¿Estás triste? ¡Alégrate por ello!

Huimos de la tristeza. La aborrecemos, la despreciamos. Si no somos felices como perdices, hemos fracasado. Pues es un error, porque los momentos tristes son necesarios.

En nuestra sociedad la actividad, incluso excesiva, es lo más valorado, y no hay mucho espacio para la reflexión y la calma. La competitividad nos obliga a disimular nuestras vulnerabilidades y a taponarlas hasta anularlas. El “modelo femenino”, desde siempre más permeable a la tristeza y a las lágrimas, no es el apropiado para zambullirse en el ambiente laboral aún muy “agresivo” y tiene que modificar sus patrones para transformarlos en más “masculinos”. En nuestra sociedad se sobrevalora la felicidad y se la promueve por encima de todo, pero desde una perspectiva superficial y materialista que invita a estar siempre en la cresta de la ola. En este contexto no hay espacio para estar triste y llorar. Valoramos la tristeza  como un signo de “debilidad”, y en esta sociedad se protege de forma paternalista al débil… pero no se le valora. La tristeza no implica debilidad. La tristeza abre nuestra parte vulnerable, pero vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad, aunque en esta sociedad los hemos convertido en sinónimos.

La tristeza nos empuja a…

  • Pedir ayuda: Estoy triste, necesito de los demás, necesito apoyo y afecto”.

  • Tomar conciencia de las cosas: “Párate a sentir y a pensar. ¿Cómo estás? ¿Cómo será tu vida a partir de ahora? Debes seguir aprendiendo sobre ti”.

  • Resituarse en la vida: “Llora tu pérdida, tómate tu tiempo y dirige tu energía hacia la nueva vida. Saldrás fortalecido”.

Cada vez tenemos menos espacio para la tristeza, y si estamos tristes nos hablan de depresión. Entonces acudimos a las píldoras mágicas que nos sacan de forma artificial de nuestra tristeza, el famoso prozac y sus derivados. O directamente aprendemos a ocultar nuestros sentimientos de tristeza y nos anulamos emocionalmente, ya que si ocultamos la tristeza estamos cerrándonos a otros sentimientos. Cuando esto ocurre aflora una emoción, que es la del miedo, con todos sus primos hermanos de inseguridad, preocupación, insatisfacción, ansiedad, que únicamente están dando la voz de alarma, nos están avisando de que las cosas no están yendo bien, que estamos huyendo de nosotros mismos.

Y, es curioso cómo vamos “contra natura” una vez más, como en tantos otros aspectos en nuestra sociedad. Los neonatos saben llorar y expresar tristeza para “pedir ayuda y consuelo” desde el primer instante de sus vidas, si sienten hambre, dolor, si necesitan compañía… Porque la tristeza es la otra cara de la felicidad, y para llegar a ésta hay que conocer a aquélla.

¿Para qué  sirve la tristeza?

La tristeza es una de las emociones básicas más útiles en el ser humano. Ya Darwin en su libro La expresión de las emociones en el hombre y en los animales (1872), hace referencia a la tristeza como una de las emociones básicas universales presentes en el hombre y otras especies, independientemente del contexto ambiental o cultural.

Cumple una función adaptativa esencial que nos permite, en primer lugar, pedir ayuda. El individuo no sobrevive solo, necesita al grupo. Además, con las respuestas de consuelo naturales ante alguien que sufre fomentamos nuestros vínculos afectivos o recuperamos los que se habían enfriado. La tristeza aleja la ira de los otros y evita que se establezcan situaciones de conflicto, une al grupo. Estar triste sirve también para tomar conciencia de nosotros mismos y darnos cuenta del valor de las cosas, del valor de aquello que hemos perdido, sea un ser querido o un elemento importante en nuestro trabajo. Nos permite abrir la puerta al significado de la pérdida, hacer balance de nuestra vida y de nuestras metas, balance de nuestros errores y aciertos y darles el peso que se merecen. Nos ayuda a conocernos.

Y es que la tristeza aparece ante las “pérdidas”, de cualquier índole. Pérdida de un ser querido por fallecimiento, distancia o cambio de rol; pérdida de un estatus social o poder; pérdida de trabajo o de poder adquisitivo, de calidad de vida por una enfermedad o cambio en nuestras circunstancias; pérdida de bienes; pérdida de tiempo libre, de raíces o pilares importantes como ocurre cuando emigramos a otros países; pérdida de identidad personal, de ilusiones y objetivos… Esa tristeza nos sobrecoge y llega con un presente: nos permite darnos la oportunidad de mantener la energía en un momento difícil, para salir a flote, después, con las ideas más claras y con energía renovada para el cambio.

¿Cómo identificarla?

Ante estas u otros pérdidas, la tristeza funciona como un mecanismo para facilitar la regulación de la persona y reconstruirse ante el cambio, por ello, necesitamos de un tiempo de poca actividad y de reflexión, por ello, cuando estamos tristes, no tenemos ganas de hacer nada, corporalmente nos sentimos abatidos, cansados, la musculatura no responde, estamos sin fuerzas, sin apetito, nos replegamos ante nosotros mismos adoptando posturas defensivas y de autoprotección, las comisuras de los labios bajan y el tono facial disminuye, los párpados se entornan, y frecuentemente tenemos ganas de llorar.

La tristeza puede ir asociada a otros sentimientos como soledad, añoranza, ira, culpabilidad, autoreproche. Soledad:  nos sentimos desamparados sin ese objetivo, persona o actividad en nuestras vidas. Añoranza o nostalgia: tenemos pensamientos recurrentes de que el pasado fue mejor, nos abordan recuerdos positivos de lo que entonces vivimos. Ira: proyectamos la ira hacia la persona o situación que ha desaparecido en nuestras vidas: por qué no se tomaba su medicación, por qué no tuvieron en cuenta lo que yo necesitaba… Ira y autorreproche: nos enfadamos con nosotros mismos y nos reprochamos porque no fuimos capaces de cuidar más esa relación, porque no tenemos las características que piden en esa empresa, etc. Culpabilidad: y aparece el sentimiento de culpa: si yo hubiese estado más atento, me habría dado cuenta de que estaba enfermo, si yo me hubiese centrado más en el trabajo hubieran visto que soy la persona adecuada para ese puesto, si hubiese sido valiente en ese momento no me vería en esta situación…

¿Tristeza o depresión?

Cuando nos sentimos tristes durante una temporada, tenemos miedo a desarrollar una depresión. Pero la tristeza y la depresión no son la misma cosa, aunque las dos se confunden a menudo y alegremente se recetan y consumen antidepresivos y demás fármacos psicoactivos. Cuando hablamos de depresión hablamos de tristeza patológica, de un trastorno psicológico. La sintomatología de la depresión puede resumirse en los siguientes puntos, según el DSM, manual de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA):

  • Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, y casi cada día.

  • Disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades, la mayor parte del día, casi cada día.

  • Pérdida o aumento importante de peso sin hacer régimen (p.ej. más del 5% corporal en un mes), o pérdida o aumento del apetito casi cada día.

  • Insomnio o hipersomnia (sueño excesivo) casi cada día.

  • Agitación o enlentecimiento psicomotores casi cada día.

  • Fatiga casi cada día.

  • Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados (que pueden ser delirantes) casi cada día (no los simples autorreproches por estar enfermo).

  • Disminución de la capacidad para concentrarse, o indecisión, casi cada día (ya sea una atribución subjetiva o una observación ajena).

  • Pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a la muerte), ideación suicida recurrente sin o con un plan específico o una tentativa de suicidio.

Estos síntomas provocan “malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo”. En el caso de la depresión, estos síntomas…

a)      No son debidos a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p.ej. una droga, un medicamento) o una enfermedad médica.

b)     No se explican mejor por la presencia de un duelo.

c)      Persisten más de dos meses o se caracterizan por una acusada incapacidad funcional, preocupaciones mórbidas de inutilidad, ideación suicida, síntomas psicóticos o enlentecimiento psicomotor.

Es cierto que una tristeza mal resuelta llevarnos  a una depresión. Pero en un primer momento la tristeza debe aceptarse y resolverse sin ningún fármaco.

6 Pautas para volver a sonreír

Es importante darse tiempo y espacio para ese duelo y expresar este sentimiento. Y también pedir ayuda y buscar el consuelo de una mirada sin juicio, un abrazo, que nos va a facilitar el llanto y el desahogo.

Algunas de las pautas a seguir en un proceso de tristeza por la pérdida de algo valioso son:

  1. Aceptar la realidad de una pérdida: eso ya no está a mi alcance, no lo puedo obtener, se ha ido…

  2. Sentir el dolor y la tristeza ante la realidad de la pérdida, no huir de ella y dejar que nos hable de nosotros, de nuestras necesidades y valores. Escuchando nuestros sentimientos de pérdida aprenderemos mucho de nosotros mismos.

  3. A veces solos no podemos. Busquemos el apoyo de personas cercanas que nos consuelen y entiendan nuestros momentos para llorar y aceptar ese sentimiento.

  4. Aceptar que aparezcan otras emociones como la rabia, la culpa, incluso la risa ante algo divertido.

  5. Ir adaptándose al ambiente en el cual falta el ser que murió, o las circunstancias que ya no tenemos, a través de la actividad: ejercicio, alguna afición, dejando espacio para propiciar otros estados emocionales.

  6. Y sobre todo, démonos tiempo. La tristeza natural tiene un proceso y no debemos forzar una salida brusca de ese sentimiento.

Recordemos que la felicidad es la otra cara de la moneda: sin tristeza no podremos ser felices de verdad.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

www.grupocrece.es

Artículo publicado en www.psicologiapractica.es

Nuestro vídeo corporativo

CRECE es un gabinete psicológico con sede en Madrid. Sus profesionales desarrollan su labor en el ámbito de la psicoterapia, el coaching y la formación en habilidades. Trabajamos para conseguir que las personas se conozcan mejor y se sientan bien consigo mismas, abriendo camino al cambio y a la evolución. 

En el blog de Crece podrás conocer aspectos relevantes sobre el desarrollo personal y profesional, resolver tus dudas, reflexionar y abrir debates sobre temas relevantes para nuestras vidas.

Vídeo oficial de Grupo Crece http://www.youtube.com/watch?v=IV4lINZzqJ0

 

Comunicación no verbal: Más allá de las palabras

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La conducta no verbal nos da información del carácter de las personas, sus emociones e intenciones. Además, manifestamos y percibimos estos comportamientos en muchos casos de forma automática e inconsciente.

La postura y los movimientos, la activación fisiológica, la gestualización, la voz (volumen, inflexiones, tono emocional)… comunican más allá de las palabras.

La conducta no verbal cumple importantes funciones en la comunicación. Ilustra, acompaña, contradice o recalca el mensaje verbal, expresa en sí misma un mensaje como sustituto de las palabras, regula los flujos de comunicación en las conversaciones, nos sirve de adaptador, controlando y manejando nuestros sentimientos y sirve de vehículo para la expresión de las emociones y para la comunicación siendo esencial en el establecimiento de los vínculos afectivos.

Birdwhistell, pionero en el estudio de la cinesis y movimiento corporal afirma que no más del 35% del significado del mensaje corresponde a las palabras.

En realidad, damos prioridad a lo no verbal frente a lo verbal a la hora de percibir el significado de un mensaje cuando existe incoherencia entre el mensaje verbal y el no verbal.

En la vida social, en el mundo laboral, en la educación de nuestros hijos, en la interacción con nuestra pareja o familia, una comunicación eficaz a nivel no verbal nos ayuda a tener más éxito en las relaciones y nos acerca a nuestros objetivos.

A comienzos del siglo XX psicólogos y antropólogos afirmaron que los movimientos corporales y expresiones del rostro no son fortuitos sino que se aprenden del mismo modo que una lengua.

Pero nos es sino a partir de la década de los cincuenta cuando se empiezan a estudiar estos aspectos de una manera más sistemática y a ser divulgados al gran público.

Existen pautas universales en la expresión no verbal (por ejemplo la expresión de las emociones y sensaciones) pero en gran parte, se trata de conductas aprendidas con gran influencia de factores culturales y personales. Por ello, el significado de la conducta no verbal se debe enfocar teniendo en cuenta el conjunto de los gestos, su velocidad, duración, momento en el que se realiza, intensidad, etc. y el contexto en el que se dan, además de tener en cuenta las características individuales de cada persona.

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Cuando hablamos de la conducta no verbal nos referimos a aspectos corporales como: activación y tono muscular, respiración, ritmo, postura, orientación, distancia interpersonal, gestos de las manos, gestos de las piernas y pies, gestos de la cabeza, contacto físico y presencia física; gestuales como: expresión de las emociones, mirada, cejas, sonrisa, tensión-relajación facial, y paralingüísticos: tono emocional, timbre, resonancia, volumen, claridad, velocidad, inflexión y énfasis, pausas y silencios.

Como decíamos, gran parte de la información que suministramos a nivel no verbal es inconsciente: los gestos de inseguridad cuando hablamos en público o hacemos una entrevista de trabajo, los gestos de seducción que emitimos cuando alguien nos interesa, aspectos de nuestro carácter como la introversión o extroversión, gestos que denotan que estamos mintiendo o que somos fácilmente manipulables.

Todos estos elementos son entrenables, podemos aprender a observar en nosotros mismos y en los demás los diferentes aspectos de la conducta no verbal y podemos modificar con la autoconciencia y la práctica nuestra conducta no verbal y por tanto la imagen que damos de nosotros mismos y acercarnos así a nuestros objetivos.

Adoptar una actitud corporal diferente también nos sitúa en un plano diferente en cuanto a cómo nos sentimos y a nuestra capacidad para afrontar determinadas situaciones.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

 Grupo Crece

Arteterapia: El arte de mirar con el corazón

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La terapia a través del arte, conocida como Arteterapia consiste en el uso de diferentes disciplinas artísticas con finalidades terapéuticas. Se basa en la idea de que las representaciones artísticas contribuyen a la construcción de un significado de los conflictos psíquicos, favoreciendo así su resolución. Se utiliza la pintura, la escultura, el barro, los títeres, pero también la danza, el clown, la música, la fotografía, relajaciones, visualizaciones, afirmaciones, representaciones dramáticas, escritura creativa, trabajo con mandalas, cuentos, trabajo con la voz, expresión corporal, entre otras artes. Cada cual tiene su baúl de recursos, como en toda profesión, depende de la trayectoria del arteterapeuta y su bagaje personal, el que sea capaz de afrontar los retos de cada sesión.

Lucio Anneo Séneca (filósofo romano) dijo "Todo arte es imitación de la naturaleza" y es que pintar, dibujar o moldear un trozo de arcilla es natural e innato desde nuestra más tierna infancia, donde tan solo creábamos y jugábamos y todo era perfecto, hasta ese castillo de arena torcido o esa muñeca coja y con poco pelo. A los ojos de un niño, cualquier cosa sirve para jugar, y todo vale. Algo tan natural que conforme vamos creciendo se va cohibiendo, en general, por que las normas que rigen lo que supuestamente esta bien hecho o mal hecho nos empañan la mirada. Perdemos esa forma de mirar con el corazón, de valorar las cosas, con esa inocencia en que se acepta todo tal y como es, tan solo por que es genuino.

Una vez, una maestra le dijo a un niño de 3 años mientras realizaba un dibujo de temática libre: "¿porque lo pintas todo lila? ¡Eso no puede ser! Siempre lila, ¡utiliza otros colores! ¡Me tienes harta!" Podríamos pensar "para él tendría un sentido, tal vez su estado emocional interior le pedía pintar con ese color, sin que eso tenga que significar nada", pero la maestra estaba "corrigiendo", más bien cohibiendo su natural predilección por ese color y tapando así la oportunidad del niño a  expresarse libremente.

Todo lo contrario a como se trabaja con arteterapia, aquí no se busca un resultado final ni estético, lo importante es como nos sentimos al hacerlo, qué pensamientos aparecen en nuestra mente, qué nos evoca, qué nos puede replantear de nuestra verdad interior. Como dijo Franz Marc (Pintor alemán) “El arte no es sino la expresión de nuestro sueño, el que más se entrega a ellos es el que más se acerca a su verdad interior". Y es que en arteterapia cualquier disciplina artística nos sirve de herramienta para acercarnos a nuestra verdad, sea cual sea, la podremos explorar, sentir y expresar, sin que tengamos que ponerle ninguna etiqueta, ni juicio, tan solo observar qué nos está diciendo, escucharla y reflexionar. Eso de por sí solo, ya es mucho.

Todo esto se da en el juego que se establece entre arterapeuta  y paciente, en un espacio cómodo y de confianza, y como en todas las sesiones, con unas consignas para empezar, continuar y acabar. Y al final, un cierre para recoger toda la experiencia y asegurarnos de que el trabajo es contenido para su posterior elaboración en la sesión siguiente.

Nos sorprenderíamos al ver lo que puede hacer surgir el arteterapia de nuestro interior. No solo sirve para exteriorizar nuestros sentimientos sino para sanarlos. La arteterapia se dirige a cualquier persona que desee mejorar su estado anímico, fortalecer la autoestima, despertar las facultades del hemisferio derecho de nuestro cerebro y desarrollar su potencial creativo. También es una vía de crecimiento personal para aquellas personas que quieran conocerse más a sí mismas, superar una separación o una muerte, por ejemplo. Se aplica en casos de integración escolar, donde la pluralidad de orígenes de los inmigrantes se encuentran delante de un mural para pintar y se comunican desde la perspectiva de que todos somos iguales a la hora de crear. Personas con TDH (trastorno de déficit de atención con hiperactividad), síndrome de dowm, fibromialgia, depresión, adicciones, cáncer, personas en situación o riesgo de exclusión social, en casos de violencia de género o para reforzar los vínculos afectivos entre miembros de una misma familia. Una aplicación muy novedosa es la de potenciar el vnculo entre una madre y el bebé que lleva en el vientre, así como para que pueda superar sus miedos durante el embarazo y conectarse con su lado maternal y  femenino. El papá también puede entrar en juego y superar los miedos de una nueva responsabilidad así como entender y apoyar a la futura madre en sus continuos cambios a todos los niveles, físicos, mentales, emocionales y espirituales.

Anna Freijomil

Arteterapeuta y pintora

 

Cómo afrontar un despido

INEM

Con rabia e impotencia: me han despedido, es injusto, por qué me ha tocado a mí, nos estaban explotando, nos pagaban mal, toda la vida luchando en esta empresa y encima echan a quien más se lo merece…

Tendríamos ganas de arrasar con la empresa, de protestar, de cambiar el sistema, pero sólo con la rabia no podemos.

Con miedo: y ahora qué hago, tengo que pagar la hipoteca, me quería independizar con mi pareja, no quiero que a mis hijos les falte de nada, ya tengo una edad, sólo tengo experiencia en este sector y con la crisis está fatal…

El miedo nos lleva a la defensa, la protección o la huída, nos bloquea, nos impide ser proactivos y pensar en soluciones razonables, nos lleva a evitar enfrentarnos a situaciones ya que pensamos que no tenemos recursos para ello.

Con tristeza: no valgo para nada, ni para sacar adelante a mi familia, no tengo ganas de nada, no me han llamado de ninguna de las ofertas a las que me apunté, no consigo levantarme por las mañanas, me presionan la familia y la pareja, no sé que hacer con mi tiempo…

La tristeza aparece ante la pérdida de algo valioso, poder adquisitivo, estatus, sensación de valía personal… La tristeza afecta a la autoestima y nos lleva a la inactividad.

Con vergüenza: soy un “parado”, qué pensará la gente de mí, qué pensará mi familia, cómo se lo voy a decir, voy a callarme un tiempo a ver si encuentro algo, qué vergüenza que me vean en la cola del paro o paro las mañana paseando por el barrio… La vergüenza nos bloquea.

Con culpa: he fallado a mi familia, he fallado a mis amigos, debería haber sido más sumiso en el trabajo, debería haberme esforzado más, por qué tuve que protestar aquel día… La culpa nos llena de remordimientos.

La rabia, el miedo, la tristeza... son sentimientos habituales y naturales cuando sufrimos un despido pero que no facilitan el acceso a un nuevo trabajo. La vergüenza y la culpa también son respuesta a nuestra necesidad de ser aceptados por el grupo y la sociedad pero no facilitan el cambio. Estas emociones no podemos anularlas, pero quedarnos sólo ahí no nos ayuda a solventar la situación. ¿Qué podemos hacer entonces?

Éstas son algunas recomendaciones para afrontar ese momento de shock emocional:

  • Transmitir la información a la familia lo antes posible, no ocultarlo socialmente. Hacerlo, no desde una posición o rol de víctima o desde un rol demasiado relajado con un chiste, sino abordarlo con naturalidad y seriedad.

  • Tomar unos días de descanso para asumir la noticia, descansar y expresar la preocupación, la tristeza o el desánimo.

  • Buscar tiempo para pensar qué es lo que me gustaría hacer, qué cosas se me dan mejor, cuales son mis puntos fuertes y puntos débiles en el terreno laboral y en las competencias personales asociadas.

  • Transformar los pensamientos negativos, muchas veces irracionales, en pensamientos constructivos.

  • Hacer actividades agradables que reactiven los estados emocionales positivos, retomar alguna de las aficiones que no podíamos hacer debido a las obligaciones profesionales.

  • Reactivar nuestra red de contactos o construir una red de contactos: desde sociales y familiares a contactos profesionales, no sabemos de donde puede venirnos una oferta o una información relevante.

  • Acudir a cursos de formación o procesos de coaching en las áreas técnicas o de habilidades personales en las que necesitemos refuerzo.

  • Planificar la búsqueda de trabajo como un trabajo en sí mismo, con un horario y unos objetivos concretos. Se puede empezar con una tormenta de ideas para buscar opciones de trabajo y después de seleccionar las ideas más productivas se pueden escribir los objetivos y el plan de acción y establecer una agenda. Para ello también podemos pedir consejo o ayuda a personas relevantes de nuestro entorno.

  • Actualizar el currículum y preparar cartas de presentación o de recomendación.

  • Entrenarse en entrevistas de trabajo para adaptarse a los objetivos del puesto y manejar situaciones incómodas como ¿por qué te despidieron’ ¿Por qué accedes a un trabajo de menor categoría profesional de la que has tenido en otros puestos?, etc.

Afrontar un despido forma parte de un proceso de aprendizaje, que se inicia en la toma de conciencia y aceptación de lo que estamos sintiendo, para ir progresivamente asimilando la situación y saliendo del bucle a través de la acción y pensamiento resolutivos. Como todo proceso de aprendizaje lleva un tiempo y supone avances y retrocesos que nos tenemos que permitir.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

El miedo social más antiguo. El miedo a hablar en público.

hablar en público

La habilidad para hablar en público es una de las más complejas para el ser humano. Nos exponemos delante de un grupo de personas y se ponen a prueba nuestros conocimientos y habilidades.  La mayor parte de las personas sienten ansiedad a la hora de enfrentarse a un auditorio, es uno de los miedos más frecuentes, que afecta de manera clínica a un porcentaje muy amplio de la población (20 %).

Y no por falta de formación o conocimientos, incluso, aunque dispongamos de las habilidades necesarias, el miedo o tensión pueden bloquearnos y disminuir la eficacia de dichas presentaciones.

Cuando hablamos en público nos exponemos a la mirada del otro. La mirada fija y sostenida de otra persona es una experiencia de amenaza, no sólo para los humanos sino para muchos animales. Mirar para los monos implica estar buscando una lucha o pelea y retirar la mirada implica que dan por vencedor al adversario. Tanto un mono como un ser humano que es mirado fijamente muestran un ritmo cardíaco más elevado. Una de las dificultades para hablar en público es que nos exponemos a un conjunto amplio de miradas fijas.

“El contacto visual es lo que nos hace real y directamente conscientes de la presencia del otro como ser humano con conciencia e intenciones propias” J. P. Sartre.

El contacto ocular nos hace estar expuestos y vulnerables. Cuando cruzamos la mirada con otra persona no sólo sabremos cómo se siente el otro sino que el otro sabrá que nosotros lo sabremos y viceversa. Al ser observados cuando hablamos en público o en otras circunstancias nos exponemos a no gustar y esto en nuestra historia filogenética tuvo una gran relevancia, podíamos exponernos a ser expulsados del grupo o a ser vencidos y disminuir nuestro poder dentro del grupo.

Por otro lado, la mirada es un reforzador universal, ser mirados implica ser reconocidos y tenidos en cuenta, significa que se van a reconocer y solventar nuestras necesidades. En este sentido, la experiencia de enfrentarse a un público puede ser una de las más gratificantes. Los bebés responden antes a estímulos visuales que se parecen al ojo humano que a otro tipo de estímulos visuales ya que es muy adaptativo también para la supervivencia ser mirado y atendido. Les gusta ser mirados y mirarles refuerza su seguridad y su autoestima.

Afrontando las situaciones de hablar en público con las herramientas adecuadas podremos conseguir que en lugar de ser una experiencia amenazante resulte ser una experiencia agradable y gratificante.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

 

¿Tengo que ser guapo/a para ser feliz?

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Desde que tengo uso de razón me recuerdo rodeada de vestidos para las muñecas, para los recortables, para mí, de una antigua "Singer" y revistas para crear mis propios modelos, de esas que te venían con patrones dentro... También me recuerdo rellenita, y con mil complejos, por mis gafas, mis michelines, mis ojos pequeñitos... la moda y la creatividad para mí se convertían, aparte de una pasión, en una búsqueda de aquello que creía no poseer, mi propia "belleza".

La sociedad en la que vivimos no nos ayuda a tener una imagen favorable de nosotros mismos; de una forma inconsciente, se crean unos estereotipos, a los que contribuyen todos: diseñadores, prensa, marketing, nosotros mismos con nuestros comentarios... Creamos estos modelos con unas fuertes creencias del tipo "si no eres como la chica de la foto, no puedes ser feliz y para conseguirlo te ofrecemos el producto X". Yo también interioricé desde pequeña esas creencias de que para ser feliz tenía que ser guapa "como las chicas de las fotos", y el trabajo que elegí no me ayudó a desmentir esta creencia durante muchos años. Gracias a Dios, siempre he sido una persona con sentido común, y aunque me han influido estos mensajes no han sido determinantes en mi vida, como en la de otras personas, que han podido desarrollar enfermedades como trastornos alimenticios. Por otro lado, trabajando en la trastienda de la moda, no dejaba de sorprenderme el hecho de comprobar que estando tan cerca del mundo del "glamour" pocos son los que se sienten realmente satisfechos con su propia imagen. Creo que la mayor parte de las veces ponemos nuestro valor y autoestima más en los objetos que llevamos, el precio que hemos pagado por ellos, nuestro peso, edad, etc., que en nosotros mismos. Nos creemos que nos tenemos que parecer a las personas de físicos espectaculares que salen en los anuncios y empezamos a hacer cosas desde fuera de nosotros: dietas milagrosas, ejercicios, tratamientos... y gastamos fortunas en marcas de ropa y perfumes, que se supone, que, con un chasquido de dedos, tal y como nos dice la publicidad de "Gucci", nos van a convertir en "eso" que deseamos ser. Y ¿qué ocurre? Que no, que evidentemente no nos convertimos en eso porque no somos esas personas, somos otras personas diferentes; hemos perdido parte del sentido de la realidad, hemos desconectado de nosotros mismos, hemos dejado de escucharnos y nuestro cuerpo necesita otras cosas diferentes para estar bien; lo único que conseguimos, si seguimos desconectados, es alejarnos de nosotros mismos intentando ser otras personas diferentes a lo que somos de verdad, y sobrevalorando un aspecto de nosotros mismos dejando de lado otros, igual de importantes o más. Creo que cuidarse es fundamental para tener una sana autoestima, pero existe una gran diferencia entre un sano cuidado y la obsesión de nuestra sociedad por la imagen. ¿Qué pasaría si en vez de dar por sentado que nos tenemos que parecer a esos modelos, cada vez nos escucháramos más? ¿Si decidiéramos vernos y aceptarnos tal y como somos, mimarnos y amarnos? Nuestro cuerpo refleja la relación que tenemos con él; para mejorarla el primer paso que podemos dar es aprender a mirarnos sin juzgarnos, aceptar lo que vemos tal y como es ahora, y entender que en el momento en que cambie mi relación con él, éste, agradecido, empezará a mostrar lo mejor de sí mismo. Estas reflexiones, este mundo ilusorio de la imagen y el glamour, y todo el engranaje mediático, fueron los motivos de peso para empezar a investigar, primero en mí misma, y más tarde formándome como profesional para crear "Ilumina TU Imagen", que con el tiempo se convertieron en la "necesidad" de trasmitir el mensaje de que "somos mucho más que nuestra apariencia". En los talleres que imparto invito a mis clientas a aprender a verse de forma "objetiva y amable", a conocerse tanto por fuera como por dentro, a auto-observarse, a incluir el juego y la diversión con su cuerpo e imagen, a cuidarse y a introducir hábitos saludables en todos los ámbitos, desde la comida sana a las buenas relaciones. En los diferentes módulos, vamos tocando todos los temas relacionados con la imagen: colores, estilo, líneas de ropa que mejor les sientan a cada una, etc...de manera que aprenden a sacarse más partido a su aspecto exterior y, por otro lado, los temas relacionados con las cualidades personales, la relación que tenemos con nuestro cuerpo, aquello que las hacen personas únicas y especiales, a disfrutar de su diferencia...poco a poco van descubriendo a ser sus mejores amigas, aprendiendo a valorar su imagen en su justa medida, aprendiendo a poner conciencia en su forma de verse tanto por dentro como por fuera, aprendiendo a sentirse personas bonitas. Me gusta la creatividad a la hora de vestirme, me gusta mirar revistas y pasarelas, pero desde esta nueva perspectiva, desde el auto-conocimiento y apreciación, si no, carece de sentido, y es así como enfoco mi trabajo con mis clientas, desde el amor propio y respeto por ser quienes son.

Gema Gómez de Pablo

Diseñadora de Moda y Coach 

 

Teatro: Una necesidad de comunicar desde lo profundo

foto artículo Fernando Gallego

¿Qué motivación tenían Antonio Banderas o Nicole Kidman para convertirse en actores? ¿Qué es lo que hizo que cualquiera de los grandes intérpretes que conocemos se decidiera a estudiar teatro? Probablemente para la mayoría de nosotros exista una distancia insalvable con ellos, dada la fama y nivel que poseen, y sin embargo es muy probable que la necesidad que les empujó a hacer teatro esté más cerca de nosotros de lo que podríamos pensar. Y es que esa necesidad es común al ser humano.

A todos los que somos actores nos han hecho alguna vez esa pregunta. ¿Por qué quieres hacer teatro? La primera vez, seguramente, el día que tan idealistas como inexpertos, nos presentábamos ante las grandes escuelas de interpretación. La respuesta casi siempre era la misma: Poder expresarme, contar lo que soy y lo que siento, transmitir y conectar con el resto del mundo a través del teatro.

Se trata, sencillamente, de una necesidad expresiva. Y, ¿acaso hay alguien que no tenga esa misma necesidad? Más aún en estos días en que parece haber una tendencia generalizada a reprimir una gran parte de nuestros impulsos: Nos callamos lo que pensamos por no generar conflictos, ocultamos los sentimientos que nos hacen parecer débiles, escondemos la rabia y la guardamos para nosotros. La costumbre de gestionar en privado todo lo que nos sucede, en lugar de exponerlo y contrastarlo con nuestro entorno, nos distancia por un lado de la realidad y por otro de nosotros mismos. Quizá por eso nos hallemos todos en esa carrera constante por encontrar formas de reconciliarnos con nuestro interior, de conectar con lo profundo.

Esa función liberadora la cumplen de sobra multitud de prácticas artísticas, y todas ellas desde la expresión. El teatro nace precisamente de esa necesidad de acercarnos a la dimensión oculta de la vida, proponiéndonos un viaje en busca de la autenticidad del ser humano. Y para que ese viaje tenga un buen final, para que el público pueda alcanzar el estado catártico, que Aristóteles definía como una purificación del alma o estado superior de consciencia, se necesita que los actores estén preparados para ejercer de guías.

Pero el aprendizaje del actor de teatro no consiste en una mera formación técnica. Ha de emprender su propio viaje particular, encontrarse consigo mismo y prepararse para ser un auténtico vehículo expresivo. Expresivo de su Yo más profundo. Para esta labor el actor se entrena mediante la creación de personajes, la improvisación, la intervención en situaciones dramáticas y la representación. Se ejercita en su capacidad de conectar consigo mismo y por ende, con el espectador. Y aunque se ha dicho siempre que el teatro es mentira, que el actor no dice la verdad cuando interpreta, en el teatro sabemos que el gran actor es aquel que, conectando con lo más sincero de su interior, consigue llegar al corazón del público. Luego no hay mentiras en el teatro, sino honestidad. Y por suerte para todos, esa función liberadora o de comunicación autentica es accesible para cualquiera que experimente los beneficios del juego teatral y los ejercicios expresivos.

El juego, entendido como experiencia creativa, desempeña un papel fundamental en el proceso liberador del teatro, ya que nos entrena para encontrar respuestas a situaciones complejas o que en algún momento han generado bloqueos en nosotros. Y eso surge, no de la racionalización de los acontecimientos, sino de la espontaneidad y la intuición con la que nos enfrentamos a ellos. Y el experimentar de manera espontánea nuevas vivencias produce un placer curativo en nosotros. Jacob Levi Moreno, precursor del psicodrama, definía la espontaneidad como "la respuesta adecuada a una nueva situación, o la nueva respuesta a una situación antigua". Pero como muy bien sabía Moreno, para que esto suceda es muy importante que la experiencia se viva en comunión con otras personas. El trabajo en equipo y la improvisación suponen un entrenamiento eficaz de escucha y empatía entre los actuantes, donde cada cual se ha de hacer responsable de sus actos, ya que toda acción tiene una consecuencia en el otro. Medirnos en esta experiencia nos pone los pies en la tierra, nos acerca al otro, y nos da una nueva perspectiva tras el aprendizaje.

Y aunque no sepamos que contestó el talentoso Javier Bardem, cuando llegó a una gran escuela de teatro, ni en qué gran producción de Hollywood se halla ahora embarcado, si podemos compartir con él el mismo impulso universal de crecer como personas, conocernos mejor y mostrarnos al mundo de la forma más honesta posible. Algo que sin duda, ha de estar al alcance de todos nosotros.

Fernando Gallego

Actor y terapeuta gestalt

 

Superación personal. Las claves para superarSE

La superación personal tiene que ver con el esfuerzo, con la capacidad de autodisciplina, la capacidad de planificar metas y objetivos concretos. Si no hay disfrute y placer la superación pierde todo sentido. Cualquier persona necesita estimulación y movimiento, novedades y percepción de autoeficacia. Conseguir estos logros provoca una de las mayores expresiones de la alegría: el orgullo y no lograrlo conlleva frustración.

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