrenamiento en mindfulness en 8 semanas?

Para que aprendas a vivir el presente y la vida con plenitud

La mayor parte del tiempo vivimos absortos en nuestros pensamientos. Estamos analizando, anticipando situaciones futuras, enganchados a situaciones pasadas, juzgando (-nos). Actuamos de forma automática perdiéndonos infinidad de detalles que están sucediendo en este mismo momento. Así, la vida se nos escapa entre los dedos.

A través de la práctica de la meditación mindfulness, aprendes a ser consciente de cuándo tu mente queda atrapada por los pensamientos o las emociones. Aprendes a llevar tu atención a lo que está aconteciendo en ese momento. Te abres a lo que los sentidos te traen del mundo exterior: olores, formas, sabores, lo que te transmiten los otros, etc. Atiendes tus sensaciones y a lo real que está ocurriendo, no lo que la mente te hace creer o suponer.

Para reducir tu nivel de ansiedad y estrés, así como la depresión.

Cuando nuestra mente viaja, a veces nos lleva al futuro. Como lo desconocemos, lo imaginamos, lo suponemos, y eso nos genera miedo y ansiedad. Anticipamos generalmente cosas negativas y desconfiamos por tanto en nuestra capacidad de superar tales horrores que inventamos.

Cuando nuestra mente viaja, a veces nos lleva al pasado. Nos deja enganchados allí, rumiando sobre lo que podría haber sido si hubiéramos hecho tal o cual cosa. Nos puede generar enfado, tristeza, melancolía…y pensamientos catastróficos abrumadores.

Cuando haces de la meditación una práctica diaria, aprendes a relacionarte con lo que ocurre en tu mente y observarlo sin juzgar, sin considerarlo bueno ni malo, sino como lo que es. Sencillamente son eventos mentales que nos generarán emociones que podremos vivir con naturalidad, como experiencias humanas normales. Observas desde la calma y la serenidad para responder con claridad.

Para habitar tu cuerpo y disminuir tu tendencia a vivir en la mente

Uno de los objetivos del entrenamiento de las 8 semanas es desarrollar una conciencia corporal, olvidada completamente ante el deseo de desarrollar la mente.

Como dice Welwood, “El objetivo del Mindfulness es convertir el cuerpo en una herramienta para conocer, para ver como la experiencia surge y desaparece, y así entrenar la aceptación. El cuerpo siempre está en el presente, y por lo tanto se puede utilizar como el espacio donde acudir cuando se quiere vivir la experiencia del aquí y ahora. El cuerpo en la meditación en Atención Plena, nos sirve de anclaje para conectar con el presente, ya que las sensaciones corporales no pueden suceder ni en el pasado ni el futuro”.

Cuanta más fina sea nuestra atención a la información que tenemos del cuerpo, más conoceremos sobre nuestras sensaciones, emociones y necesidades. El cuerpo sabe antes que la mente lo que está ocurriendo. La mayoría de las decisiones que tomamos no son racionales, son emocionales, y éstas se localizan desde el cuerpo.

Para reducir tu exceso de pensamientos rumiantes u obsesivos

La atención o consciencia plena permite que puedas convivir con tu mente. En ningún caso trata de dejar la mente en blanco o a un lado, sería contraproducente, pues nuestra mente es necesaria para la supervivencia.

Si bien es cierto que no se eliminarán por completo los pensamientos rumiantes, sí aprenderás a no dejarte atrapar ni arrastrar por ellos. Serás capaz de darte cuenta de cuándo tu atención se desvía del presente, y podrás de forma voluntaria llevarla de nuevo a la respiración o a aquel “objeto” que hayamos elegido como centro de nuestra atención.

El simple hecho de no “dar coba” al pensamiento, reduce su frecuencia.

Para gestionar tus emociones y reaccionar a lo que te ocurre de forma más ajustada

Las emociones nos provocan sufrimiento porque tratamos de quitarlas de nuestras vidas. Y cuanto más intentamos deshacernos de ellas, más irrumpen con fuerza, más nos dominan y nos llevan a reaccionar desafortunadamente, apareciendo de nuevo el sufrimiento.

Lograr que las emociones no sean un impedimento, sino una ayuda, requiere que modifiquemos nuestra forma de relacionarnos con ellas. El problema no son las emociones en sí, sino cómo nos posicionamos frente a ellas: desde la resistencia a que estén en nuestras vidas.

En vez de huir o eliminarlas, aprendemos a observarlas como eventos mentales y no como realidades sustanciales. Nos abrimos a ellas desde la curiosidad, sin juicios, y las experimentamos tal y como son. No son nuestras enemigas, aunque a veces puedan ser desagradables. 

Para quererte más y mejor

Como la meditación nos permite acercarnos a los eventos internos y externos con una actitud de apertura y sin juicios, de forma amable y cuidadosa. Esta nueva forma de relacionarnos con las cosas también comienza a reflejarse en cómo me relaciono conmigo misma. Me voy conociendo, en mis más y mis menos, abandono los juicios de valor y me voy aceptando tal y como soy.

Para vivir la vida tal y como es.

Nadie nos dijo, y en ningún sitio está escrito, que LA VIDA, ( así, con mayúsculas) fuera bonita o fea, justa o injusta, alegre o triste…y otros tantos mil y un adjetivos y sus contrarios con los que describirla.

La vida ES LO QUE ES.

La vida es placer y dolor. A la vez. A la par. La consciencia plena nos permite ponernos frente a lo que nos acontece diariamente desde un lugar más sano. Sano en cuanto a que acogemos las luces y sombras de igual forma. Empezamos a ser conscientes y a experimentar la vida en su totalidad. Es terapéutico.

¿Qué ocurre durante una terapia psicológica?

“El propósito de la psicología es darnos una idea totalmente diferente de las cosas que mejor conocemos.”

Paul Valery

Desde el primer momento en que una persona entra en un “despacho de terapia” se inicia una relación. Una relación diferente a las conocidas hasta ahora. No saben nada la una de la otra. Sólo saben que una viene a mostrar su interior ( hasta donde pueda, pues no es fácil hablar de una/o misma/o) y la otra está dispuesta para observar, recoger y sostener.

Este primer encuentro es importante pues ambos miembros de la relación decidirán si su camino juntos puede continuar.

Iniciar un proceso terapéutico con alguien requiere de confianza, de poder sentirse comprendida/o y protegida/o por el otro. Esto es lo que debe ofrecer la o el profesional. Esto es lo que debe sentir la persona que acude a terapia. Esto es un equipo. La implicación de ambas partes será fundamental.La investigación ha demostrado que el éxito de la terapia está determinado más por la calidad de la relación entre terapeuta y paciente, que por la orientación teórica del terapeuta.

Esta relación, para que prospere, requiere de un compromiso. Por una parte, el/la paciente se compromete a “trabajar” en él/ella mismo/a. Iniciar una terapia psicológica requiere de cierto esfuerzo para mirarse por dentro. El terapeuta podrá mandar tareas a realizar entre sesiones, donde será necesaria la reflexión, cierta consciencia de lo que sucede alrededor y en una misma, de honestidad...

Por otra parte, un compromiso con respecto a la asistencia a las sesiones . La terapia es un proceso, y como tal, para que de frutos, es necesaria la continuidad en el tiempo.

En la terapia se produce un tipo de conversación especial. No serás juzgada/o ni criticada/o. No debes preocuparte por si lo que dices es correcto o incorrecto, ni callar cosas por si haces daño o molestas al otro. No serás castigada/o de ninguna manera. Absolutamente todo lo que digas o necesites decir está bien. Y, lo más importante, no hay nada que sea una tontería. Todo lo que sientes, piensas o haces es importante.

Y si algo de esto no sucede, si en algún momento te sintieras juzgada/o, molesta/o o con desconfianza para expresar…lo mejor de todo es que puedes hablar de ello también. En tu relación con el terapeuta, quizás aparezcan emociones o pensamientos que tienes a tener “fuera” de la terapia. Qué mejor lugar como “laboratorio de pruebas” para poder hablar y explorar esos miedos, dudas y angustias.

¿Qué pasa durante las sesiones?

Que se empieza a poder nombrar ya poner palabras a sensaciones, malestares, imágenes o pensamientos confusos. Se saca fuera lo que está dentro.Esto permite comprender y darnos cuenta de lo que nos pasa, a la vez que alivia nuestra ansiedad y estado de ánimo y reduce la intensidad de nuestras emociones.

Se añaden a tu vocabulario palabras como “ respetar” y “ legitimar”. Comienzas a respetar tus tiempos, tus espacios…a respetarte en general. Comienzas a dar valor a lo que sientes, aunque lo que sientas lo consideres “terrible”. Son emociones que aparecen y, por muy negativas que éstas sean, no podemos obviarlas, evitarlas ni taparlas. Comienzas a naturalizar las emociones, a normalizar los errores, a convivir con la imperfección. Te permites dejar de lado la perfección y vivir como un ser humano. Abandonas el deseo de ser un superhéroe/heroína que puede con todo. O un dios o diosa del Olimpo, como lo denomino yo en mi terapia.

El profesional de la psicología no te dirá lo que quieres oír. Será como un espejo donde aprenderás a verte tal y como eres, no como desearías ser o como te culpas por ser.

También se produce, a mi modo de ver, un proceso de DECONSTRUCCIÓN:

Deshacer analíticamente algo

para darle una nueva estructura.

No quiero meterme en exceso en otros campos de conocimiento, ni tengo la intención de generar un debate dialéctico sobre la conveniencia de este término. Sin embargo, creo que es una palabra que define muy bien algo que sucede en la terapia.

Esta palabra fue utilizada por Jacques Derrida, filósofo francés del S. XX. Él consideraba que la deconstrucción es una “estrategia” que deshace los conceptos que se han edificado, no para destruirlos sino para comprobar cómo están hechos, cómo se ensamblan sus componentes y qué elementos ocultos controlan su significado. De esta forma, se podrán presentar nuevas posibilidades de interpretación, nuevos significados.

En un proceso terapéutico, mientras se van nombrando nuestras confusiones,  se van “aireando” y sacando a la luz aquellas ideas, conceptos, valores y creencias con las que nos relacionamos con nosotras/os mismas/os ( como personas), con las/os demás y con el mundo.Todos estos valores y creencias son como un velo a través del cual interpretamos la vida, lo que ocurre ahí fuera ( y dentro de nosotras/os).

Por lo tanto, no nos relacionamos directamente con la realidad, con la verdad, sino que nos contamos las cosas a nuestra manera, como queremos o como podemos.

Nuestros conceptos se van edificando a través de nuestra historia de aprendizaje. La historia aprendizaje de cada persona es única e individual, y se conforma en el día a día de la persona, en su interacción con el entorno, con las experiencias vividas. También interviene nuestro temperamento, es decir, aquello con lo que ya nacemos. Lo que somos hoy es día es fruto, en gran parte, de nuestro temperamento en interacción con el entorno.

A la historia personal de aprendizaje es necesario añadir el contexto cultural que nos rodea, el momento social que nos acompaña. No es lo mismo el concepto de “Amor” que hay ahora, que hace simplemente dos generaciones. No es lo mismo vivir en una época de bonanza y esperanza, que de declive y desaliento.

La mezcla de todo esto es desde donde se van construyendo nuestras creencias e ideas de cómo son las cosas, o de cómo consideramos que deben ser.

En resumen: nuestra visión de las cosas se encuentra “ empañada”. Tenemos relatos de la vida , de lo que debe ser, que de repente no concuerdan con la realidad…y de aquí proviene mucho de nuestro sufrimiento.

“Eso que ha sido siempre aceptado por todos y en todos lados, es casi seguro que es falso”

Paul Valery

El motivo principal por el que una persona decide ir a terapia es la aparición de un malestar creciente que impide el “normal” funcionamiento de su vida, de forma general o en un ámbito en particular.

Te recomiendo este artículo de mi compañero Alberto lópez Viñau. “Cuándo ir a un psicólogo”

Queremos encajar en un ideal, que los demás y la vida también encajen en ese ideal. Los ideales no existen, por lo que cuando chocamos con la realidad, aparece ese malestar.

En terapia se deconstruyen esos ideales. Se deconstruyen conceptos tan complejos como el Amor, la Amistad, la Familia, la Felicidad…No se destruyen, sino que se repiensan. Conocer de dónde vienen, qué elementos controlan su significado. Discernir entre lo que nos fue “impuesto” y lo que es “nuestro”. Elegir con qué parte queremos quedarnos y cuál desechar.

Volver a construir nuestro propio significado de las cosas para poder elegir cómo queremos vivir nuestra vida. Siempre desde la premisa de que hay otro que también tiene derecho a vivir su vida, al que también hay que respetar y dar legitimidad.

“Serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para ver la diferencia”.

Quizás ésta sea la parte más difícil de una terapia. Darse cuenta de que no se es un ente pasivo que recibe la solución mágica a sus problemas, sino que te das cuenta de que estos pueden cambiar, engrandecerse o desaparecer, en función del punto de vista desde el que los observes y en función de lo que hagas directa o indirectamente con ellos.

Es decir, empiezas a ser consciente de que tienes una parte activa y de responsabilidad en lo que sucede en tu vida. Te irás liberando de la culpa, que paraliza y victimiza, y la irás transformando en responsabilidad, que moviliza y permite buscar soluciones.

Y, aunque parezca casi mágico ( no lo es pues detrás hay un gran y duro trabajo de ese equipo), de repente un día empiezas a vivir tu vida de una forma más sencilla. La vida deja de ser tan pesada. La vida empieza es más liviana. La vida empieza a ser tal y como es.

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga e instructora de mindfulness

Grupo Crece

 

¿Me conozco? Como me puede ayudar la conciencia corporal

Nuestro día a día está lleno de estímulos, tareas por hacer, viajes al trabajo, resolución de conflictos, prisas, y cientos de cosas en la cabeza.

Muchas personas que acuden buscando ayuda me refieren no conocerse a sí mismas, y en algunas situaciones, se obsesionan con sus objetivos, sus metas vitales, el sentido de su vida y cuestiones muy existenciales que nos pueden dar a entender la existencia de una crisis.

Independientemente de que esto sea así o no, para entender bien el “cómo soy” , es fundamental saber el “cómo estoy”. Y esto solo se puede hacer con autoconciencia.

Como decía, en algunos otros artículos de este blog, la capacidad de analizar, etiquetar o entender los sentimientos, es fundamental para una buena gestión emocional. Pero… ¿de dónde parte este análisis? , ¿hacia donde podemos mirar para descubrir esto?.

Y gran parte de estas respuestas no está tan lejos, de hecho, están en nuestro cuerpo.

Las emociones tienen una manera de afectar a nuestro organismo. Algunas lo activan de manera impulsiva, tensan nuestros músculos, hacen que nuestro corazón lata con fuerza, que respiremos deprisa, que suspiremos. Hay otras que reducen nuestra energía, nos hacen sentir plomo en los hombros, caminar despacio, mirar hacia abajo o sentir un vacío. Y otras nos llenan de energía, iluminan nuestra cara, nos hacen sentir mariposas y nos impulsan a saltar y movernos deprisa. Nuestro cuerpo es capaz de recoger todo esto, pero: ¿somos nosotros capaces de darnos cuenta? ¿sabemos leerlo?.

En este post me gustaría proponeros un sencillo ejercicio de conciencia corporal. Yo lo utilizo mucho en contextos terapéuticos y también en talleres de formación, es sencillo y requiere poco tiempo. Lo resumo en los siguientes pasos:

Tips para mejorar la conciencia corporal

1.      Busca una postura cómoda, preferiblemente sentado/a, sin cruzar los brazos ni las piernas y cierra los ojos tratando de centrarte en tu respiración.

2.      Una vez estés concentrado/a te pediré que imagines como se mueve el aire por las distintas zonas de tu cuerpo y el recorrido que genera desde que entra hasta que vuelve a salir.

3.      Después te pediré que imagines una barra escaneadora, como si se tratara de un escáner médico que se va a mover desde los pies hasta la cabeza, muy despacito, y que va a ir detectando cada detalle de cada zona del cuerpo por la que pase, atendiendo selectivamente a la zona por la que se vaya moviendo. Esta barra del escáner comenzará por los pies e irá detectando tensiones posibles dolores, picores o sensaciones placenteras de los pies, tobillos, gemelos, rodillas, cuádriceps y muslos.

4.      El ejercicio continuará por la zona pélvica y genital, asciende por vientre y estómago, y una vez llegado a estos lugares, prestaremos atención también a los órganos internos, ¿cómo se encuentra mi vientre? , ¿noto quizá el estómago revuelto?. Una vez finalizada esta parte llegaríamos al pecho y desde ahí analizaríamos opresión, latidos del corazón, facilidad o dificultad respiratoria, sensaciones…

5.      Posteriormente el escáner viajará por la espalda y los hombros buscando tensiones o peso, para posteriormente descender por ambos brazos detectando los músculos principales acabando en las muñecas y en las palmas de las manos, donde detectaremos la temperatura del cuerpo.

6.      Terminaremos el recorrido subiendo hacia la cabeza pasando por el cuello y detectando su tensión, si existe malestar al tragar, la nuca… para posteriormente detectar las mandíbulas, la dificultad para respirar por la nariz, la tensión ocular, las cejas y la frente. Detectaremos la sensación en la zona alta de la cabeza para valorar si tenemos la mente despejada o tensa, y por supuesto si hay alguna cefalea o migraña.

7.      Y para cerrar el escáner, volveremos a buscar una sensación más global y trataremos de buscar una o varias palabras que reflejen sentimientos y emociones, y zonas del cuerpo donde notemos que esas palabras estén alojadas.

El final de este ejercicio nos dará información sobre el estado de nuestro cuerpo y algunos sentimientos. Después de ello podríamos entrar al análisis de esos sentimientos, o simplemente tomar conciencia de que estamos así y ser consecuentes: “hoy estoy algo alterado”, “me noto ansioso”, “ahora estoy bastante contenta”…

¡Ánimo con la práctica! ¡Son solo de 3 a 5 minutos!

Meditación de la montaña

Aunque las meditaciones para desarrollar la Atención Plena no hacen uso de visualizaciones ni imaginación ( ni tampoco música u otros elementos como velas,  mantras, etc), en el Taller de Entrenamiento en Mindfulness, que se realiza en Crece me gusta introducir La Meditación de la Montaña.

Para mí es una poderosa metáfora de las cualidades que se desarrollan con la práctica habitual de la Atención Plena. Serenidad, firmeza y ecuanimidad (imparcialidad de juicio) a través de imaginar que somos montaña…Pues una montaña siempre ES montaña a pesar de los cambios de tiempo meteorológico, de tiempo solar ( día-noche),  o de estación. Así es como uno puede SER ante los cambios de la vida o los cambios emocionales…SERENO, FIRME Y ECUÁNIME.

En el siguiente enlace podrás escucharla.

Adopta una postura preferiblemente sentada, ya que así será más fácil visualizarte como montaña:

¿Eres dueño/a de tu tiempo?

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"Multitask" (o multitarea) es una palabra con la que muchos de nosotros nos sentimos identificados. En un mismo día hacemos muchas cosas, cumplimos con diferentes roles, e incluso planificamos nuevas tareas que querríamos sumar. Pero todo esto se encuentra con un obstáculo: nuestro tiempo es limitado.

No nos da tiempo a hacer todo lo que nos gustaría, y esa es una realidad que constatamos a diario. Y ante ella, tenemos dos opciones: vivir en la improvisación, o vivir según nuestro orden de prioridades.

Vivir en la improvisación

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Vivir en la improvisación significa dedicar nuestro tiempo a aquello que nos surge en el momento.

Sabremos si vivimos en la improvisación si tenemos la sensación de ir como pollos sin cabeza, de vivir apagando fuegos, y si siempre tenemos una gran lista de cosas pendientes por hacer. Los días se nos escapan, y no tenemos mucha conciencia de en qué se nos ha ido el tiempo. En nuestro día a día lo urgente se impone sobre lo importante.

Vivir según nuestro orden de prioridades

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Vivir según nuestro orden de prioridades significa tener claro el valor de nuestro tiempo, y a qué queremos dedicárselo. Significa ser dueños de nuestra gestión. Y eso implica tener que decir a veces "no" en lugar de
"sí".

Sabremos si vivimos según nuestro orden de prioridades si al finalizar el día tenemos sensación de control en la gestión de las tareas del día, si sentimos que las hemos hecho porque se ajustaban a nuestras prioridades y no por las demandas externas. Esta sensación de control nos permitirá crear planificaciones con las que nos sintamos comprometidos, y confiemos en que se cumplan. Será lo importante, y no lo urgente, lo que ocupe habitualmente nuestra atención.

Todos tenemos prioridades, pero no todos sabemos priorizar. Si preguntásemos a cualquier persona qué es lo que quiere en la vida, seguramente nos conteste "Ser feliz". Pero a la hora de la verdad, en el día a día y en la acción, ¿cuántas cosas priorizamos antes que nuestra felicidad? Si hiciésemos el recuento, la cifra nos resultaría escalofriante.

Priorizas aquello a lo que dedicas tu tiempo y tus recursos. Siendo ambos limitados, priorizar algo significa renunciar de igual manera a otra cosa.


Cuando vivimos en la improvisación, no visibilizamos la parte de la renuncia y cuando nos topamos con ella sentimos una tremenda frustración. Por ello, lo primero que necesitamos para aprender a priorizar es valorar
a qué renunciamos cuando priorizamos algo, y valorar si esa renuncia es acorde con nuestros valores y prioridades.

La mayoría de las veces la respuesta no es absoluta. Pongamos, como ejemplo, alguna situación típica que se produce en el ámbito laboral. Si mi equipo me pide ayuda para una acción importante, puedo valorar como algo asumible quedarme un tiempo más en la oficina y renunciar a ir a recoger a mis hijos, pero a la vez puedo decidir que no quiero renunciar a cenar juntos. De este modo, asumo la necesidad que surge (ayudar a mi equipo) a la vez que pongo límites (solo hasta la hora necesaria para llegar a cenar), y me comprometo con esa decisión. Cuando llegue a casa, probablemente lo haga con la sensación de haber controlado mi tiempo, haber decidido mi orden de prioridades y haberlo defendido. Puedo enfrentarme a la decepción de mis hijos por no haber ido a recogerlos, pero lo haré desde la calma ya que en mi decisión asumía la posibilidad de que les afectara.

La misma situación sería afrontada de una manera muy distinta por una persona que vive en la improvisación. En este caso, si mi equipo me pide ayuda para una acción importante, diría que sí porque me lo han pedido sin hacer mayores consideraciones ni marcar límite alguno. Serán los otros los que asuman la iniciativa y tengan el control de la situación. Cada minuto se me hará eterno, y tendré la sensación de falta de control de mi vida, de que los demás manejan mis tiempos y mis días. Y eso me hará sentir que "no
puedo dar más de mí a los demás". En el caso de que mis hijos me muestren su descontento por no haber ido a recogerlos, probablemente mis emociones se desborden.

¿Te sientes identificado/a?

Tu tiempo es tuyo, y decidir a qué y quién dedicarlo un derecho que todos tenemos. Haz que tu vida cuente, que cada minuto dedicado a algo, que cada renuncia que hagas, tenga un sentido y te defina. Que al acabar el día sientas que le has dado el tiempo que querías a lo que querías. Regalar tu tiempo, desde la improvisación, es la mejor manera de "regalar" tu frustración a otros.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Sugerencias para una alimentación consciente. Mindfoodness.

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Si ya has leído nuestro artículo sobre la “Mindfoodness, o cómo la alimentación más consciente puede beneficiar la salud” y has puesto en práctica el ejercicio que se os propone, estarás deseando de conocer más sobre esta nueva forma de relacionarte con la comida.

Una nueva forma que promueve la ingesta consciente, además de una ingesta responsable no sólo con uno mismo, con el individuo, sino también a nivel más macro, a nivel humano y ecológico.

Os vamos a descubrir una de las directrices que ayudan a realizar esta ingesta más consciente. Si quieres saber más, puedes apuntarte a nuestro Taller de Mindfoodness que se celebrará el próximamente en Grupo Crece.

Pincha aquí para más info. 

Ir más despacio. Comer despacio tiene muchas ventajas:

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  • Al masticar bien, obtenemos más nutrientes de lo que comemos: en la saliva hay enzimas que descomponen los alimentos, permitiendo que se empiecen a absorber nutrientes incluso antes de tragar la comida.

  • Las señales químicas de satisfacción ocurren antes. Si comemos despacio, damos tiempo a que la comida llegue al intestino delgado y desencadene la señal de “me voy llenado- estoy lleno”, antes de que comamos demasiado. Son necesarios 20 minutos para que el intestino delgado envíe esta información a nuestra mente y cuerpo.

Insiste en hacer pausas

  • Haz una pausa antes de empezar a comer. Observa cada tipo de alimento, los colores, las texturas, la disposición en el plato.

  • Huele la comida.

  • Toma un bocado, dale vueltas en la boca saboreándolo. Mastica lentamente y traga.

  • Toma un sorbo de agua par a limpiar el paladar. Cuando la comida está limpia de sabores, repite el proceso.

  • Si observas que estás comiendo sin consciencia, detente y haz una pausa para volver a mirar la comida.

Mastica

  • Intenta masticar cada bocado entre 15- 30 veces antes de tragar.

 

Bebe despacio

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  •  Mantener el líquido en la boca durante unos segundos antes de ingerirlo. Darle unas cuantas vueltas por la boca y disfruta del sabor antes de tragarlo.

  • Descansar la copa o el vaso en la mesa mientras saboreas y tragas. Vuelve a dar otro trago sólo cuando tengas la boca vacía y el sabor vaya desapareciendo.

 

Suelta el tenedor o la cuchara

 

  • Cada vez que te lleves un bocado de comida a la boca, suelta el cubierto sobre el plato. No los vuelas a utilizar hasta que hayas masticado, saboreado y tragado por completo el alimento.

 

Come con la mano no dominante

 

  • Durante una semana come con tu mano no dominante, la que no uses habitualmente para comer. Observa lo que sucede.

 Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y formadora

Grupo Crece

La prevención de la adición a los juegos en nuestros hijos e hijas

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Los juegos de azar están cada vez más al alcance de nuestros jóvenes. Sin un control adecuado, las consecuencias pueden ser graves. En los últimos años, se ha incrementado la incidencia de adicciones al juego entre nuestros/as adolescentes. La publicidad y los juegos de apuestas online lo han agravado. Es muy necesario y especialmente urgente, que tanto padres/madres, profesores/as y educadores/as en general tomemos cartas en el asunto para prevenir problemas de ludopatía en los/las menores.

La ludopatía es un trastorno adictivo que refleja una conducta de juego persistente y desadaptativa. Para la persona que lo padece, se convierte en algo imprescindible en su vida y una prioridad, porque comienza a dejar de lado otras necesidades y objetivos. Fracasa en sus intentos para dejar de jugar y se muestra irritable e inquieto cuando lo hace.

¿Por qué son adictivos los juegos?

1.      Se componen de una serie de luces y de estímulos auditivos muy atractivos y llamativos que se utilizan como reclamo.

2.      La recompensa no es inmediata, se trata de un refuerzo intermitente y aleatorio. Este tipo de refuerzos son los más potentes y atractivos para mantener la conducta de juego y los hace más difícil de eliminarla.

3.      Proporcionan la capacidad para huir y evadirse de la realidad. Muchas personas lo utilizan para aliviar su malestar.

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Los juegos de azar y de apuestas son los que más adicción provocan porque la obtención de la recompensa es imprevisible. Son juegos cada vez más accesibles y disponibles a pesar de estar prohibidos hasta la mayoría de edad. Pero además, ha surgido un nuevo tipo de videojuegos que incorpora elementos relacionados con el azar. Muchos de ellos ofrecen opciones de compra que permiten obtener contenido adicional para el juego y muchas veces la recompensa es aleatoria, por eso es cada vez más difícil diferenciar entre juegos de azar y videojuegos.

Esto repercute negativamente en nuestros/as jóvenes que de forma poco clara se ven inmersos en este tipo de dinámicas adictivas.

¿Cómo prevenir la ludopatía en nuestros/as jóvenes?

1.      Es importante protegerlos de la exposición a los mensajes publicitarios tan normalizados en horarios supuestamente protegidos para los/las menores. Por ello la familia es clave: las actitudes familiares hacia el juego para crear impacto en las creencias del menor. Debemos trasmitirle el peligro y seriedad de estas conductas, tanto con nuestras palabras como con nuestros actos. Informarles sobre el riesgo y los mecanismos de adicción al juego para que tenga un efecto preventivo. Negarnos al desembolso económico en algunos juegos que nos pidan ofreciéndoles argumentos claros por los que no estamos de acuerdo.

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2.      Ofrecerles alternativas de ocio incompatibles con el juego, darles entretenimientos (deporte, cocinar, salir con amigos, salir al aire libre…), incluirles en juegos con otros/as jóvenes donde puedan practicar otro tipo de hobbies.

3.      Adecuar las nuevas tecnologías (smartphones y otros dispositivos con vía libre a internet) a su edad y momento de desarrollo. Supervisar el tiempo que pasan online y especialmente a los contenidos a los que acceden.

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4.      Pasar más tiempo con ellos/as: dedicarles tiempo para escucharles, jugar con ellos, ofrecerles nuestra disponibilidad para atenderles y disfrutar con ellos/a

Dedicaremos más espacio para ahondar más en el preocupante mundo de la adicción a las nuevas tecnologías en nuestros/as jóvenes.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Autosabotaje

He estado pensando mucho, y he llegado a la asombrosa conclusión de que Yo soy mi peor enemiga, y creo que lo he sido siempre. No es una conclusión agradable, es incluso inquietante. Si hay alguien que me impide conseguir mis objetivos, que me boicotee a cada paso, que me traicione recordándome constantemente mis debilidades…soy yo, y nada más que yo.

Las formas de autosabotearnos son muy variadas: que si hay otros que me lo impiden, que si no es el momento y mejor empiezo otro día, que si no voy a ser capaz , que si no sé, que si soy mayor, que si no tengo tiempo, estoy cansada…

Son razones que parecen a simple vista totalmente válidas, y lo son…, pero no dejan de ser excusas, simples pretextos que invento para no dar el paso. Es extraño que tratándose de mis propios asuntos, de mis propias metas, del camino que me lleva al bienestar, a desarrollarme como personas, sea yo misma la que me tire las piedras sobre mi propio tejado.

¿Os pasa igual?

Yo me pregunto ¿Qué nos hace tener esta conducta tan carente lógica?

Esto no tiene nada que ver con nuestras capacidades, ni con nuestras habilidades. No tiene que ver con que seamos tontos o incapaces. Tiene que ver con Nuestra propia condición humana.

El autosabotaje es un acto completamente inconsciente. Nuestro cerebro nos manipula con el fin de que no consigamos nuestras metas. Es un mecanismo de defensa que nuestra mente pone en marcha para protegernos y evitar nuestro sufrimiento, o situaciones que no podemos controlar, o situaciones desconocidas, o para no hacer el ridículo…

Nuestro cerebro es miedoso y nos quiere proteger…pero hay situaciones en las que de tanto prevenir, convertimos esa protección en una auténtica trampa que no nos deja avanzar.

Cuando queremos crecer, necesitamos un cambio, lo que implica salir de nuestra zona de confort. En la zona de confort tenemos el control, o por lo menos podemos predecir muchas cosas.

Salir de esa zona de confort  significa dejar de controlar, y eso es algo que nos asusta. De aquí vienen nuestras resistencias al cambio.

Todo el mundo cae dentro de la trampa del autosabotaje en algún momento, pues el miedo a lo desconocido y el deseo de protección y de supervivencia es innato al ser humano.

Hay personas que logran superar su resistencia al cambio y alcanzan sus metas y hay hay otras que no.

Los motivos que llevan a bloquearnos son muy variados, y seguro que los conoces. Puede ser la baja autoestima, las dificultades de elección y priorización de objetivos, el no saber lo que uno quiere, que los objetivos son marcados por terceros y no son nuestros, o el temor a no cumplir con las expectativas ajenas.

Nuestra experiencia en la niñez también nos marca: puede ser que sufriéramos mucha presión por una familia muy exigente, o que desde entonces tengamos un fuerte sentimiento de fracaso por no tener a nadie cercano que nos motivara suficientemente.

Quizás, el motivo principal sea nuestro sistema de creencias, que se van creando por las experiencias adquiridas a lo largo de nuestra vida. Todas estas experiencias de nuestra biografía, van dejando huellas en nuestras creencias, que aparecen sin previo aviso y que toman el control condicionando nuestros proyectos.

En resumen: el autosabotaje es el síntoma de que tenemos conflictos internos que tenemos que resolver o, por lo menos ser revisados. Y aunque no es agradable mirar en nuestro interior, es una tarea necesaria para ponernos en movimiento y “ agarrar nuestra vida”.

Para poder hacer cambios en nuestra vida es prioritario darse cuenta, es decir, hacernos conscientes de estos conflictos y de esas trampas para poder hacer algo con ellos.

No es posible arreglar algo en nosotros sino pasamos por la aceptación. Y poder aceptarnos a nosotros mismos, primero debemos hacer un ejercicio de introspección. Debemos estudiarnos a nosotros mismos para ver qué hay en nuestro interior y cómo hemos llegado ahí. Es hacernos responsables de nosotros mismos, de nuestra vida, de nuestras decisiones, de nuestras creencias, de los éxitos y los fracasos, y asumirlo.

Cada vez que tomas una decisión que va en contra de ti, estás actuando conforme a un conjuntos de creencias que se han ido instalando en tu mente durante toda tu vida.

La clave es TOMAR CONCIENCIA de todo lo que hay en nosotros. De esta forma será más fácil hacernos responsables de lo que hacemos , decimos y elegimos.

Una forma de empezar a tomar conciencia de esto, es darte cuenta de cómo te hablas, de cómo te cuentas las cosas.

Si te críticas duramente, te juzgas, te humillas, te dices constantemente que no puedes o no eres válida, te haces reproches e incluso te faltas al respeto, estas condicionando hasta la última de tus decisiones.

Cada vez que te sorprendas hablando mal de ti, párate, toma conciencia de lo que estás diciendo o pensando, y entiende que sólo es juego sucio, que es ese cerebro que intenta protegerte de algo que desconoce. Date cuenta de que nada de eso es verdad. Inmediatamente después intenta corregirlo. Cambia tu discurso negativo por otro positivo.

Entiendo que todo esto no es fácil, que tiene su complejidad. Son hábitos de pensamiento y acción duros de cambiar. Por eso es imprescindible que los repases, seas consciente de que no son la realidad, y de que puedes crear otra realidad más sana para ti y que te acompañe en tu camino y estén a tu favor,  en vez de ponerte obstáculos e ir en tu contra.

 Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y formadora

Grupo Crece