Sanar la autoestima desde el autoconocimiento

Autoestima:  Forma en que las personas se sienten con respecto a sí mismas, y cómo se valoran.

Nos hemos acostumbrado a describir nuestra autoestima en términos “baja” o “ alta”. Y todas las personas la queremos alta.

Cuando en terapia indagamos en qué significa autoestima alta, nos encontramos con una definición casi mágica, pues se relaciona con poder enfrentar (todas) las situaciones problemáticas desde la seguridad y, por tanto, dar buenas soluciones, manejar conflictos sociales saliendo airoso, aceptar el rechazo sin pasarlo mal, arriesgarse ante un peligro, no tener debilidades ni puntos flojos, no tener inseguridades, etc.

Queremos aprender herramientas y estrategias para poder llevar a cabo los sueños expuestos anteriormente. Queremos dejar de lado las debilidades y aquellas características nuestras que nos parecen terribles y que no llevan a nada, y transformarlas en virtudes, capacidades y habilidades consideradas positivas. Queremos dejar de ser nosotras mismas, ser otra persona.  Una batalla perdida.

En toda esta idea hay un trasfondo de comparación. En la propia definición de autoestima ya se habla de “valorar-se” a una misma. Siempre que hay una valoración sobre algo, se realiza en comparación con un referente. Yo soy “mejor” o “peor”, (¿ que quién?) “buena” o “mala” (¿comparada con qué? ¿para quién?)

Siempre hay algo con lo que entrar en continua comparación: con los demás, con la idea que tenemos de los demás,e incluso con una idea hiper-mejorada de nosotras mismas.

Con esto quiero decir que tenemos una idea de la autoestima mal planteada desde el principio. Suponemos que estaremos mejor con una autoestima alta, pero desde “lo alto” seguiremos manteniendo el puesto a costa de compararnos con los que están a bajo.

Quizás es mejor empezar a hablar de una autoestima sana,  ni alta ni baja. Y una autoestima sana deja de lado completamente la comparación. No la necesita.

Un pequeño inciso para exponer la diferencia entre Ideal del yo y Yo ideal, términos que nos van a servir para enlazar autoestima y autoconocimiento.

Ideal del yo: lo que debo ser , la imagen que se debe tener para ser digno de amor.

Está fundado sobre lo que imaginamos que son los valores del otro. Si soy así y hago esto, me querrán.

Yo Ideal:  lo que considero que debo hacer para estar de acuerdo con mis propios valores y poder realizarme plenamente.

En el ideal del yo hay un proceso comparativo. Mi referencia son los valores del otro.

Debemos empezar a dejar de lado Ideal del yo y centrarnos en el Yo ideal, que trabajará en la búsqueda de uno mismo, en construir los propios valores y , valga la redundancia, darles valor. El foco de atención dejará conseguir amor del otro, sino en amarse uno con lo que es, con lo que tiene y no tiene, con sus luces y sombras.

La base de una autoestima sana es el autoconocimiento.

“Conócete, acéptate, supérate”

San Agustín.

“Nosce te ipsvm” Conócete a ti mismo

“Nosce te ipsvm” Conócete a ti mismo

El autoconocimiento es el resultado de un proceso de reflexión mediante el que se adquiere la noción de nosotros mismos, de nuestras capacidades, limitaciones, cualidades y defectos. Nos permite reconocernos como individuos únicos, diferentes de los demás.

Podremos sacar información para conocernos a través de la relación con nosotras mismas y con los demás.

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Vamos a encontrar cosas que nos agraden, que nos desagraden, que nos encanten y que odiemos. Todo esto nos hace únicos y nos define como personas.

A medida que recogemos información, vamos configurando nuestro autoconcepto. Esto son las creencias que tenemos de nosotros mismos. Estas creencias se van a manifestar en nuestra conducta. Si creemos que somos , por ejemplo, “tontos”, actuaremos como tal, y todo lo contrario si nos creemos “inteligentes”.

Poco a poco iremos realizando la autoevaluación de lo que somos. Es necesario ser críticos con nosotros mismos . De todas las cosas que vamos averiguando , tendremos que identificar lo que nos beneficia, es decir, nos ayuda y hace crecer, o nos entorpece en nuestro desarrollo como personas.

Casi de forma inevitable entraremos en un proceso de juicio hacia nosotras mismas. Hemos ido viendo cosas que nos encantan, pero también cosas que nos desagradan. Seguramente habremos visto más cosas desagradables y que no queremos tener ( por eso de compararnos con un referente ideal, como explicaba con anterioridad)

Es importante en este paso no caer en una valoración personal global. No somos “malos, egoístas, sumisos, tontos, etc.”. A veces podemos tener comportamientos/actitudes así. Pueden ser una parte de nosotros, los tenemos, pero no lo somos.

Muy ligado a este momento de evaluación está el de autoaceptación. Admito en mi todas mis características. Reconozco mis formas de sentir y ser. No tengo nada bueno ni malo. Soy lo que soy.No me culpo de lo que soy, sino que me responsabilizo de ello. Cuando me responsabilizo, puedo buscar soluciones y mejorar.

“Lo que resistes, persiste

Lo que aceptas se transforma”

Cuando legitimo lo que soy, es decir, cuando me doy derecho a ser lo que soy, empiezo a trabajar en el respeto hacia ello. Empiezo a tratarme bien, no por nada especial, simplemente porque soy y lo merezco. Atiendo mis necesidades,  deseos y valores. Expreso y manejo de forma adecuada hacia mí y los demás mis los sentimientos y emociones. Me cuido, me atiendo, me protejo. Empiezo a amarme.

(Artículo de asertividad estaría guay)

En la cúspide de la pirámide encontramos la autoestima.

Es el resultado final y la síntesis de los pasos anteriores. Si me conozco, voy creando mi escala de valores , me acepto y me respeto, mi autoestima será sana.

La diferencia entre autorespeto y autoestima se encuentra en que el autorespeto está basado en cómo me trato, y la autoestima corresponde a lo que yo siento y pienso sobre mí. Son dos conceptos que correlacionan. Es interesante caer en la cuenta de que, si empiezo a respetarme, iré en camino hacia una autoestima sana. Primero es empezar a hacer cosas por uno mismo.

Una etapa que no debemos olvidar en el viaje al autoconocimiento es saber desarrollarse.

Recordemos la frase de San Agustín “Conócete, acéptate, supérate”.

El autoconocimiento no solamente se basa en las limitaciones, sino que también debe de tomar en cuenta nuestras fortalezas. El punto central de esto es tratar de superarnos como personas, ser mejores personas. Es posible porque todos nacemos con cualidades, virtudes, habilidades y capacidades. Simplemente no las vemos, o no las consideramos suficientes.

Arriesgarte a conocerte, dejar de lado las comparaciones y trabajar en una mejor versión de ti misma que incluya todo lo que eres.

La asertividad en psicoterapia

¿Por qué tiene relevancia la asertividad en la terapia psicológica? Te propongo hacer un sencillo ejercicio para contestarte. Piensa por un momento las primeras palabras que te vengan a la mente al pensar en el término terapia o psicoterapia. Seguramente te hayan venido palabras como autoestima, depresión, estado de ánimo, ansiedad, adicción, miedo, fobia, obsesión, personalidad o emociones. Esto nos da a entender, de alguna manera, que la mayoría de las personas, asocian una terapia psicológica a estas cuestiones, y no les falta razón.

Sin embargo, existe un ámbito, íntimamente relacionado con algunos de estos términos, y también con muchos de los objetivos, necesidades o problemáticas con las que las personas acuden a un centro de psicología. Es el relacionado con la comunicación asertiva, también denominada asertividad, o estilo comunicativo asertivo. Un porcentaje muy elevado de las personas que solicitan ayuda psicológica, manifiestan problemas como los siguientes (entre muchos otros):

  • Dificultad a la hora de expresar sus sentimientos o emociones

  • Falta de firmeza o contundencia a la hora de defender su postura en cualquier ámbito

  • Problemas para saber lo que quieren o necesitan

  • Elevada importancia a la opinión de los demás o al “qué dirán”

  • Comunicación excesivamente agresiva o descontrolada

  • Sensación de sacar poco provecho a sus relaciones o sus meta

  • Frustración y sensación de escasa valía por todos o alguno de los anteriores puntos…

¿Qué es la asertividad?

Por tanto, y sin dar más rodeos, si tuviésemos que definir la asertividad, consideraremos válido entenderla como una forma de comunicarse con el mundo, así como de relacionarse, pero también como una actitud ante la vida, que va más allá de la mera comunicación. Por tanto, podemos hablar de conductas y actitudes, mediante las cuales, una persona busca sacar provecho a su vida y conseguir sus objetivos, mediante una actitud firme y enérgica, pero también empática y sin despreciar o dañar al otro. Habría que añadir que la asertividad, pese a definirse como esto, es algo aún más profundo, ya que va a influir en nuestras relaciones, emociones y principios o valores. Por tanto, quien aprende a ser asertivo/a de verdad, producirá cambios en su esencia, algo que va más allá del aprendizaje de habilidades.

Para poder entender la asertividad de manera más descriptiva, podemos indicar las siguientes capacidades:

¿Cómo se trabaja la asertividad en Psicoterapia?

La asertividad en psicoterapia puede trabajarse a través de:

1.      Psicoeducación

Se ofrece a la persona el significado de este término, y se le da a conocer los tres estilos de comunicación: comunicación agresiva, comunicación inhibida, comunicación pasivo-agresiva y comunicación asertiva. Se explican las diferencias entre los diferentes estilos, y la persona tendrá que reflexionar, en diversas situaciones, con cuál de ellos se siente más identificado/a, no solo de forma global, sino en los diferentes ámbitos de su vida: pareja, familia, trabajo, relaciones sociales… Además, se invita a la persona a que se familiarice más con el término, pidiendo que analice en su entorno estos estilos en otras personas con las que se suela relacionar, y cual es el estilo que manifiesta. Este trabajo también se puede hacer con apoyo de vídeos de ejemplo, o con películas reales donde se analizan los estilos de los personajes.

Para darte un anticipo de manera muy resumida, te describimos los diferentes estilos con sus características, ventajas e inconvenientes:

2.      Instrucción en habilidades y técnicas

Es otro paso fundamental para entrenar la asertividad. El/la terapeuta enseñará a la persona, una serie de técnicas, desde lo más sencillo hasta lo más complejo, como si se tratase primero de seleccionar los ingredientes más básicos, para después preparar recetas donde todos estén incluidos. Las habilidades asertivas básicas son las siguientes:

  • Escucha activa

  • Empatía y reflejo empático

  • Expresión de emociones o necesidades

  • Técnicas asertivas diversas: Disco rayado, banco de niebla, interrogación asertiva, técnica del sándwich, aserción negativa, aplazamiento asertivo, técnica de destapar el pañuelo.

  • Técnicas complejas: Tomar la palabra, iniciar, mantener y finalizar conversaciones, decir que no, cambiar de tema, hacer críticas, recibir críticas, identificar chantajes y manejar manipulaciones

  • La instrucción se realizará mediante psicoeducación y con prácticas en vivo

3.      Manejo de los componentes no verbales y paraverbales de la asertividad

La asertividad sin acompañarse de la actitud no verbal (referente al cuerpo) y paraverbal (referida a la voz) es como una carcasa vacía. De nada sirve enseñar técnicas para ser contundentes si nuestro cuerpo y nuestra voz transmiten sumisión o agresividad excesiva. La comunicación no verbal y paraverbal resultan fundamentales, y se trabajan a través de juegos y ejercicios vivenciales, donde se puede introducir música y danzaterapia (para conseguir la actitud y el estado emocional adecuado) y teatro, además de role playing (como indicaremos después).

4.      Ensayo en vivo de la asertividad: role-playing, escenas personales o dramatizaciones

Lo vi, y lo entendí.Lo hice y ¡lo aprendí! La puesta en práctica de la asertividad, así como su generalización paulatina, será el paso clave para completar el entrenamiento de nuestra nueva actitud. Los ensayos en vivo se pueden realizar con escenas personales de quien nos pide ayuda, como por ejemplo la necesidad de poner un límite a un compañero, de hacer una crítica a un familiar, o de defenderse de los injustos ataques de su pareja. Las escenas se preparan con mimo y con detalle para acercarse lo máximo a la realidad. Si se tienen dificultades a la hora de desarrollarlas, se puede realizar la inversión de roles, mediante la cual, el terapeuta hará el papel de la persona que entrena la habilidad y viceversa. Estas dinámicas también son tremendamente efectivas en grupos terapéuticos o formativos. Un añadido realmente interesante en este tipo de trabajo, nos lo ofrece el video-feedback, gracias al cual, al poder grabar en cámara de vídeo las escenas, después se podrán ver en conjunto con el terapeuta, para poder percibir la sensación generada, realizar correcciones y desterrar mitos (“estoy siendo demasiado agresivo”, “me veo muy borde”, “no soy capaz de transmitir  seguridad”), ya que, solo pudiendo observarte, sabrás de una forma más fidedigna, lo que transmites.

Relación muy directa con otros aspectos de la psicología.

La asertividad va “a caballo” con muchos otros aspectos de las psicología fundamentales en cualquier trabajo terapéutico. Pasamos a describir algunos:

1. Gestión emocional o inteligencia emocional

Concepto íntimamente ligado a la asertividad. Sin inteligencia emocional no puede existir asertividad, ya que para conocer lo que necesitamos, deseamos, o es importante para una persona, es fundamental el conocimiento de las emociones, y, por ende, de las motivaciones, objetivos y metas personales. No es posible conseguir un estilo asertivo sin autocontrol emocional, al igual que es imposible ser emocionalmente equilibrado e inteligente sin una dosis importante de asertividad.

2. Autoestima sana

La autoestima sana tiene que ver con la capacidad de valorarnos de una forma adecuada, aceptarnos y querernos con el conocimiento de nuestras virtudes y defectos. A partir de ahí está el crecimiento, en lo que podemos mejorar, los obstáculos que queremos vencer y los objetivos que deseamos cumplir. Una persona poco asertiva, que no se mueve en torno a sus necesidades y metas, que sufre un fuerte desgaste en las relaciones, o que se siente impotente ante los demás, normalmente manifestará una autoestima más dañada que sana.

3. Ansiedad y miedos o fobias

Estos tres términos se corresponden directamente con emociones desagradables, y por tanto entran dentro del ámbito de la gestión emocional. Desarrollar un estilo asertivo, va a implicar necesariamente enfrentar estos problemas, afrontar los miedos y las fobias de manera proactiva, superar situaciones complicadas, y por tanto, exponerse. La exposición es el mecanismo fundamental para la superación de los miedos.

4. Desarrollo de habilidades sociales o interpersonales

La asertividad ya incluye estas habilidades en el entrenamiento de la comunicación asertiva, a la hora de iniciar, mantener o finalizar conversaciones, implica exposición a la gente, aprender a escuchar, a empatizar, a dar tu punto de vista y saber cuándo y de qué forma intervenir.

Derechos asertivos

Son los mandamientos de la asertividad, en esta tabla tienes algunos de los más importantes. ¿Cuáles son aquellos que te resultan más difíciles de permitirte?

Danzaterapia: Danza y Movimiento terapéutico

La danzaterapia es una terapia psicocorporal que favorece a través de diversas técnicas el contacto con las emociones y la expresión de las mismas, mejora los vínculos sanos, el contacto social, favorece la desinhibición y el desarrollo de comportamientos no verbales adaptativos. Favorece la expresión de la libertad personal y el desarrollo de la seguridad.

“El movimiento para ser experimentado tiene que ser “encontrado” en el cuerpo, no ser puesto desde afuera como un vestido o un saco. Existe en nosotros aquello que nos ha movido desde el origen; aquello mismo que nos puede liberar” Mary S. Whitehouse

Esta frase refleja la esencia del movimiento auténtico que buscamos en una sesión de danzaterapia. Al conectarnos con el cuerpo, el cuerpo expresa su propio movimiento, y dicho movimiento nos dice cosas de nosotr@s, cosas que están ahí en el cuerpo que es memoria desde antes de nacer, movimiento que nos va a ir reencontrarnos con ese niño o niña internos, que desbloquearán sentimientos reprimidos, miedos, dolores…, congelados en el cuerpo, que al dejarlo ir libre en su movimiento, irá soltando sus cadenas.

La danzaterapia es una disciplina que trabaja las emociones a través del movimiento corporal y el contacto. El objetivo es que a través de la conexión mente-cuerpo como un todo, se liberen tensiones emocionales, se descubran sentimiento reprimidos, se vehiculicen conflictos reprimidos o no resueltos, podamos expresarnos con libertad y autenticidad, soltando la vergüenza o la timidez, ampliando nuestros registros expresivos. Cuando el cuerpo muestra más repertorio de movimiento estamos sin darnos cuenta favoreciendo la liberación de emociones y favoreciendo el contacto con nosotros mismos y mismas.

La danzaterapia y el movimiento libre nos sirven para:

1. Conocernos más y comprendernos mejor

El cuerpo se descubre así mismo en movimiento y por lo tanto nos vamos s descubrir en las sesiones de danzaterapia. Los bebés van conociendo el mundo y a sí mismos a través del movimiento y del contacto. Ese proceso lo hacemos toda la vida, y se vivencia en este tipo de trabajo psicocorporal.

2. Desbloquear y liberar nuestras emociones

Muchas veces desconectamos del cuerpo, en esta sociedad de la prisa, y evitamos enfrentarnos a lo que sentimos por no saber cómo manejarlo. El movimiento y la atención al cuerpo en un entorno seguro nos brindarán la oportunidad de soltar lo reprimido o dar espacio a expresar lo que en el día a día no encontramos momento y espacio para hacer. Conectarnos con esto, descubrirlo y liberarlo es la primera puerta para sanarlo.

3. Mejorar las capacidades expresivas y comunicativas

La comunicación no verbal, gestual y corporal, además de la voz, son esenciales para conectarnos con los demás y comunicarnos adecuadamente. con el trabajo psicocorporal en danzaterapia puedes desarrollar un mayor repertorio de registros expresivos, abrir postura, soltar la voz y mejorar tu comunicación en general.

4. Desarrollar más seguridad y una autoestima más sana

El conocimiento y el control del cuerpo y de nuestros registros expresivos nos aporta una mayor seguridad. ser capaces de expresarnos sin barreas nos ayuda a querernos y aceptarnos fomentando nuestra sana autoestima.

Raquel López Vergara

Psicóloga, coach y danzaterapeuta

Grupo Crece

Todo lo que ocurre en tu vida es importante (cuando estás mal y no sabes por qué)

“Tampoco me ha pasado nada grave como para estar así, tan mal…”

…dijo el otro día una persona a la que atendí en Grupo Crece. “ No lo entiendo” añadió.

No sabe exactamente a qué viene, pero ella no se encuentra bien.

Entre mis preguntas y sus respuestas, va relatando los últimos acontecimientos ocurridos en los dos últimos años.

En ella existe un patrón muy curioso, y es que cada vez que habla y describe alguna situación difícil , sus ojos se humedecen, pero rápidamente encuentra la forma de que aquello que causó dolor ( y le causa al recordarlo), deje de hacerlo. Busca explicaciones racionales, toma en cuenta todas las variables que puedan explicar el problema, y a veces hay alguna frase del tipo “ y ocurrió y ya está, ya pasó”. Pero de nuevo sus ojos dejan claro que no está, que no pasó.

“ Soy muy racional”, añade como una de sus virtudes.

Y eso es lo que pasa con la mayor parte de las personas racionales: que van pasando por dificultades, como buenos seres humanos que son, pero no les parecen lo suficientemente graves y traumáticas como para darles importancia . Su lógica les hace poder explicarse los problemas, racionalizarlos ( que para la superación de dificultades es una parte también importante), pero no se dejan sentir la emoción que viven, el dolor, el sufrimiento.

“ No debería ponerme así por esto”, “son cosas tontas”, “ dice, mientras va relatándome pérdidas y pérdidas, de pareja, de trabajo e incluso menciona la interrupción voluntaria de un embarazo no deseado…Hace años un trastorno alimentario de su hermana…y aún no he podido ir más atrás en la historia personal, pero viendo cómo van sucediendo las cosas , me temo que hay muchas historias para no dormir en su vida. Cuento con que para ella serán cosas nimias, absurdas. También cuento con la realidad: y es que ella está sufriendo.

Busca el Gran Trauma, algo que justifique su pocas ganas de sonreír. Y son los pequeños traumas no sentidos, no valorados, los que van construyendo ese gran trauma.

Toda esta historia para decirte que CUALQUIER SITUACIÓN QUE TE PROVOQUE DOLOR ES IMPORTANTE. Dales su justo valor. Son cosas que tu corazón siente y que en ti provocan dolor, y sólo por eso es necesario que las valides, que te enfades, indignes o que las llores…

Todas esas “nimiedades”van dejando en ti posos de miedo y otras emociones difíciles que pueden hacer que ahora sientas una angustia extraña  al enfrentarte a tu vida.

Empezar a tener tu historia en cuenta no significa que empieces a hacer un mundo de un grano de arena.

Hablamos de darle el valor justo y necesario a tu vida,  a tus cosas, a los acontecimientos que van configurando tu historia, a tus sentimientos y, en general a ti.

Cuando estás mal y no sabes por qué, es que hay muchas cosas que se te han ido acumulando y que hay que ir desgranando para que de verdad puedas dejarlas atrás.

NUNCA OLVIDES QUE ERES MUY IMPORTANTE

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga y formadora

Grupo Crece

 

Los tipos de apego

El apego es algo que los psicólogos y psicólogas evaluamos en una psicoterapia, no sólo cuando atendemos a menores sino cuando atendemos a adultos. El tipo de apego que ha desarrollado una persona determina algunos elementos de sus relaciones personales y su nivel de autoestima y seguridad personal.

Recientemente, estuvimos debatiendo sobre la cuestión de los apegos en nuestra última sesión de Cine y Psicología. En esta ocasión con la excusa de la película “El indomable Will Hunting”, que nos permitió analizar la importancia de los vínculos seguros para superar emociones como el miedo al abandono.

Un apego seguro es aquel que te permite tener la certeza de que la persona te va a aceptar, escuchar, intentar ayudar, con la que puedes ser sincera, y que no te va a abandonar.

Las personas que no han podido en el pasado establecer este tipo de vínculos seguros, tienen muy condicionada su manera de formar afectos con los demás, por eso, es tan importante en terapia, enseñar a construir apegos sanos, y que el terapeuta se muestre como esa figura de apego seguro. Por eso, la película nos permitió ejemplificar y explicar estos conceptos y os la recomendamos si no la habéis visto.

Pasamos a explicar los tipos de apego y sus consecuencias, algo que hace años estudió la psicóloga Mary Ainsworth en el experimento de “La situación extraña”. Tanto ella como John Bowlby, son autores de referencia si se desea estudiar este concepto.

La situación extraña es un experimento que consiste en introducir a una madre con su hijo pequeño en una sala con juegos, y estudiar las interacciones que tiene el pequeño con ella durante este espacio de tiempo. Posteriormente, en la habitación entrará una persona extraña adulta que se sentará con la madre, más adelante la madre saldrá y se quedará el pequeño solo con la persona extraña y finalmente esta persona extraña abandonará la sala dejando al niño solo. La última parte del experimento consiste en el retorno de la madre a la habitación y se estudiará la forma de reaccionar del hijo. Durante cada una de las etapas se analiza como reacciona el menor a nivel conductual y emocional. Gracias a este experimento se establecieron los tipos de apego que describimos a continuación:

 

1.      Apego seguro (tipo B)

Es el apego más saludable. Nos sentimos validados emocionalmente y seguros ante nuestra persona de referencia. Si hemos establecido estos apegos en la infancia, será más probable que tengamos una autoestima más sana, una gestión emocional más equilibrada y mayor capacidad para construir relaciones seguras.

2.      Apego evitativo (tipo A)

Un apego en el que el menor aprende a que tendrá que sobrevivir solo en el mundo al no poder contar con sus cuidadores, además de entender que tendrá que vivir con un amor deficiente. En la edad adulta se favorecerá una personalidad evitativa a los vínculos afectivos más profundos, es más probable que se conviertan en personas frías, con dificultad a la hora de expresar sus sentimientos y una tendencia a la desconfianza, favoreciendo así un afrontamiento huidizo u hostil y defensivo.

3.      Apego ambivalente (tipo C)

Es un tipo de apego muy dañino. En este caso el vínculo es inconsistente o inapropiado, y por tanto se generan reacciones desajustadas a las situaciones (imaginemos una reacción de pasotismo ante una situación grave o una reacción desproporcionada a un detalle sin importancia). En la etapa adulta, este tipo de apego favorece personalidades marcadas por la inseguridad, exceso de autocrítica, autoestima dañada… la persona puede manejarse en las relaciones buscando un exceso de aprobación por el miedo a perder el afecto, generando así dependencias emocionales fuertes.

4.      Apego desorganizado (tipo D)

Tipo de apego que se establece en entornos altamente patológicos (agresividad, maltrato, abuso…). El menor queda metido en una trampa entre la supervivencia a este entorno, y la única existencia de estas figuras afectivas. En la etapa adulta, estas situaciones traumáticas pueden condicionar altamente la forma de relacionarse o vincularse a los demás, y dificultará por tanto el establecimiento de relaciones sanas, seguras y felices.  Existen miedos no resueltos, habilidades de gestión emocional que no se han podido aprender por el mero hecho de no haber sabido encajar o entender ciertas emociones, una autoestima muy dañada y muchas necesidades afectivas sin satisfacer.

 

Os planteamos la siguiente cuestión: ¿cómo os vinculáis a la gente de vuestro alrededor?, ¿sois capaces de establecer lazos afectivos sanos?

Preguntas para hacerse alguna vez en la vida

Nos pasamos gran parte de nuestro tiempo haciéndonos preguntas. Muchas de ellas son preguntas sin respuesta que nos llevan a dar más vueltas a las cosas. Otras tantas no nos llevan más que a respuestas absurdas. Y hay otras que no tienen respuesta, directamente.

He recopilado algunas preguntas que, a veces, hago directamente a las personas que vienen a terapia, o que se plantean en las propias sesiones mientras indagamos en la psique humana.

Son interesantes y dignas de hacerse alguna vez en la vida. Algunas cuanto más nos las hagamos, mejor.

Antes de tomar una decisión (no tiene por qué ser muy importante), hazte las siguientes preguntas:

¿Esto lo hago porque quiero yo o para complacer a mis padres/pareja/amigas?

¿Esto lo hago porque quiero yo o por llevar la contraria a mis padres/pareja/amigas?

Cuando tengas que hacer algo que sientes que te provoca miedo, o vergüenza, o que dudes en hacerla, estas preguntas pueden ayudarte:

¿Qué es mejor, intentarlo y quizás equivocarse, o no haberlo intentado nunca y nunca saber qué podía haber pasado?

¿Cuántas oportunidades como ésta voy a volver a tener?

Las siguientes son ideales para preguntarse antes de irse a la cama:

¿Qué pequeña cosa he hecho hoy de la que estoy satisfecho?

¿Qué pequeña cosa ha hecho hoy alguien conmigo o por mí, por la que estoy satisfecho o agradecido?

Algunas preguntas para situaciones en las que uno se plantea darle un sentido a la vida:

¿Cómo puedo ayudar a tener un mundo mejor?

¿Tengo la vida que quiero?

¿Cuál es la primera cosa que cambiaría en mi vida?

Si no tuviera miedo: ¿Qué me gustaría hacer que no hago? ¿Qué me gustaría dejar de hacer?

Si hoy fuera el último día de vida, ¿Qué haría y con quién?

 

Os invito a realizar la siguiente tarea de reflexión:

Imagina que han pasado muchos años y que con el tiempo te has convertido en una versión más vieja y sabia de ti misma. Te invito a reflexionar sobre las siguientes preguntas: Examinando tu vida:

¿Qué es lo que más te gusta de tu existencia según la has vivido?

¿Hay algo que querrías no haber hecho?

¿Hay algo que querrías haber hecho?

¿Qué te gustaría que tus seres queridos recordaran más respecto a tu vida con ellos?

En una escala de 0 a 10, ¿cuánto hay ya en tu existencia actual que refleje las                                       respuestas que has dado a la pregunta anterior?

Si quisieras aumentar el grado en que tu vida actual refleje las ideas respondidas en las preguntas anteriores, ¿cuál sería el paso más pequeño que podrías dar?

Éstas son sólo algunas preguntas, seguramente muchas de ellas importantes para mí.

Quizás tú tengas las tuyas propias. Preguntas que te han ayudado a ti…

¿Me las cuentas?

¿QUÉ PREGUNTAS AÑADIRÍAS TÚ?

Relaciones sanas: La importancia de dar y recibir

Los vínculos personales se basan en una confianza mútua, y esto implica tener una relación sana con el hecho de dar y recibir. Este equilibrio consideramos que es muy importante en psicoterapia en nuestro centro de Psicología.

Dar implica ofrecer ayuda, apoyo, tiempo… pero también, darse al otro sin tener que ocultar nada, sin tener que disimular nuestra vulnerabilidad. Pero dar sin recibir es algo que queda a medias, sería como estar en una relación asimétrica donde no se fluye un equilibrio entre las partes.

Saber dar también implica, saber recibir.

Recibir desde la humildad de la necesidad, desde el respeto a lo que el otro puede dar, desde el agradecimieno y el dejarse sostener. Recibir, nos coloca en la vulnerabilidad, y aveces, nos cuesta asumir esa parte de nosotros.

Como véis, dar y recibir son dos caras de una misma moneda a la hora de establecer vínculos seguros y saludables.

Me vienen estas cuestiones para la reflexión.

¿Cómo es mi forma de dar?

¿Inhibo algo al dar o darme?

¿Doy desde el paternalismo?

¿Doy para recibir?

¿Doy lo que yo necesito recibir?

¿Doy sólo si me piden?

¿Siento que invado si doy?

¿Hay cosas que doy que no funcionan de una manera sana?

¿Cómo es mi forma de recibir?

¿Acepto lo que me dan?

¿Me siento de menos si me dan?

¿Cierro la posibilidadd de que me den?

¿Pido todo el rato?

¿Siento que recibo poco de lso demás?

¿Siento que lo que recibo no es para mí y añoro lo que recibien otros?

¿Me justifico si pido?

¿Me cuesta agradecer?

En las relaciones humanas sanas, cuando nos piden nos sentimos dignos de la confianza del otro, y esto refuerza dichas relaciones. Cuando damos nos sentimos valiosos para la otra persona y para la propia relación que compartimos. Nos sentimos valiosos para el mundo.

Cuando pedimos o nos dan, mostramos al otro la humildad que nos hace iguales y esto, favorece las relaciones equitativas. Nos mostramos abiertos y vulnerables al otro, y se refuerza la intimidad en las relaciones y la sensación de unión y equipo.

Lo que sentimos en el proceso de dar y recibir es esencial par ael vínculo sano: alegría, agradecimiento, confianza, consuelo, alivio, humildad…

Probadlo estos días y nos contais vuestras reflexiones.