Cuando llegan los hijos dónde queda la pareja...

La mayoría de las parejas recuerdan su noviazgo como una de las etapas más felices de su vida. Se trata de un periodo de emoción, descubrimiento, romanticismo y diversión. Sin embargo, es muy habitual, que se acabe sacrificando la diversión en la relación como consecuencia de la llegada de los hijos. Lo importante es comprender que es posible recuperar el disfrute y el ocio en las relaciones. Cuando no existe este tiempo entre los dos, se puede generar sentimientos de decepción, cansancio, estrés e inseguridad, que pueden derivar en verdaderas crisis de pareja o en conflictos personales por falta de tiempo para uno mismo.

Desde su nacimiento, los niños necesitan mucha atención y es el momento en que las necesidades individuales de cada progenitor, tienen que estar supeditadas, a los intereses comunes de su crianza y cuidado. El niño se convierte en el rey de la casa, el vínculo se prolonga en exceso y los padres no ven el momento de crear su propio espacio, un espacio que es necesario ganar, sin sentirse culpable, para recuperar parte de la vida en pareja y personal y un espacio que, además, beneficiará a los hijos, que también necesitan el suyo propio para empezar a desarrollar habilidades para su independencia.

Sin embargo, a veces, la falta de tiempo sólo constituye una excusa para cubrir una necesidad de otra naturaleza: dificultades de comprensión, la disminución de la actividad sexual con el embarazo y el postparto, las tensiones y el malhumor fruto del cansancio y de los cambios en la organización familiar, pueden hacer mella en la pareja. Resultará necesario descubrir dónde está el problema y encontrar la solución adecuada para cada caso.


Algunas claves para conciliar los niños y la pareja:


1. Hacer de la relación de pareja una de las prioridades. Los niños, el trabajo, las tareas domésticas, los amigos, la familia, las actividades comunitarias, las compras, la televisión, el ordenador, etc., compiten entre sí para robarnos el tiempo y energía. La relación entre dos progenitores determina la atmósfera de toda la familia por eso es fundamental que la relación entre adultos sea una de las principales prioridades. Ésta pierde posiciones en el escalafón y otras cosas se suman a la lista según avanza la vida por eso pueden surgir roces y distanciamiento. Al llevar la relación nuevamente a uno de los primeros puestos de la lista se consigue una mejora considerable.

2. Que cada uno asuma sus propias responsabilidades en la relación. Cada uno tiene que empezar a desarrollar su propio proyecto. Sólo hay una persona a la que se puede cambiar y es a uno mismo. A veces cuesta reconocer al otro tal y como es, pero no se puede ignorar que son dos personas distintas, con diferentes necesidades, inquietudes, deseos y miedos.

3. Mantener el respeto mutuo y la igualdad. Una relación sólo puede funcionar cuando cada miembro de la pareja respeta al otro y le ve como a un igual. Esto implica que el crecimiento y desarrollo de cada persona como individuo es y debe ser una prioridad para cada uno. Los puntos de vista distintos proporcionan distintas opciones a las parejas, cuando son combinadas, pueden fundirse para proporcionar una perspectiva más amplia y encontrar así soluciones creativas.

4. Potenciar la diversión y el ocio en pareja. Es fundamental facilitar espacios donde disfrutar solos y recuperar con ello la afectividad y la intimidad en la relación. Es necesario darse permiso para pedir ayuda a terceros para que cuiden esporádicamente de los hijos (canguros, familiares, amigos, etc.) y no sentirse imprescindible en ese espacio de tiempo. Aprender a tolerar la separación sin sentir miedo, preocupación o culpabilidad por ello es un proceso de aprendizaje.

5. Repartición de las tareas de forma equilibrada y consensuada. Es importante garantizar un reparto equilibrado de las tareas, de manera que ninguno de los miembros esté desbordado de trabajo. Una falta de equilibrio en esta repartición puede generar sentimientos de hartazgo, frustración, estrés, inseguridad, indefensión, etc.

6. Adquirir varios roles y no estar sujeto siempre al mismo. En relación con el punto anterior, es importante que cada uno pueda cambiar der rol a la hora de organizar y gestionar el cuidado de los hijos y el hogar. Los roles inflexibles e invariables pueden dificultar el equilibrio y una buena organización dentro del núcleo familiar, además de suponer un desgaste físico y emocional. 

7. Mantener una comunicación eficaz.  Comunicación horizontal y basada en el respeto. La escucha activa, el uso de mensajes en primera persona y la empatía son habilidades básicas necesarias para conseguir entendimiento mutuo y aumentar la cercanía, la conexión y la complicidad con la pareja.

8. Aprender a negociar con la pareja. Gracias a una comunicación eficaz se puede llevar a cabo habilidades de negociación para conseguir gestionar, pactar y organizar el tiempo y la repartición de tareas dentro del hogar.

9. Mostrar y expresar afecto mutuamente. Reforzar aspectos positivos del otro, hacerle sentir útil y valorado, infundir ánimos,  premiarse con elogios y afecto mutuamente, etc., fortalece a la pareja, alienta y aumenta la autoestima de cada uno, mejorando con ello el clima emocional en la familia. La intimidad se construye sobre la base del cariño, respeto, los ánimos y la comunicación.

10. Educar desde el ocio y la diversión. No únicamente desde la disciplina. La diversión y el sentido del humor nos acerca a los hijos y esto nos convierte en figuras de apego seguro y de mayor respeto para ellos. Mejorando el estado de ánimo se potencia la espontaneidad, la flexibilidad, desinhibición y el juego en familia, rompiendo con ello la rigidez y las rutinas excesivamente estructuradas.

11. Sacar tiempo para el ocio personal. Es necesario encontrar espacios individuales donde cada miembro de la pareja, por separado, pueda llevar a cabo sus propias actividades y hobbies que le ayuden a desconectarse por un momento del estrés diario. Esto potenciará su bienestar, autoestima e imagen personal y todo ello beneficiará a la relación y al clima familiar.

En definitiva, la llegada de un hijo supone grandes cambios en la pareja pero puede aprender a vivirse con gran ilusión y complicidad. Es un proceso que requiere un tiempo de adaptación. Un hijo supone compartir preocupaciones, alegrías, educación, problemas, satisfacciones, etc.: una serie de sentimientos que es necesario compartir con la pareja sin que ninguno de los dos quede al margen. El objetivo es vivir con intensidad cada etapa de los hijos, disfrutarlo y compartirlo sin olvidar de sacar un poco de tiempo para disfrutar a solas los dos.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga educativa

Grupo Crece