Un niño tiene que estar en constante movimiento, “es lo que toca”, no lo hace por “fastidiar”. Creer que un niño tiene un problema por ser movido o que es un mal niño y se porta mal, es un error: algo natural y evolutivo en un niño o niña se comprende mal y podemos estar perjudicando a ese niño por no saber como educarle y adaptarnos a él. Es necesario encontrar una sintonía emocional con el hijo, entendiendo su peculiar forma de comportarse y usar un conjunto de rutinas y otras estrategias educativas para estimular su autonomía y su desarrollo.
Vamos a daros algunas ideas para ayudar a vuestro hijo, para que consiga un mejor control de sí mismo, potenciar su confianza, autoestima y así pueda aprender a presentar una conducta más adecuada y aceptable para los demás.
1. Aspectos básicos:
El niño “movido o despistado” tiene que saber, en primer lugar, que es lo que vosotros y el resto de las personas mayores, que le rodean, esperáis de él. Debe saber que todos se comportaran con él de la misma manera y que no habrá diferencias entre los adultos que estáis a su cuidado. Por esto, es conveniente que consigáis un acuerdo entre todos de como vais a manejarle, qué cosas vais a tolerar y dejar pasar y qué cosas vais a exigir. Aquellos de la familia que tengan menos relación con el, también es necesario que cumplan las exigencias que se derivan de este acuerdo. La constancia y la coherencia son básicas.
- No os enfrentéis con él, intentad distraerlo cuando hace cosas que vosotros creáis que son inapropiadas o inoportunas. Procurar estar siempre lo más relajados que podáis y reaccionar siempre con calma. Recordad, si perdéis el control, ¡estamos perdidos!
- Animadle y aconsejadle para que aprenda entretenimientos, juegos y otras cosas con las que pueda distraerse fácilmente. Si lo conseguís, puede seros de gran ayuda.
- El último objetivo es llegar a conseguir conversar con él y poder hablar tranquilamente para intentar negociar sus comportamientos y de qué forma podéis (él y vosotros) conseguir la conducta más apropiada. Esto es siempre lo más eficaz y resulta mucho más útil que enfrentarse continuamente en peleas infructuosas e incómodas.
2. Ayudarle a escuchar
- Ponte a su altura y conseguir que mire a los ojos (girarle la cabeza, cogerle la barbilla, etc.).
- Necesita órdenes o instrucciones cortas y sencillas.
- Dadle una cosa a hacer cada vez.
- Hacedle repetir la orden que le has dado para hacer, después de habérsela dado.
- En ocasiones no siempre oye lo que le decimos y puede que se distraiga o se le olvide a mitad de camino. Paciencia.
- Ofrecedle un buen modelo de escucha activa, reflexiva y empática.
3. Revisar los límites:
- Reducid el nivel de exigencia y ser más flexibles . Evitar el uso recurrente del “no”.
- Anotad aquello que es importante insistir y aquello de lo que se puede prescindir ignorándolo (cosas más intrascendentes).
- Aprended trucos para distraerlo en situaciones difíciles, peligrosas, conflictivas: tener a mano una lista de ideas preparadas, cajón de juegos u objetos, etc.
- Dadle avisos previamente.
- Hacedle partícipe en tareas cotidianas planificando una gratificación.
- Apartadle de vosotros durante unos momentos ante situaciones límites de tensión en un conflicto.
- Facilitaros un descanso y favoreced un cierto enfriamiento para ambos: “Rincón de la calma”.
- Elogiadle y alabadle las conductas positivas, correctas y adecuadas (reforzar lo que hace bien no sólo corregir lo que hace mal): “Lista de cualidades positivas”.
- Encontrad recompensas apropiadas: claras y evidentes, entregadas inmediatamente después de la acción. “Lista de cosas que más le gustan”. La “atención” es uno de los reforzadores más potentes para los niños.
- Reglas explícitas, simples y directas para que las comprenda, y positivas para estimularle a que colabore en lugar de castigarle por incumplirlas.
- Comenzad en las etapas fáciles que presentan problemas menores: concentrarse en un solo problema por vez.
- Permitid que el niño se desahogue y queme su energía: buscar espacios (acotados o libres).
4. Ayudarle a concentrarse:
- Potenciad juegos en familia: conseguir que permanezca con vosotros jugando cada vez más tiempo.
- Aumentad el tiempo de dedicación a estos juegos.
- Utilizad juegos que favorecen “estar atento”: hacer una lista de cosas que más le gusten para trabajar con ellas (puzles, dibujos, pinturas, cuentos, libros, números, símbolos…).
- Realizad los juegos y dinámicas de relajación creativa.
- Animadle a hacer cosas por sí mismo: empezar con él algún tipo de actividad y dejarle que termine solo.
- Al principio ofrecedle tareas que requieran poco tiempo: ayudarle con relojes (analógicos, digitales, de arena) o cronómetros para medir tiempos cortos. Lenta y sucesivamente se va aumentando el tiempo de dedicación.
- Configurad un ambiente estructurado: estructurar y planificar el tiempo de manera que sea posible alternar secuencias de actividad-tranquilidad.
- Reforzad, animad y elogiad cada momento de concentración por pequeño que sea.
5. Los despistes:
- Organización y planificación previa: ayudarle a recordar tareas, obligaciones y responsabilidades.
- Control ambiental: señales y recordatorios (pegatinas, relojes con alarma, papel adhesivo de distinto color) para clasificar y asociar a las diferentes tareas y deberes que ha de realizar. Colocad estas marcas en lugares visibles y frecuentados por el niño.
- Supervisad con frecuencia y reforzad (elogios, halagos, puntos…).
- Observad más allá de lo que vemos: si el niño anda más despistado de lo normal quizá esté teniendo periodos de estrés, cansancio, irritabilidad, etc.
6. Problemas para irse a dormir:
- Dadle avisos y estimuladle con consecuencias positivas.
- Realizad los preliminares de forma regular y convertirlo en ritual: lavarse los dientes, preparar la ropa del día siguiente, abrir la cama…
- Relajarse antes de irse a dormir: ritual y modelo regular para las noches. Cuentos relajantes que despierten su atención mientras le acariciamos o damos un masaje.
- Terminar el día con algo positivo: contarnos algo agradable.
¡Ojo! que:
Es muy fácil sentirse frustrado porque no progresan lo que nos gustaría y enfadarse con ellos. Aceptar que nuestro hijo sea movido y despistado y que no se trate simplemente de travesuras puede ayudar a admitir sus comportamientos difíciles y a facilitar la convivencia.
Cada familia funciona de manera diferente y no existen reglas universales para educar, es probable que hayáis recibido muchos consejos sobre cómo disciplinar a vuestros hijos, la mejor guía es hacer simplemente lo que resulta más efectivo para vosotros y para vuestro hijo por lo tanto, estas sugerencias no pretenden convertirse en reglas, no reemplazan vuestro buen hacer ni vuestra sabiduría y tampoco intentan sustituir una ayuda profesional de acuerdo con las necesidades individuales del niño.
Psicóloga educativa