Pensemos por un momento, ¿Qué es lo más frecuente en casa, que mi hijo me escuche hablar de su padre/madre con una actitud respetuosa o con un tono despectivo?
Cuidar la forma en que nos referimos al otro miembro de la pareja de padres es importante. Lo es, además, independientemente de si como pareja estamos juntos o separados. Eso sí, matizando que nos estamos refiriendo siempre a relaciones en las que no hay ningún tipo de maltrato.
Cuando unos padres llegan a Grupo Crece preocupados por el estado emocional de su hijo, y comenzamos la terapia, suelo hacerles un esquema muy sencillo en un papel, en el que represento lo siguiente:
- En primer lugar les dibujo a ellos y simbolizo su relación de pareja con unos anillos (estén o no casados). Si se encuentran separados/divorciados hago una cruz encima de estos anillos.
- Después, trazo una línea recta de unos cinco centímetros por debajo de este dibujo.
- Debajo de la línea coloco a su descendencia. Puede que sean hijos de ambos y/o de uno de ellos, conformando en este último caso, lo que llamamos una familia reconstituida.
Les explico que lo que se encuentra por encima y por debajo de la raya son dos planos diferenciados aunque estén interrelacionados.
El de arriba es el terreno de la pareja, el “conyugal”. Tiene que ver con una unión/separación de dos adultos que deciden compartir/dejar de compartir sus proyectos personales.
El de abajo, tiene que ver con una unión que será para el resto de sus vidas. La “parentalidad”. Un vínculo que se caracterizará por la incondicionalidad y la responsabilidad en lo referente a los cuidados de los padres hacia esa descendencia.
Esta diferenciación, al menos en nuestra esfera mental, facilita el que nos podamos plantear una cuestión fundamental: ¿Cuál es la actitud más adecuada a nivel conyugal (seamos pareja o no) para que nuestros roles de padre/madre se vean fortalecidos y por tanto nuestros hijos estén mejor sostenidos y cuidados?
Cuando la relación de pareja goza de una buena salud, esta energía positiva se transmite en la relación con nuestros hijos y la enriquece. Al hablar del padre o de la madre de nuestros hijos con cariño, con respeto y, sobretodo y también, con admiración, le estamos dando valor a su figura.
Estamos reforzando que para ellos, su padre/madre sea un referente en el que apoyarse cuando tengan miedo o preocupaciones, una figura de autoridad respetada y aceptada, un refugio donde acudir cuando necesiten mimos y abrazos.
Pero cuando como pareja no estamos atravesando un buen momento o esta se ha roto definitivamente, es lógico que nos preguntemos “¿Por qué tengo yo que tener una buena relación con la otra persona si no me apetece o considero que no se lo merece?”
En realidad no se trata de forzar una relación de cercanía por el bien de nuestro hijo. Se trata de que la información que transmitimos a nuestro hijo de su otro padre/madre sea ”Información de calidad”.
Con “Información de calidad” nos estamos refiriendo a que en la medida de lo posible, intentemos con nuestra comunicación verbal y no verbal, devolverle a nuestro hijo una imagen digna o restable (si no nos es posible destacar algo positivo) de cómo percibimos nosotros que el otro ejerce su rol paterno/materno. Independientemente de los sentimientos que nos despierte este como nuestra expareja.
Cuando la situación a nivel conyugal es dura y delicada por estar atravesando una separación afectiva, es difícil e incómodo encontrar la forma de materializar esta actitud de cuidado a la imagen del otro progenitor. De cualquier forma, el que intentemos proteger a nuestros hijos no contaminando la figura (y por ende la relación) entre ellos y su otro progenitor, no es incompatible con que como padre/madre responsable que soy (y en privado), le exponga al otro con qué aspectos de su forma de criar a nuestros hijos no estoy de acuerdo.
¿Cuáles son los argumentos que sostienen la idea de que es necesario, no solo oportuno o aconsejable, esto de transmitir “Información de calidad” sobre el otro progenitor a nuestros hijos?
- Al intentar que las tensiones del plano conyugal, contaminen lo menos posible al plano parental, estaremos facilitando el que nuestros hijos puedan construir una buena autoestima.
- Cuando evitamos referirnos al otro progenitor desde un tono de tensión y reproche continuo, estamos favoreciendo que el ambiente en casa no se empobrezca y que nuestros hijos no teman compartir aspectos de su mundo emocional que les preocupan/avergüenzan por miedo a encontrarse con respuestas airadas o de incomprensión.
- Además, evitando enfrentamientos directos y continuas desvalorizaciones a la figura del otro, en las que a veces incluimos a los hijos “es que eres igualito a tu padre/madre, no lo tengo en casa pero ya te tengo a ti para recordármelo” (de forma más o menos explícita e hiriente) estamos protegiéndoles del sentimiento de culpa que les genera bloqueos emocionales que puede repercutirles en las distintas esferas de su vida (social, académica, afectiva). Ellos tienden a pensar “Discuten por mí/Si yo no existiera todo esto no habría pasado…”. Si escuchamos estas señales, no las dejaremos pasar, quitémosle esa carga que no les corresponde.
- Para cualquier hijo la figura de su padre y su madre son dos referente diferenciados pero imprescindibles ambos para sostener y generar su propia identidad. Cuando la imagen de uno de ellos es frecuentemente dañada por el otro, ocurren dos cosas nocivas: por un lado, queda debilitado el sostén emocional que esta figura supone para el hijo y por otro, se hiere seriamente la autoimagen del mismo porque todos los hijos sienten que de alguna forma se parecen a sus padres.
Los hijos necesitan límites, firmes y razonables. Y sobretodo unos padres que con su estilo para manejar la autoridad los sepan imponer de una forma constructiva y eficaz. Cuando la imagen del otro progenitor está seriamente dañada, dificultamos mucho la tarea de que este pueda ser un referente de autoridad y por tanto, que pueda contener y tranquilizar a nuestro hijo cuando y como este lo necesite.
Lograr acuerdos en el terreno parental en cuestiones relativas a la crianza es un reto constante. Será fundamental que en algunos aspectos básicos se haga un esfuerzo por acercar criterios y tener similares respuestas ante nuestros hijos. Y claro que nuestra autoridad se verá fortalecida si no nos desautorizamos frente a ellos. Pero es mucho más importante que nuestros hijos perciban y sientan una relación basada en el buen trato entre sus padres a que este respeto se sacrifique en nombre de imponer una única forma de educar como “la correcta”.
Pensemos también qué herencia emocional les queremos regalar, y esto se construye en el día a día. Si ellos viven inmersos en una convivencia tensa y asfixiante entre sus padres a nivel relacional, estarán aprehendiendo e interiorizando un modelo disfuncional para sus relaciones futuras. La forma en que tratamos a nuestros hijos es la forma en la que ellos están aprendiendo que merecen ser tratados por el mundo.
Finalmente y en resumen, creo que lo fundamental es que le transmitamos de corazón a nuestros hijos, con nuestros gestos cotidianos, e independientemente del momento que vivamos a nivel conyugal con su padre/madre, lo siguiente:
No te haremos elegir entre papá o mamá. No tendrás que sentirte asfixiado en un conflicto de alianzas.
Te dotaremos de unas alas robustas para que cuando lo necesites y desees, emprendas el viaje hacia tu propio autoconocimiento y crecimiento personal.
Terapeuta de familia