Expresarnos con Mensajes yo: una manera de ser asertivos sin herir a los demás

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En muchas ocasiones para no herir los sentimientos del otro, evitar un posible conflicto, damos rodeos o excesivas vueltas a lo que decimos, mostrando al final inseguridad y una menos credibilidad ante nuestro mensaje, además de sentirnos mal con nosotros mismo por no decir realmente lo que necesitamos.
Un buen truco para expresarnos de manera clara y directa evitando herir al otro o provocar un conflictos son los MENSAJES YO.

En nuestro vocabulario es muy frecuente usar una manera de expresarnos en forma de MENSAJES TÚ: "Tú no hiciste..." "Tú no quieres...", Tú eres...". Si cambiamos esto por : "Yo prefiero...", "Yo no quiero...", " Yo me sentí contigo...", evitamos susceptibilidades en el otro pudiendo poner de manifiesto nuestras necesidades y preferencias.

¡Animaos a experimentarlo!

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Un resplandor positivo en medio de las tinieblas de la negatividad

Existe una tendencia general en las personas a centrarnos rápidamente en los aspectos negativos en detrimento de los aspectos positivos de las cosas. Este proceso, por supuesto, tiene un sentido lógico y en cierta medida adaptativo, ya que nos permite detectar con mayor celeridad aquello que no nos encaja y actuar ante ello, ya sea corrigiéndolo, evitándolo para posteriores ocasiones, criticándolo por lo inaceptable que nos parece, poniéndolo de ejemplo a nuestros hijos sobre lo que “no se debe hacer”…

De lo expuesto anteriormente existen múltiples ejemplos en la vida real. Cuando entramos con nuestro coche en un parking nos resultaría realmente llamativo que una persona que fuese de copiloto con nosotros nos llamase la atención sobre “lo bien aparcados que están algunos coches”, ya que es algo que se exige y se da por hecho y por tanto no parece merecer atención. Sin embargo, si encontramos un único hueco para aparcar y da la casualidad que el coche de al lado está mal aparcado y nos dificulta nuestro aparcamiento, rápidamente maldecimos o dedicamos a este hecho toda serie de improperios debido a nuestra frustración. Y yo pregunto: ¿y si hubiese estado perfectamente aparcado?, ¿lo hubiésemos tenido en cuenta y valorado como un hecho positivo? A pesar de la simplicidad del ejemplo, lo cierto es que el mundo está cargado de situaciones como esta y no nos damos cuenta.

Nuestra mente parece estar preparada para, rápidamente detectar la irregularidad o lo negativo para corregirlo, como si fuésemos máquinas que dijesen: “error de proceso”. 

Pero, ¿esto sucede también para el lado contrario?, es decir, ¿nos hacemos también expertos mentalmente en detectar elementos positivos de nuestro entorno?

Os propongo un ejercicio sencillo que una vez me recomendó un buen profesor: comparos una libreta pequeña y apuntad cada noche, justo antes de acostarse, al menos tres cosas positivas que os hayan sucedido. Puede parecer una tontería, pero estamos forzando a nuestra mente a pensar en positivo, estamos obligándola a detectar las cosas buenas de cada día o al menos a recordarlas antes de acostarnos. ¿Cómo repercutiría en nosotros? Esto si tiene respuesta sencilla, pues al acostumbrarnos y aprender a valorar cada detalle en clave positiva, finalmente categorizaremos nuestra experiencia en estos términos. Lo ilustro mejor a continuación con un ejemplo de un ejercicio en terapia:

El siguiente ejercicio indica el análisis que hace una persona de un día de su vida en clave positiva y negativa.

  • Resumen del Jueves centrándome en lo negativo

La verdad es que no dormí demasiado bien y me costó un poco levantarme, me vestí aprisa y no me agradaba mucho como me quedaba la ropa que había elegido pero llevaba prisa,  ya iba un poco tarde a hacer todas las tareas que tenía que hacer, cuando salgo de casa me doy cuenta que me he dejado el USB de memoria, lo cual me hizo sentirme mal, al llegar a la parada de autobús el asiento estaba lleno de agua debido al frío de la noche anterior y no pude sentarme, el autobús tardó como 10 minutos. Al llegar paré al banco a solucionar un problema con mi tarjeta y me tuvieron casi media hora. Llegué al trabajo y descubrí que se había suspendido la reunión después de todo, anduve nervioso hasta las 16:00 y al salir tuve que marchar para trabajar en otro lugar. La persona a la que me tocó asistir me dio dolor de cabeza y me hizo salir tarde, lo cual perjudicó la siguiente cita a la que tuve que acudir con retraso. A la salida hacía mucho frío y me urgía ir al servicio, pero no tenía tiempo y estuve aguantándome  todo el viaje. Llegué tarde a mi hora de deporte porque tuve que parar en una cafetería de camino para ir al baño, además no se me dio bien la actividad deportiva y acabé muy cansado. Para más inri llegué a la parada de autobús para volver a casa y acababa de marcharse, tuve que esperar 15 minutos a las 23:20 de la noche y estaba helado, comencé a temblar y aguanté hasta que acudió. Cuando llegué a casa era tardísimo y todavía tenía que ducharme, cenar y recogerlo todo. Debido a la activación me costó muchísimo dormir.”

  • Resumen del Jueves centrándome en lo positivo

“Al despertar leí en mi teléfono mensajes de ánimo de mi novia, cuando fui a la ducha el agua caliente me sentó fenomenal y no se estropeó la caldera (cosa que suele pasar). Mi compañero, con el que tengo una relación tirante, me dio ánimos para el día y salí pitando de casa pero con buena sensación. Al llegar a la parada del autobús había un señor mayor esperando a otro diferente al mío, me ofrecí a buscar con mi teléfono el tiempo que podría tardar y se mostró muy grato. Cuando a lo lejos vislumbró mi autobús me lo hizo saber y se despidió agradeciéndome la ayuda. Como me enteré de que la reunión se había suspendido decidí aprovechar para trabajar, me alegró ver a mi jefa antes de entrar y el ordenador con el que trabajé funcionó a las mil maravillas pudiendo avanzar en algunos trabajos que tenía atrasados. Después llegó mi novia, me echó una mano y charlamos un rato, la secretaria del trabajo permitió que le hiciese bromas (no es muy receptiva a ellas). Tuve una charla agradable antes de entrar a trabajar a las 16:00 y salí con muy buena sensación. Me trasladé al otro lugar de trabajo cargado de energía y terminé a las 21:00, recibí elogios de mi compañera y volvimos juntos al centro. Me apetecía mucho mi hora de deporte después de un día tan atareado y pude cambiarme a tiempo antes de que comenzara el partido. Terminé desfondado y con una agradable sensación de despeje, y, además uno de los chicos me invitó a comer con su grupo de gente el sábado (algo inusual porque apenas tenemos relación). La verdad es que el detalle me gustó mucho. Llegué bastante tarde a casa, aunque la ducha y la cena me sentaron fenomenal. Es cierto que me acosté muy activado, pero eso me ayudó mucho a pensar en cosas que pude apuntar y me ayudaron a escribir este relato, recuerdo que me dormí con una sonrisa.”

Como puede observarse, en función de cómo percibimos la realidad y en qué nos centremos, pueden activarse en nosotros unos tipos de pensamientos u otros. Estos pensamientos nos conducirán a sentir emociones acordes a ellos (o viceversa) que acabarán influyendo notablemente en nuestro estado de ánimo. En los dos relatos puede percibirse con claridad la distinta predisposición hacia las cosas de la misma persona dependiendo del enfoque elegido.

Así que, os animo a comprarse esa libretita y a comenzar a apuntar las cosas positivas de cada día, será el principio de un entrenamiento para ser más feliz.

 

Las emociones y el otoño

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Las estaciones tienen un papel protagonista en nuestras emociones, en la manera en que nos sentimos, percibimos y afrontamos nuestro día a día e, incluso, en los aspectos en los que centramos más esfuerzo o atención.

El otoño es una estación de cambios: cambia el clima, cambia el número de horas de luz, cambia la hora, pasamos de estar de vacaciones a suspirar por un puente...  y tenemos que adaptar nuestra rutina a todos ellos. Estos cambios pueden generar diferentes reacciones en nosotros, desde provocarnos un mayor grado de nerviosismo y estrés, hasta sentimientos más negativos o un estado de ánimo más bajo.

Se estima que el 30% de la población sufre el denominado Síndrome Depresivo Estacional o Depresión de Otoño.

Las alteraciones se producen también en nuestro organismo, afectando en mayor medida a  nuestros ritmos biológicos, provocándonos mayor hambre, sueño y un cansancio generalizado, resultándonos más difícil realizar muchas actividades en un día y necesitando más tiempo para realizar cada una de ellas. 

Por otro lado, el otoño es una vuelta a conectar con la intimidad, con la familia, la casa, con los lugares que nos inspiran seguridad y calidez. Después de un verano en el que vivimos "hacia fuera", el otoño nos invita a reconectarnos con nosotros mismos, volver a la rutina y evaluar cómo nos sentimos en ella, planteándonos  los cambios que queremos introducir.

¿Qué cosas podemos incluir en nuestro día a día para afrontar el otoño de una manera positiva?

 1. Adaptar nuestra actividad a la energía de la que disponemos. Los niveles de energía están muy relacionados con las horas de luz solar, por lo que deberíamos centrar el mayor número de actividades en las primeras horas del día, dejando las más livianas para las últimas horas de la tarde.

2. Pensar actividades que nos sean agradables y que a su vez nos aporten descanso, como leer, ver películas o charlar con nuestros seres queridos en un lugar confortable. De este modo estaremos pasando un buen rato a la vez que recargamos esa energía extra que necesitamos.

3. Potenciar esa mirada interior, dedicando unos minutos al día a pensar qué cosas de mi vida valoro como cálidas y cómo puedo introducir más calidez en mi vida.

4. Añadir color con pequeños detalles. Puede que los días cortos y el mal tiempo nos provoquen una sensación de oscuridad constante que podemos combatir con pequeños toques de color: Una taza alegre para desayunar, post-it originales para la oficina, una corbata divertida o una manta calentita con tonos alegres pueden introducir luz en esos días en los que nos cuesta verla.

5. Buscar actividades únicas del otoño. Cada estación tiene algo especial que nos invita a hacer actividades únicas Encontrar las que nos sugiera el otoño y planear realizarlas, nos ayudará a afrontar esta estación de una manera más optimista. Una ruta por la sierra para disfrutar las primeras nevadas, un paseo por El Retiro para observar los tonos ocres que toman las hojas, comprar un cucurucho de castañas asadas mientras paseamos... Seguro que a cada uno se le ocurren miles de opciones.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga

 

Mi concepción de la pareja

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El concepto de pareja parece ser tan universal que su definición nos resulta innecesaria. Muchas veces partimos de la base de que si se trata de un concepto tan arraigado en nuestra especie y todos sabemos lo que es una pareja, la definición ha de ser clara y unánime. Sin embargo, si preguntáramos a cada persona por una definición de pareja, cada uno haría hincapié en un aspecto concreto, pondría el énfasis en algo diferente; incluso es probable que su concepto de pareja distara en algún aspecto del que su propia pareja posee. El concepto de pareja es un concepto tan genuino que involucra y resume gran cantidad de valores, concepciones y expectativas vitales que se encuentran en lo más profundo de las personas, haciendo de él algo enormemente heterogéneo.

Nuestra concepción de la pareja se nutre de una gran cantidad de fuentes: modelos que nos han influido, experiencias, historias, roles, mensajes de la sociedad y la manera que vivimos los cambios que en ella se suceden. Existen pues una gran cantidad de influencias que a lo largo de nuestra vida van configurando y puliendo nuestro “yo en pareja” y nuestro ideal de pareja.

 ¿Qué influencia tiene mi concepción de pareja en mi vida? Aunque no seamos conscientes, nuestro concepto de pareja guiará nuestra manera de aproximarnos y tratar a las personas con las que vislumbremos una posibilidad de conformar una pareja. Seremos así más activos o más pasivos, nos mostraremos siguiendo un rol social determinado u otro, nos mostraremos al descubierto o nos enfundaremos la mejor de las armaduras. Puede que incluso hagamos cosas que nunca habíamos hecho en otros aspectos de nuestra vida, respondiendo a ideas o mitos, sintiéndonos extraños en el rol que asumimos (¿por qué me muestro sumisa en pareja cuando en mi vida laboral soy líder?, ¿por qué me esfuerzo tanto en mostrar unos atributos cuando son otros los que más valoro de mí mismo?, ¿por qué siempre elijo un perfil de persona que no me conviene?).

Conocer nuestro concepto de pareja nos hará conocernos de una manera más profunda, nos ayudará en el proceso de buscar pareja, favorecerá la elección de una persona adecuada y dará lugar a una comunicación en la pareja desde la consciencia y la responsabilidad. 

 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

No perdamos nunca la ilusión

risa de niña

La ilusión es un sentimiento positivo que nos inunda cuando nos encontramos en una situación novedosa, muy deseada o con gran carga positiva para nosotros. Está muy relacionada con las expectativas, los planes y el futuro. Por eso, a veces la relacionamos tanto con la infancia,  con la emoción de descubrir, de construir, de poder hacer cosas, de crecer y darse cuenta de ello.

Parece que la sociedad de hoy ha perdido la capacidad de ilusionarse. La falta de salidas, los caminos que se cierran, las malas noticias que se suceden en los medios de comunicación crean un clima en el que la ilusión parece no tener cabida. Casi parece que la ilusión es patrimonio de aquellos inconscientes o insensibles que viven ajenos a la realidad.

Pero no podemos vivir sin ilusión. No podemos hacer de ella un sentimiento nostálgico de otro tiempo mejor, o de la niñez en la que los problemas de los mayores eran eso, de mayores.

La ilusión es algo de lo que tenemos que apoderarnos. Y para ello es preciso buscar nuevas ilusiones, quizá en las cosas más cotidianas.

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en qué cosas os hacen ilusión? Ese es el primer paso para encontrarla. Y cuanto más larga sea la lista, más fácil será que la ilusión se asiente en nuestro día a día.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

El poder del ahora

crece en las manos

Vivimos en una sociedad en continuo cambio, que siempre avanza, en la que las cosas duran poco y pronto se desechan por cosas nuevas. Buscamos siempre mejorar, la consecución de objetivos nos obsesiona y parece que nada es suficiente en un mundo en el que parece haber pocas limitaciones. Estamos tan inmersos en la vorágine del éxito, de la competitividad y la comparación con los demás que en ocasiones perdemos la conciencia del aquí y ahora. Vivimos en un futuro que nos gustaría alcanzar, al que poco a poco vamos añadiendo variaciones en función de nuestras necesidades y el resultado de ello es que perdemos la noción del presente: ¿Cómo estoy? ¿Me gusta el camino por el que estoy guiando mi vida? ¿Estoy conforme con las condiciones en las que me desenvuelvo? Son preguntas que no nos paramos analizar. Vivir siempre en el futuro, en los objetivos, en los ideales, nos hace separarnos de nuestra realidad, de lo que somos y estamos haciendo en este momento, perder la motivación y no valorar nuestra realidad.

Perdemos el proceso a favor de la meta, el cómo por el qué y entre tanto podemos perdernos a nosotros mismos.

Dedicar un espacio a evaluar nuestro presente, las emociones que nos surgen en el día a día, los pequeños logros que realizamos, los obstáculos que nos encontramos y la manera que hacemos de ellos un aprendizaje, nos hace conectar con nuestra realidad, con lo que nos está ocurriendo y con los pequeños avances que realizamos como personas. Valorarnos por lo que somos, con nuestra historia y nuestros sueños y nuestros objetivos, y no por lo que seremos, es la mejor manera de que encontremos en nosotros mismos la fuerza para construir un futuro ideal, desde una base real.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

La comunicación con los niños

comunicación con los niños

Cuando tratamos con niños muchas veces nos situamos en una posición que nos dificulta llegar a ellos, comunicarnos y entenderlos. Tendemos a sub o sobreestimar las capacidades de comunicar y entender de los niños,  evaluándolas siempre desde parámetros adultos.

Los niños poseen su propia manera de comunicar, adaptada a su nivel de desarrollo y a su manera particular de ver la vida, y debemos de atenderla y valorarla tal cual como es. Ellos pueden verbalizar generalmente sus problemas y sus preocupaciones, de una manera más sencilla a nivel verbal pero con gran riqueza de matices a nivel no verbal. Si escuchamos desde una visión de adultos, probablemente nos será difícil empatizar con los sentimientos del niño, al situarnos en un plano diferente. Permitirnos dejar nuestro mundo adulto a un lado y atender a los niños, tanto en su expresión verbal como no verbal, esforzándonos por comprender lo que sus alegrías, preocupaciones e inquietudes suponen para ellos, nos facilitará la comunicación y sentaremos una base de confianza a la vez que, como adultos, estaremos transmitiendo mensajes de gran importancia para la felicidad y autoestima de los niños: me importas, tienes derecho a sentir lo que sientes y me gusta que lo compartas conmigo.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga familiar y coach

¿Cómo facilitar un vínculo afectivo sano? Os damos 10 ideas para conseguirlo

"El amor auténtico se encuentra siempre hecho. En este amor un ser queda adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser. Es el amor que empieza con el amor."

José Ortega y Gasset

maternidad sara lancini

La mayor clave de la seguridad personal y del desarrollo de una autoestima sana en el futuro, es sentirse querido y valioso en la primera infancia. El amor es un alimento tan importante como el biberón.

Estudios con animales y con niños y niñas institucionalizados, hace años que lo confirman.

Establecer un vínculo afectivo con el bebé desde que está en el vientre materno y a lo largo de los primeros años de vida es esencial para la satisfacción de una necesidad que está en la base de la pirámide.

¿Qué podemos que tener en cuenta?

1. Habla al bebé con palabras cariñosas y suaves. Exprésale tus sentimientos.

2. Expresa sintonía con el bebé, si está muy alegre le responderemos muy alegres y le invitaremos a jugar, si está calmado le transmitiremos calma y la compartiremos con él, si está llorando o enfadado seremos tranquilos y le trataremos con ternura para intentar calmarlo, si está triste, le trataremos con consuelo, abrazándole mucho con dulzura...

3. Le atenderemos siempre que demande nuestra atención, sea con una emoción positiva o negativa, aunque sea con una palabrita si no podemos en ese momento estar a su lado.

4. Le tocaremos mucho, besos, abrazos, masajes, caricias. El sentido del tacto es el mayor vehículo para la intimidad emocional. 5. Nunca le pegaremos o le gritaremos, si debemos reñir lo haremos con firmeza pero no con descontrol.

6. Le dejaremos explorar su entorno de una manera segura, no haremos por el bebé lo que éste puede hacer por sí solo aunque sea con un poquito de esfuerzo. Le dejaremos que se guíe pro sus propios instintos para que desarrolle sus inquietudes y talentos, el bebé sabe lo que le atrae, lo que le interesa mucho mejor que nosotros los adultos.

7. Le diremos lo felices que somos con él, lo a gusto que estamos con él, resaltaremos lo que hace bien.

8. Si hace algo que debemos corregir, nunca le diremos "lo haces mal", sino que le ayudaremos a que lo pueda hacer bien.

9. No le compararemos con nadie, hermanitos o hermanitas, otras personitas. Es único igual que los demás son únicos.

10. Le enseñaremos a ser persistente, pero no exigiremos la perfección.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga educativa

Grupo Crece

Éxito y fracaso: una comparativa entre algunos animales y el ser humano

éxito y fracaso

En un taller sobre éxito y fracaso, un alumno me planteó que si echásemos un vistazo al mundo animal, el porcentaje de éxito en la caza del alimento era muy bajo en relación al porcentaje de fracaso. Sin embargo, los seres humanos y más en nuestra sociedad donde los valores de competitividad y los modelos de éxito están sobre estimados y desvirtuados, no admitimos el fracaso.

La época de vacas gordas y el aprovechamiento por parte de las empresas para activar un consumo banal y sinsentido, nos ha llevado a valorar el éxito como algo imprescindible en la vida, y valorar solamente un determinado tipo de éxito basado en tener más que en ser.

Quedarse en paro, perder la casa, tener que apretarse el cinturón y no poder mostrar a los vecinos, o familiares lo bien que nos va con esas súper vacaciones, ese cochazo o esa casa en la playa que nos estamos planteando vender. En lugar de sincerarnos y decir simplemente: “ahora no podemos permitirnos ese gasto”, seguramente diremos: “la verdad, es que ya no nos gusta esa casa, se nos ha quedado pequeña y apenas vamos”.

Si volvemos al mundo animal y a la reflexión de nuestro alumno, George Schaller, el famoso naturalista alemán, estudio al león africano. Las hembras de león son formidables depredadoras. Han aprendido desde pequeña a perfeccionar el arte de la caza, sin contar con sus armas naturales: fuerza, velocidad, instinto y organización en grupo.

El científico, tras observar durante largos periodos a esos grandes felinos fue capaz de calcular porcentajes de éxito en sus intentos de caza, dependiendo de distintas variables. Los datos nos dicen que las leonas solo se convertían en festín en un 14% de los casos de los ataques a damaliscos, frente al 47% de los ataques a facóqueros, el 38% de los intentos contra cebras. Asimismo, calculó que una ofensiva desde los matorrales funcionaba el 41% de las veces, mientras el porcentaje de éxito era solo del 12% en campo descubierto. Además, la noche (33%) era más propicia que el día (21%). En todos los casos el porcentaje del fracaso es mucho mayor al del éxito.

Según información de wikipedia, el guepardo tiene un índice de éxito del 50%. Tiene una vista privilegiada, que aprovecha para observar a sus víctimas desde la distancia, tumbado en un promontorio o subiéndose a un árbol. Es paciente y tranquilo; sabe escoger su presa y esperar el momento adecuado. El león cuando está hambriento, desperdicia energías corriendo sin mucho tino detrás de las presas. El guepardo, en cambio, espera. Los guepardos, gracias a sus características aerodinámicas pueden alcanzar velocidades de más de 100 km/h en carreras cortas, lo que garantiza un alto porcentaje de éxito en sus cacerías. Se calcula que la mitad de sus intentos de caza acaban en capturas. También es cierto, y los amantes de los documentales bien lo saben, que el guepardo acaba tan exhausto después de cazar a una presa que en ocasiones no puede comerla y le es arrebatada por animales oportunistas.

El licaón, de la familia de los perros, habita en el continente africano. Además de estar en la lista de los más veloces, alcanza 72 km/hora, es considerado el mejor cazador del mundo, pues su porcentaje de éxito está entre 70 y 89%. Este gran título se debe a su estrategia de caza en manadas y relevos.

La naturaleza es dura con los éxitos y fracasos y los éxitos siempre suponen un gran esfuerzo, nos ofrece una gran dosis de humildad al respecto y nos enseña muchas cosas sobre el proceso hacia el éxito: esperar una ocasión adecuada sin precipitarse, trabajar en equipo, desarrollar las habilidades adecuadas para el objetivo al que me quiero dirigir. Podríamos concluir que aspirar a más de un 50% de éxito no es muy realista y que podría ser que lo que consideramos éxito no lo sea y lo que consideramos fracaso no lo sea tampoco, sería interesante revisar para nosotros mismos qué es éxito y qué es fracaso y que hago realmente para alcanzar el éxito y que hago o no hago para llegar al fracaso.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

La Vergüenza (Serie de artículos sobre las Reacciones a la crisis de España desde una perspectiva psicosocial)

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Reconocer la pobreza es muy duro si partimos de una situación de clase media o incluso acomodada, reconocer que ya nos cuesta llegar a fin de mes ante nuestros vecinos o familiares, reconocer el “fracaso” que se vive como propio aunque no lo sea exactamente, es muy duro y… primero se esconde.

Ha ocurrido, también, en otras circunstancias, muchos inmigrantes que se han visto sometidos a unas condiciones laborales de explotación y a unas situaciones de vida lamentables, de hacinamiento y hambre, y nunca lo reconocerían ante sus familias ajenas en sus países de origen de la auténtica realidad y que soñaban con una vida mejor para su hijo, su hermano, su padre.

Ahora, también, lo vivimos los españoles en un amplio porcentaje de la población.

Da vergüenza…da vergüenza decir: “soy pobre”.

La vergüenza es un sentimiento que nos lleva a evitar mostrar conductas que socialmente se consideran inapropiadas y, desgraciadamente en nuestro país, la pobreza se ha relegado a lo inaceptable por vergonzoso no por injusto. Quizá por la memoria histórica de la guerra civil y la posguerra, la pobreza es algo que ni queremos pensar. Todo lo que vemos en las películas de Buñuel puede que no esté lejos de nuestra realidad actual.

Nos vendieron que se podía y nos lo creímos y quizá vivimos por encima de nuestras posibilidades, quizá no quisimos ver lo que se avecinaba, quizá la sociedad abandonó cosas muy valiosas en pos de tener y acumular y aparentar, hace años que hablábamos de crisis de valores.

Y dejamos que los que nos dirigían lo hicieran sin tenernos en cuenta y creímos en ellos. Es fácil dejarse llevar cuando todo “va bien” aunque sea en apariencia, es humano y las personas respondemos así en épocas de abundancia. En realidad nos mueve más la privación que la abundancia, despierta nuestro ingenio y nuestra capacidad de adaptación pero cuando sobra… o parece que sobra… En España hemos vivido nuestro sueño americano.

La vergüenza nos lleva a ocultar y así no resolvemos, la vergüenza mina nuestra autoestima y así no resolvemos, la vergüenza nos lleva  a sentirnos 100% responsables y no lo somos.

El pasado sábado 27 de Abril acudía  ver una obra de mi compañero Fernando Gallego, que dirige La rueda, una asociación que lleva el teatro social a la calle y a las escuelas, “Los Rodríguez, una familia en crisis”, fantástica recreación psico-sociológica de una realidad que desgraciadamente cada vez se ve y se siente más cerca.

La vergüenza se supera atreviéndose a mostrar, dejando de ocultar, es difícil pero es el único camino. Y sin vergüenza tendremos una esperanza.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach