La conducta no verbal nos da información del carácter de las personas, sus emociones e intenciones. Además, manifestamos y percibimos estos comportamientos en muchos casos de forma automática e inconsciente.
La postura y los movimientos, la activación fisiológica, la gestualización, la voz (volumen, inflexiones, tono emocional)… comunican más allá de las palabras.
La conducta no verbal cumple importantes funciones en la comunicación. Ilustra, acompaña, contradice o recalca el mensaje verbal, expresa en sí misma un mensaje como sustituto de las palabras, regula los flujos de comunicación en las conversaciones, nos sirve de adaptador, controlando y manejando nuestros sentimientos y sirve de vehículo para la expresión de las emociones y para la comunicación siendo esencial en el establecimiento de los vínculos afectivos.
Birdwhistell, pionero en el estudio de la cinesis y movimiento corporal afirma que no más del 35% del significado del mensaje corresponde a las palabras.
En realidad, damos prioridad a lo no verbal frente a lo verbal a la hora de percibir el significado de un mensaje cuando existe incoherencia entre el mensaje verbal y el no verbal.
En la vida social, en el mundo laboral, en la educación de nuestros hijos, en la interacción con nuestra pareja o familia, una comunicación eficaz a nivel no verbal nos ayuda a tener más éxito en las relaciones y nos acerca a nuestros objetivos.
A comienzos del siglo XX psicólogos y antropólogos afirmaron que los movimientos corporales y expresiones del rostro no son fortuitos sino que se aprenden del mismo modo que una lengua.
Pero nos es sino a partir de la década de los cincuenta cuando se empiezan a estudiar estos aspectos de una manera más sistemática y a ser divulgados al gran público.
Existen pautas universales en la expresión no verbal (por ejemplo la expresión de las emociones y sensaciones) pero en gran parte, se trata de conductas aprendidas con gran influencia de factores culturales y personales. Por ello, el significado de la conducta no verbal se debe enfocar teniendo en cuenta el conjunto de los gestos, su velocidad, duración, momento en el que se realiza, intensidad, etc. y el contexto en el que se dan, además de tener en cuenta las características individuales de cada persona.