Las emociones no engañan

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Las emociones como la ira, el miedo, la tristeza…, todas ellas, son universales y también, lo son sus expresiones y gestos faciales y muchos de sus desencadenantes, por ejemplo la tristeza aparece ante las pérdidas, el miedo ante la amenaza de un peligro. Sin embargo, hay aspectos culturales o individuales diferenciales, que nos hacen inhibir las expresión, anular las emociones o exagerar sus expresiones o sentirlas con mayor o menor intensidad en diferentes circunstancias.

Las emociones se reflejan en la cara, voz y en cambios a nivel fisiológico. El cuerpo no nos engaña con relación a las emociones si aprendemos a escucharlo.

Paul Ekman identificó los movimientos musculares implicaos en cada una de las emociones básicas (primarias) y algunas emociones secundarias. Se denominó sistema de codificación de la actividad facial (FACS, ref. P. Ekman). Ekman habla de que a través de las emociones no podemos engañar, ante cualquier evento o situación reaccionamos emocionalmente de manera abierta o de manera disimulada, en este último caso aparecen lo que él denominó microexpresiones. Las microexpresiones pueden durar 3/4 de segundo pero revelan lo que realmente sentimos.

Movimientos faciales de algunas emociones básicas siguiendo a Paul Ekman.

MIEDO

Eleve los párpados superiores al máximo, y, si se ve capaz, tense ligeramente los inferiores; si la tensión de los inferiores interfiere en la elevación de los superiores, entonces céntrese únicamente en la elevación de los superiores.

  • Abra la boca, deje que la mandíbula caiga, y estire los labios horizontalmente hacia las orejas.

  • Si tras intentarlo varias veces, no lo logra, limítese a dejar que la mandíbula cuelgue abriendo la boca y no intente estirar los labios horizontalmente.

  • Con los párpados superiores alzados al máximo, mire hacia delante y levante las cejas también al máximo. Vea si al mismo tiempo que las levanta, puede juntarlas. Si no puede realizar las dos acciones, sólo levántelas junto con los párpados superiores.

TRISTEZA

  • Mantenga la boca abierta y caída.

  • Baje las comisuras de los labios.

  • Manteniéndolas abajo, intente levantar las mejillas, como al entrecerrar los ojos. Eso tirará de las comisuras de los labios.

  • Mantenga la tensión entre las mejillas elevadas y las comisuras de los labios hacia abajo.

  • Mire hacia abajo e incline los párpados superiores.

  • Tire hacia arriba de las comisuras interiores de las cejas, pero sólo en el centro, no con toda la ceja.

  • También será de ayuda juntar y levanta las cejas en el centro.

  • Mantenga la mirada baja y los párpados superiores caídos.

IRA

Baje las cejas y júntelas: asegúrese de que los extremos interiores de las cejas descienden apuntando a la nariz.

  • Manteniendo las cejas como se ha descrito, intente abrir mucho los ojos de forma que los párpados superiores empujen contra las cejas descendidas, endurezca la mirada.

  • Una vez que esté seguro de que está realizando los movimientos de cejas y párpados, relaje la parte superior de la cara y concéntrese en la parte inferior.

  • Apriete los labios y ténselos; no los frunza, limítese a apretarlos uno contra el otro.

  • Una vez esté seguro de que está realizando correctamente los movimientos de la parte inferior de la cara, añada los de la parte superior bajando las cejas, juntándolas y levantando los párpados superiores para producir una mirada fija.

ALEGRÍA

  • Estire las comisuras de los labios hacia arriba y abra la boca sin soltar la tensión lateral.

  • Enseñe los dientes de la parte superior, elevando los labios en la parte central.

  • Frunza los ojos y cejas en la parte lateral.

La expresión facial como por arte de magia, provoca la sensación corporal de la emoción y si mantenemos un buen rato esta expresión podemos conectar con el sentimiento (aspecto mental de la emoción).

Si realizas este ejercicio presta atención a las sensaciones de la cara, estómago, pecho, garganta, manos y piernas. Observa la respiración y si la cara y las manos están frías o calientes o si se produce algún pensamiento o movimiento corporal.

Esta experiencia nos puede ayudar a identificar nuestros parones fisiológicos y corporales de las emociones y permitirnos identificarlas en situaciones cotidianas. Por otro lado, si forzamos una expresión facial es fácil que nos auto-provoquemos la emoción, es una manera de conseguir estado emocionales positivos o salir de los negativos.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Referencia: Ekman, P: ¿Qué dice ese gesto?. RBA libros, 2004, Barcelona.

VIVIR SIN MIEDO

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El miedo, nos sirve, es un mecanismo de defensa y de alerta de nuestro organismo, nos protege de peligros, nos avisa de que algo va mal y debemos reconducir nuestra vida, sí, pero cuando el miedo se nos va de las manos…, cuando aparece en situaciones en las que no hay amenaza real de peligro…, cuando se manifiesta de manera crónica día tras día en nuestra vida…, nos condiciona hasta tal punto que es el mayor obstáculo para la felicidad y realización personal. Muchas de las personas que acuden a mi consulta tienen miedo. Un miedo irracional que merma sus posibilidades, baja el autoconcepto y la autoestima y les lleva a tomar decisiones inadecuadas en sus vidas. Todas estas personas presentan un potencial que ellas mismas no ven o si lo ven no se sienten capaces de desarrollar.

El miedo, además, no entiende de sexo o de edad, cualquier persona, hombre o mujer, más joven o menos joven, puede desarrollar miedos irracionales. Es independiente de nuestro nivel social, o de nuestro nivel intelectual, del aspecto físico que tengamos o de la situación económica.

Ana de 21 años, lo tiene todo para triunfar, es guapa y muy inteligente, estudia lo que más le gusta, medicina, pero es tan exigente que nunca está contenta, no puede concentrarse en sus estudios, el miedo a que las cosas no sean perfectas la paraliza y no saca partido a todo su potencial, está empezando a sufrir problemas digestivos y caída del cabello. Tiene miedo al fracaso.

Pedro de 35 años, ha llevado siempre una carrera profesional impecable. Recientemente, ha rechazado un importante ascenso que le exigía incorporar funciones de formador y liderar reuniones. Esto le ha llevado a dudar de sí mismo y ha empezado a manifestar síntomas de ansiedad en otras situaciones no relacionadas con el trabajo. Su sentido del ridículo y miedo escénico le han cerrado una gran puerta para su futuro.

María de 44 años, madre de dos niños fantásticos, felizmente casada, administrativo muy valorada en un bufete de abogados. No disfruta de todo lo que tiene, vive en un continuo estado de tensión, todo le preocupa, todo le agobia, se ahoga en un vaso de agua, padece de insomnio y ansiedad crónicos y se obsesiona por cosas sin importancia. Tiene miedo a no controlarlo todo.

Laura de 38 años, licenciada en Bellas Artes, quiere dejar un trabajo que no le gusta como vendedora de seguros pero o lo hace nunca, siempre ha soñado con abrir su propia tienda de artesanía, profesión que desarrolla como hobbie y a la que ha dedicado todo su tiempo libre. Piensa que ella nunca triunfará, no confía en sus cualidades. En su familia se valora mucho tener un empleo seguro, nunca estuvieron de acuerdo en que ella estudiase bellas artes, Laura cree que su tiempo de luchar ha pasado. Su problema es el temor al riesgo necesario que todos tenemos que asumir en nuestra vida y el miedo a decepcionar a su familia.

Juanjo de 29 años, es una persona tremendamente sensible, siendo muy joven sufrió una mala experiencia sentimental. Desde entonces le cuesta mantener relaciones sentimentales satisfactorias, sexualmente se siente inseguro y se ha obsesionado por la imagen física. No se atreve a vivir solo, sigue en casa de sus padres a pesar de tener un puesto de trabajo estable y bien remunerado. Su obstáculo es el miedo a no gustar.

Estas cinco personas sufren de miedo a vivir, ya que en la vida, en múltiples ocasiones,  hay fracasos, errores, falta de control, hay que sumir riesgos y podemos no gustar.

La dificultad para gestionar miedos habituales como el miedo a asumir un riesgo, quedar mal en una ocasión determinada, situaciones de incertidumbre, que las cosas no salgan como uno quiere, o no gustemos a todo el mundo, nos lleva a un callejón sin salida.

Además, el miedo es como una mancha de aceite, si no le hacemos frente campa a sus anchas y se extiende cada vez más, incluso en ámbitos de nuestra vida en los que anteriormente no teníamos miedo y aumenta su intensidad sintiendo que es una situación incontrolable. El miedo, además, se somatiza, pudiendo presentarse muchos problemas de salud.

Estas personas recondujeron su vida gracias a la terapia psicológica. En un proceso terapéutico ayudamos a las personas a ver las cosas desde otra óptica y a desarrollar las habilidades y herramientas que necesitan para superar sus miedos, les ayudamos a tomar contacto de sí mismos, de sus necesidades y de sus emociones para que se den cuenta de que no todo es miedo.

Para afrontar el miedo tendremos en cuenta los siguientes aspectos:

1. Tomarse las cosas menos en serio, la espontaneidad, la risa, divertirse…

Ana, la chica exigente, pudo concentrarse en sus estudios y disfrutar de ellos, y aprendió a encajar mejor los fracasos. Con ella se trabajó la espontaneidad, Ana debía hacer cosas diferentes y que no supusieran ni fracasar ni tener éxito, tenía que tomarse esas actividades como un juego, descubrió que podía divertirse y poco a poco fuimos aplicando ese recurso en sus estudios. Le comentaba, “en esta ocasión no estudies para el examen, nos vamos a permitir suspender algún examen, esto no es un problema ahora, ya que estamos trabajando tu ansiedad y eso es lo prioritario, diviértete estudiando, no te ciñas a los apuntes, lee algún libro que tenga que ver con la asignatura pero que no esté en la bibliografía. Tras varios meses de terapia, Ana empezó a relajarse y disfrutar de sus estudios, sus problemas digestivos y de caída del cabello remitieron. En la actualidad seguimos trabajando su espontaneidad para que todo lo conseguido se generalice y se incorpore a su personalidad.

2. Enfrentarse al miedo aunque se pase miedo…, poco a poco y con los recursos necesarios.

Pedro participó en una terapia de grupo para superar el miedo a hablar en público y en cada sesión tenía que hacer una presentación que grabábamos y visualizábamos delante de todo el grupo. Las presentaciones cada vez eran más largas, le enfrentábamos a preguntas que tenía que responder y le pedíamos que fuese más expresivo, que hablase más alto, que sonriese más… (que no se ocultase tras la timidez). Pedro aprendió a respirar, a gesticular, a hablar más alto, a sonreír, a buscar un lugar seguro mientras exponía su tema sin necesidad de ocultarse. Resolvió su miedo escénico en pocos meses. La exposición a la situación temida progresiva y guiada es la mejor manera de superar los miedos. El valiente no es el que no siente miedo sino el que se enfrenta a él.

3. Derecho a tener miedo... Aprender que no somos omnipotentes, no lo podemos controlar todo, tenemos nuestra parte vulnerable y debemos pedir ayuda.

María vino a terapia un poco presionada por su marido, a ella le costaba admitir que tenía un problema. Había acostumbrado a todo el mundo a ser ella la que resolvía todos los problemas, en su trabajo era imprescindible, “qué haríamos sin ti, María…”, en su familia todos contaban con ella para grandes eventos, “¿prepararás tú la cena de Navidad?, eres tan buena cocinera…”, participaba en todas las reuniones del AMPA del colegio de sus hijos, ayudaba a su prima con su tía que estaba enferma, ayudaba a su marido en el negocio familiar y todo lo hacía muy bien.

En muchas ocasiones para saber el por qué de un problema hay que remontarse a la historia personal. Tuvo una infancia difícil, su madre falleció tras una larga enfermedad siendo ella adolescente, no pudo tener una infancia normal, su madre les daba sustos con frecuencia por motivo de su frágil salud y ella tenía que ocuparse de su hermanito. Nunca nadie le hizo el caso que una niña necesita. De adulta, muestra muchos aspectos de llamada de atención y de vulnerabilidad, esa vulnerabilidad que de niña no pudo experimentar, por ello manifiesta ansiedad, obsesiones y miedo al futuro, de niña no pudo controlar lo más importante que era la salud de su madre. María empezó a delegar y a aceptar que en algunos aspectos podía tener miedo o inseguridad, dejó de ocuparse de todo y empezó a pedir ayuda. Tuvo un espacio para poder llorar lo que de niña no lloró y para expresar el miedo que sintió cuando era niña. María trabajó todos estos aspectos en terapia durante dos años, en la actualidad han desaparecido los problemas de insomnio y de ansiedad.

4. Escuchar quienes somos y qué queremos… Satisfacer nuestras motivaciones y vivir de acuerdo a nuestra personalidad y potencial.

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La familia de Laura era muy conservadora y tradicional, les costaba entender que su hija quisiera dedicarse al mundo artístico, fueron ellos quienes le buscaron el trabajo en la empresa de seguros, en un momento, además, un poco delicado para la economía de Laura. Pero Laura iba en contra de sí misma, no satisfacía sus necesidades por no defraudar a su familia, que tanto había hecho por ella, poco a poco se fue anulando y haciéndose más pequeñita.

Al desaparecer de nosotros mismos adquirimos muchos miedos, el niño que se conoce a sí mismo sabe sus límites y se maneja con soltura en el espacio disponible para explorar. Laura no exploraba porque desconocía sus límites. Ayudando a Laura a contactar consigo misma, recuperó su pasión con más intensidad y poniéndole tareas muy sencillas para que fuese cubriendo los puntos débiles de cara a montar un negocio se animó a hacerlo, tras un año recibiendo asesoramiento como emprendedora, pudo pedir una excedencia en su trabajo y probar suerte de camino a su sueño. Durante los dos primeros años como emprendedora asistió a un proceso de coaching para reforzar sus herramientas y recursos personales.

5. Desarrollar asertividad. Yo valgo… yo puedo…

Juanjo sufrió una situación de maltrato psicológico por parte de una chica de la que estaba muy enamorado, se sometió a múltiples humillaciones, muchas de ellas muy sutiles, de cara a la galería todo el mundo les decía que eran la pareja ideal, ella le fue infiel y eso le ayudó a romper la relación con ella.

Juanjo perdía su personalidad y su criterio cuando estaba con su novia y dejó que ella le tratase mal, no era asertivo con ella.

La asertividad es una herramienta esencial en el ámbito de la inteligencia emocional, tiene que ver con marcar nuestro territorio ante los demás y no permitir que se aprovechen, nos traten mal, nos ninguneen o no nos tengan en cuenta. Las personas asertivas expresan sus opiniones y sentimientos con libertad, marcan límites y buscan negociar con los otros, cuidando el lenguaje y las formas para favorecer un intercambio amistoso. Las personas más asertivas son más seguras de sí misas y se guían por sus propios objetivos y no dependen tanto de la opinión o valoración de los demás.

Juanjo participó en una terapia grupal para trabajar la asertividad y la autoestima. En las sesiones se exponía a expresarse tal y como es él,  enfrentándose a la posibilidad de no gustar, le pedimos que no se arreglase tanto cuando salía a la calle para ir a trabajar o con amigos y amigas, que si conocía a una chica pensase más en lo qué él sentía, si le ella gustaba en lugar de lo que ella sentía por él. Tras ese primer paso, empezó a ser más asertivo en su día a día, se le ayudó cuando conoció a una chica que era especial para él para gestionar el proceso de toma de contacto y acercamiento con ella, de nuevo para exponerse poco a poco al miedo. Ha mejorado su problema sexual y ahora vive en un piso compartido.

El miedo puede desaparecer o mitigase hasta el punto de no entorpecer nuestra vida, Ana, María, Laura, Pedro y Juanjo se dieron una oportunidad y consiguieron ser más felices.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Cómo vencer la rabia (y utilizarla a tu favor).

“Pues quienes no se irritan nunca por las cosas se les considera tontos, al igual que quienes no se irritan como es debido, ni cuando hace falta, ni con quien es necesario” Aristóteles. Ética a Nicómaco VI, 11

La ira es la emoción de la lucha y de la defensa, además puede bloquear en algunos casos el conflicto al intimidar al otro.  En nuestros antepasados y en los animales sociales la ira formaba parte de la resolución de los conflictos ante la sumisión de una de las partes. En cierta medida, la ira nos sirve para controlar y cambiar determinadas situaciones, para castigar a quienes nos han hecho daño y marcarles un límite. Grandes cambios en la sociedad se producen y se han producido gracias a los sentimientos de ira, rabia e indignación.

Nos enfadamos cuando se frustran nuestros deseos o nuestras expectativas, si hay un obstáculo (objeto, característica personal, persona) que se interpone en nuestro camino para conseguir algo que es importante para nosotros, cuando se hiere nuestro sistema de valores, ante una injusticia, cuando se hiere nuestro orgullo o dignidad, si se pone en juego nuestra autoestima, si observamos falta de reciprocidad en los demás o en las circunstancias vitales, ante daños físicos o psicológicos por parte de otras personas y si creemos que el daño o el obstáculo interpuesto ha sido intencionado.

Nos enfadamos más con personas cercanas. Es más probable, quizá, que nos decepcionen o nos hieran, o ponemos expectativas más altas en estas personas. También, es más fácil que con personas de confianza la ira no tenga consecuencias tan negativas.

Es un sentimiento que tiene mala prensa, en determinadas épocas en nuestra sociedad se asociaba a mala educación, sobre todo en las mujeres, y en las culturas orientales se considera un signo de inmadurez.

También podemos perdonar más a alguien que dice algo incorrecto fruto de la ira, pensamos que lo ha dicho debido a su estado emocional y no porque realmente lo siente.

Sin embargo es un sentimiento natural y normal. Los niños nacen expresando ira de manera innata a ten situaciones de interferencia física o frustración de deseos, no saben regularla y es frecuente que lleven a cabo conductas agresivas como: golpes, patadas, mordiscos... Las rabietas son normales en un momento del desarrollo evolutivo. Estas rabietas empiezan a quedar bajo control a partir de los 2 años. Los niños aprenden de manera natural a resolver el problema de otra manera diferente a la agresión y al descontrol emocional pero el apoyo del entorno es fundamental en este proceso. Se ha observado en parvularios y en chimpancés adultos que la resolución de los conflictos es muy similar: ofrecer un objeto, tender la mano, proponer una actividad común, señalar un centro de interés, interesarse juntos por un tercer compañero… Lo cual indica que el mecanismo de regulación de la ira ha sido muy adaptativo y tiene muchos componentes innatos.

Existen muchos tipos de ira diferentes en los matices y significado de esa ira y en la intensidad.

Enfado, enojo, berrinche: percepción de un obstáculo, ofensa, frustración de un deseo pero leve y pasajero.

Ira: percepción de un obstáculo, ofensa, frustración de un deseo, amenaza de daño más importante.

Indignación: Ira ante una injusticia o algo que ocurre que no debería ocurrir de ese modo, es un sentimiento ético.

Agravio: Es parecido a indignado, tiene que ver con la alteración de los justo.

Humillación, ofensa: Asociado a la lucha por el reconocimiento.

Malhumor: Ira contenida y pasiva

Hastío, hartura: enfado más aburrimiento.

Exasperación: Haber aguantado demasiado y perder la paciencia.

Rencor o resentimiento: ira reprimida, no expresada y se convierte en un sentimiento más duradero.

Odio: Aversión intensa y duradera.

Repugnancia y desprecio: Rechazo mantenido y duradero.

Despecho: lleva a la venganza pensada y planificada.

Cólera, Furia, furor: Ira en la que no se mantiene la compostura y puede llevar a la agresividad y venganza.

Coraje: nos lleva a la reivindicación de un derecho o a cambiar algo.

El lado oscuro de la ira

La ira provoca ira. Es un sentimiento muy contagioso. Los conflictos resueltos únicamente con la ira pueden derivar en un conflicto mayor. La ira descontrolada y la personalidad hostil llevan a la agresividad y a la venganza.

La ira provoca rechazo, los niños rabiosos y los adultos hostiles y coléricos no nos gustan y tendemos a apartarlos del grupo y no contactar con ellos. Pueden provocarnos miedo y eso ocasiona una distancia emocional con este tipo de personas que consiguen menos intimidad en sus relaciones personales.

La ira excesiva o crónica, los arrebatos de cólera aumentan la probabilidad de tener un accidente cardiovascular. La ira reprimida, el rencor y la hostilidad también están asociados a problemas cardiovasculares.

La ira reprimida provoca rencor e incluso odio.

Hay personas que disfrutan con la ira, han adquirido un rasgo en su personalidad. La hostilidad.

La ira, el enfado y la rabia…emociones aliadas.

Sin embargo, la ira, bien regulada en intensidad y formas, y ajustada su aparición en las circunstancias adecuadas y con las personas idóneas, nos ayuda a mejorar nuestra autoestima y sentirnos más seguros de nosotros mismos.

Nos avisa de que algo debe cambiar.

Nos motiva para detener aquello que causa malestar: decir algo que nos molesta, defender nuestros derechos, cambiar una realidad, poner un límite a otro, etc. Nos aporta energía para pasar a la acción.

La ira reduce el miedo y se plantea como una alternativa a la tristeza o la depresión.

¿Cómo nos damos cuenta de nuestro enfado o el de otros?

La ira tiene un rostro universal. Ceño fruncido, mirada fría y fija, párpados abiertos, labios apretados o boca abierta enseñando los dientes.

Hay mucha tensión muscular en las extremidades, podemos cerrar los puños.

Sentimos calor y enrojecimiento ya que aumenta la dilatación de los vasos periféricos. De hecho lo observamos también en el vocabulario popular, “hervir de ira”, “rojo de la rabia”, “echar fuego por los ojos”

Aumenta el latido cardiaco, la tasa respiratoria y la tensión arterial.

Otros signos corporales de la ira:

  • Invadir el espacio personal de la otra persona.

  • Mirada fija.

  • Puño en la boca.

  • Palma en la frente.

  • Brazo cogido por la mano.

  • Micropicores en la cara externa de los brazos, en el interior del ojo, en la nariz hacia el interior del rostro.

  • Tocarse el cuello.

Aprender a regular la ira

El manejo de la ira es una de las claves de la inteligencia emocional.

La ira suele manifestarse de forma violenta y nos lleva al ataque. Las personas que se enfadan con mucha intensidad lo tienen más complicado para calmarse de forma inmediata. Nos lleva a perder el control “perder los estribos”, “sacarme de mis casillas”, “sacarme de quicio”.

A veces, esto se explica por nuestro temperamento. Más impulsivo “tiene un pronto… pero luego no es nadie” o más reflexivo “se mantiene la cabeza fría en las situaciones difíciles”.

En otras ocasiones lo explicamos por la tendencia de algunas personas a aguantar y callarse aquellas cosas que les molestan.

Tenemos la sensación de “la gota que colma el vaso” aguanto y aguanto hasta que “estallo de ira”.

La respuesta de ira lleva su proceso. La subida puede ser violenta o progresiva pero una vez que estamos en la parte alta de la curva todos necesitamos un tiempo para regularnos.

Vamos a desarrollar algunas pautas clave para manejar la ira:

1. Espera a relajarte un poco para resolver el conflicto.

2. Pensar antes de hacer o decir nos ayuda a bajar la intensidad de la ira.

El autocontrol tiene mucho que ver con el control de la rabia y está basado en nuestra capacidad para distanciarnos de la emoción a través de la cognición. En una situación de ira tomarnos un “tiempo fuera” para calmarnos y bajar la intensidad de la emoción y al mismo tiempo poder pensar las cosas con calma.

Después de calmarnos un poco es muy útil pensar en cuál es el origen de nuestra ira:

¿Por qué me he enfadado tanto? ¿Se trata de un deseo muy fuerte que no se ha cumplido? ¿Es la decepción de mis expectativas? ¿Hay un insulto a mi autoestima? ¿Siento la amenaza de un daño? ¿Me estoy enfrentando a una injusticia?

Ya algo muy importante: ¿mi percepción es correcta o estaba irritable por otra razón ajena a esta circunstancia que me ha provocado el enfado?

3. La interpretación que hacemos de los sucesos es muy importante para prevenir una ira descontrolada.

Podemos interpretar que aquello que nos ha molestado de una persona ha sido realizado de forma malintencionada por su parte. Aunque en ocasiones esto es real, la mayor parte de las ocasiones los otros actúan pensando en sus propios intereses (egoístamente) pero no de manera malintencionada, digamos que actúan con conciencia de daño pero no con intención de daño.

También ocurre que los otros pueden hacer algo que nos molesta sin tener ninguna conciencia de daño, porque tiene otras costumbres, otros valores o simplemente sin saber que esa conducta para con nosotros es molesta o dañina.

No solemos ponernos en la piel del otro cuando ocurre algo que nos desagrada y nos molesta. Contactar con las motivaciones, necesidades, sentimientos de los demás (empatizar) ayuda a no enfadarnos tanto con ellos.

Pensar sobre la realidad de una manera más flexible, nos ayuda a relativizar errores de otros, nuestros propios errores o entender y asimilar circunstancias que nos obstaculizan pero que se escapan de nuestro control.

Los otros también nos pueden ayudar a reorganizar nuestra interpretación de las cosas, tomarnos un tiempo para compartir la rabia y el enfado con una persona de confianza nos ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva.

4. Evitar sentirme culpable al sentir ira o enfado.

La rabia, ira, enfado… son emociones y sentimientos naturales, el sentirlo no es un problema, incluso es positivo ya que nos indica que algo debe cambiar.

El problema está en el manejo que hago de la situación y como lo expreso.

La ira me ayuda a detectar mis deseos, prioridades, necesidades y a defenderlas.

Me puede ayudar tener en cuenta un conjunto de derechos en mí y en los otros:

Derecho a decir no.

Derecho a no gustar a todo el mundo.

Derecho a tener mis propias prioridades, deseos, necesidades, opiniones…

Derecho a sentir y expresar mis sentimientos.

Derecho a equivocarme.

Me puede ayudar también darme autoinstrucciones sobre los aspectos positivos de la rabia o sobre la falta de control de ciertos aspectos.

“No siempre puedo controlarlo todo”

“Prefiero no herir al otro pero a veces no podré controlar sus sentimientos”

“Es bueno enfadarse por una buena razón”, etc.

5. Decidir si quiero expresar mi ira o inhibirla.

Tras un análisis de la situación, puedo decidir que me interesa más callarme y no expresar mi ira ni mi malestar. Este tipo de contención no provoca problemas emocionales ya que controlamos la situación que la ha causado, decidimos que lo mejor es ser discretos. Pro ejemplo si hay terceras personas delante que no tiene porque presenciar una discusión o no nos parece que el contexto sea el adecuado para ello o pensamos que las consecuencias para nosotros van a ser realmente perjudiciales.

En otras ocasiones, puedo decidir no inhibirla y expresarla con intensidad en una situación de gran injusticia, pero eso sí usando la asertividad.

6. Expresar asertivamente la emoción nos ayuda resolver el conflicto sin agresividad y sin reprimir nuestras emociones.

De esta manera prevenimos el rencor, resentimiento o incluso odio a largo plazo y conseguimos probabilizar que los demás se adapten a nuestras necesidades, o al menos saber lo que podemos esperar de ellos de cara al futuro.

Si estoy enfadado con alguna persona puedo expresarle mi malestar sin atacarle usando un conjunto de estrategias asertivas. Lo reflejaremos con un ejemplo:

“Estoy enfadada con una amigo porque me dijo que me ayudaría con una mudanza y en el último momento me dice que no puede venir porque le han invitado a un concierto”

  • Empatizo. Intento conectar con lo que el otro siente.

“Entiendo que era una gran oportunidad asistir a ese concierto y además a ti te encanta la música”

  • Describo el hecho que me molesta.

“Contaba con que vinieses a ayudarme con la mudanza y no había llamado a ninguna persona más, la mudanza tenía que hacerla sin falta ese día”

  • Expreso lo que siento con Mensajes Yo (hablo en primera persona). Puedo estar moderadamente enfadado cuando lo hago.

“Me ha supuesto un trastorno porque no he podido terminarlo a tiempo, me siento molesta y un poco decepcionada, contaba contigo”

  1. Escucho a la otra persona. Recojo información por si hubiera algún mal entendido.

“¿No había otra oportunidad para ir a ese concierto? ¿Te imaginaste el trastorno que podías causarme?, etc.

  • Intento llegar a un acuerdo.

“La próxima vez me gustaría que si no estás seguro de poder comprometerte no lo hagas”.

La mayoría de las veces generalizamos (“siempre me haces lo mismo”, “nunca puedo contar contigo”), atacamos con mensajes Tú (“eres un egoísta”, “no te comprometes”), culpabilizamos (“me he hecho daño en la espalda por hacerlo yo sola”, “he tenido que gastarme un montón de dinero en la mudanza”) y claro así, no llegamos a ningún acuerdo, lo más probable es que discutamos y nos enfademos aún más con nuestro amigo.

7. No entrar al trapo de los ataques del otro

La técnica del banco de niebla nos ayuda a no alimentar la rabia del otro y cotagiarnos con ella. ¿En qué consiste?

Ante un comentario irónico, improcedente, amenazante, agresivo de otra persona respondemos usando diferentes posibilidades que ahora describiremos, lo veremos más claro con un ejemplo:

ATAQUE: “Qué suerte tiene algunas que tienen enchufe del jefe y hacen el trabajo más interesante…”

  1. Responder con la posibilidad: “Puede ser que tenga suerte”.

  2. Responder con la verdad: “Tengo mucha suerte, tienes razón”.

  3. Ignorar sin mostrar inquietud o agresividad sino calma y seguridad.

  4. Responder con sentido del humor: “No lo sabes tú bien”.

Estas habilidades asertivas pueden parecer complicadas de realizar pero se aprenden con un entrenamiento en habilidades sociales.

8. Manejo de la ira de otra persona

Cuando nos encontramos delante a una persona iracunda podemos optar por dos estrategias:

  • La persona está realmente descontrolada y enfadada.

En estas circunstancias lo mejor es escuchar al otro, mantener la calma y la seguridad, y trasmitirla con mi cuerpo (mirada ajustada a la situación pero tranquilizadora, tono de voz calmado, volumen bajo, movimientos serenos, postura erguida no amenazante…), empatizar y darle parte de la razón. Cuando la persona esté más tranquila podemos expresar nuestra opinión o hacerle una crítica si consideramos que su enfado no era justificado.

  • La persona usa su enfado para achantarnos y manipularnos.

Este otro escenario es muy diferente. En este caso nuestro enfado y gesto firme pude inhibir el enfado de la otra persona. En un enfado controlado los tonos de voz son más graves que agudos y nuestra postura se mantiene firme con movimientos contundentes sin invadir el espacio personal del otro. La mirada es más fija y sin pestañear tanto, sostenemos la mirada del otro y no nos retiramos los primeros.

Raquel López Vergara

Psicóloga y Coach

Grupo CRece

Algunos Valores a potenciar en la educación de los niños de hoy

Esfuerzo  y constancia Estos valores están relacionados con la capacidad de demorar el refuerzo y marcarse metas u objetivos a largo plazo. Favorece la consecución de dichas metas y la realización personal.

Para inculcarlo en los niños es importante:

  • dar un modelo de dicho valor,

  • instaurar normas claras que favorezcan su cumplimiento,

  • promover responsabilidades y compromisos,

  • reforzar el esfuerzo, la perseverancia y no únicamente el resultado final (enseñar a posponer el refuerzo).

  • Motivar a continuar. Desarrollar auto-motivación y autocontrol.

  • Reforzar la auto-superación.

  • Favorecer el desarrollo de niños activos y con inquietudes.

  • Favorecer el desarrollo de la creatividad en la resolución de problemas.

  • Aplicar de consecuencias adecuadas contingentes a la conducta.

Responsabilidad

Está asociada a la libertad. Somos responsables de una decisión si somos libres para haber tomado esa decisión. La responsabilidad no implica obligación. El compromiso no se asume por la fuerza.

Como fomentar este valor.

  • Evitar culpabilizar o responsabilizar injustamente.

  • Enseñarles a asumir las consecuencias de sus actos. Aplicar contingentemente las consecuencias a la conducta.

  • Enseñar la coherencia entre el decir y el hacer

  • Delegar en ellos aquello que puedan realizar solos o con algo de ayuda.

  • Diferenciar responsabilidad de culpabilidad.

Autocuidado

Significa aprender a dar valor a uno mismo.

Algunas pautas son:

  • Evitar la transmisión de valores engañosos del tipo: “salud=delgadez”, “autocontrol=no expresar las emociones”.

  • Potenciar la autoestima.

  • Ser modelo de autocuidado.

  • Construir hábitos equilibrados y flexibles de alimentación, deporte, higiene, revisiones médicas, cuidado psicológico…

  • Enseñar a posponer el refuerzo y el valor de la constancia.

  • Enseñar a discriminar situaciones graves de las que no lo son.

Cooperación y diálogo

Significa tener un objetivo común y buscar soluciones compartidas para que todos puedan conseguirlo.

Algunas pautas para lograrlo:

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  • Dar modelo de cooperación en el entorno familiar.

  • Potenciar juegos cooperativos en lugar de reforzar sólo el ganar.

  • Potenciar que los niños aprendan en grupo.

  • Enseñar a empatizar.

  • Enseñar a negociar.

  • Enseñar a disfrutar con las conductas de ayuda y cooperación.

  • Argumentar las razones de las cosas con los hijos desde pequeños.

  • Dar modelo adecuado de escucha activa, de empatía y de intercambio de opiniones.

  • Favorecer que los niños resuelvan los conflictos interpersonales con las palabras mediando lo justo en los conflictos.

Amistad y relaciones afectivas

Significa saber buscar, elegir adecuadamente y mantener relaciones duraderas y satisfactorias y disfrutar de las relaciones personales profundas.

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Cómo podemos enseñarlo a los niños:

  • Favorecer el contacto y la relación social. Dar modelo de ello.

  • Enseñar a conversar.

  • Enseñar a compartir.

  • Enseñar a confiar.

  • Enseñar a defender los derechos personales.

  • Enseñar a saber elegir.

  • Enseñar a perdonar…

Creatividad

Aporta una mayor flexibilidad ante los problemas y es un estímulo para la actividad, un antídoto contra el aburrimiento, aporta novedades y hace la vida más interesante.

Podemos:

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  • Favorecer la exploración y aportar un entorno rico en estimulación. Dejar al niño experimentar. Saber delegar.

  • Implantar límites flexibles.

  • Reforzar los intereses y aptitudes del niño y el interés por el conocimiento.

  • Incentivar la búsqueda de alternativas en la resolución de los problemas.

Conocimiento

Significa desear aprender, valorar la sabiduría y el conocimiento, tener curiosidad por el mundo que nos rodea y por las cosas que ocurren en él.

Lo podemos fomentar a través de:

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  • Estimular las inquietudes, deseos, intereses personales; favorecer y reforzar la exploración.

  • Reforzar la conducta de atención y concentración y estimular un pensamiento reflexivo.

  • Fomentar el interés por la lectura.

  • Fomentar un hábito de trabajo.

  • Aportar estímulos novedosos, interesantes, variados, adaptados a las características del niño.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Las dificultades de la educación en valores hoy

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“Para educar a un niño hace falta la tribu entera” PROVERBIO AFRICANO

 Hablar de educación en valores siempre es controvertido. Entran en juego muchos elementos, los intereses se enfrentan y no existen soluciones simplistas. Educar en valores es un arte en el que intervienen la psicología, la ética y la cultura y van a interferirse entre sí. (Marina, 2006).

Según J.A. Marina, “educar es fundamentalmente socializar, es decir, desarrollar las capacidades, asimilar los valores, adquirir las destrezas que una sociedad considera imprescindibles no sólo para vivir, sino para el buen vivir.” (Marina, 2006). Desde este punto de vista, la educación no se puede desligar de la ética: el término moral significa “el sistema normativo de una cultura”, el término ética correspondería a una moral universal.

Los valores son las creencias, ideales que la persona acepta para alcanzar su proyecto de vida, su felicidad.

Está de moda hablar de “educación en valores”, pero el concepto es tan antiguo como la educación misma. Educar en valores no es otra cosa que mostrar lo que “vale” y lo que “no vale”. Si educar es desarrollar hábitos que nos permitan vivir en sociedad, la mayoría de los valores están directamente relacionados con la convivencia.

¿Cómo educábamos antes?

Educando cambiamos nuestras circunstancias, pero las circunstancias,  determinan a su vez la educación.

Hace sólo unas décadas, la educación provenía no sólo de la familia o la escuela, sino de un sistema cultural que iba de la mano de aquellas dos. Existían creencias básicas compartidas y normas de conducta, muy delimitadas y claras. La peculiaridad de este momento histórico es que el entorno socio-cultural ha dejado solos tanto a padres como maestros u otros agentes educativos que sienten que navegan contracorriente.

Hoy en día, la sociedad no es homogénea. Esto, aumenta la libertad del individuo para elegir, se amplía el abanico de opciones pero se crea, al mismo tiempo, un desconcierto en el que se hace difícilmente discriminable “lo correcto” de “lo incorrecto”. No existe un modelo claro de “cómo actuar” y esto provoca acudir en exceso al ensayo y error.

Características de  la  sociedad actual

El ser humano es un “híbrido de biología y cultura”, es decir, se construye en interacción con el entorno socio-ambiental. Las características de la sociedad actual explican los comportamientos de las personas que componen dicha sociedad.

La riqueza del mundo desarrollado ha hecho surgir una sociedad de consumo, en la que el éxito está ligado al tener y no al ser, a la cantidad y no a la calidad. Consumimos objetos, diversiones, emociones, amistades… El poder político se ve limitado por la ley del mercado aún poco regulado con leyes que protejan los derechos fundamentales. Lo que aporta beneficios económicos es “válido” sin ningún criterio ético. Como señalan S. R. Steinberg y J. L. Kincheloe (“Cultura infantil y multinacionales”, 1997), “la cultura popular, financiada y al servicio de las  grandes empresas multinacionales, trata de promover una teología del consumo que promete la felicidad a través del acto ritual de consumir”, para beneficio absoluto de dichas multinacionales. Aquí incluimos, por supuesto, todos aquellos productos que se dirigen a público infantil y juvenil.

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Los niños y jóvenes tienen mucho poder adquisitivo y gastan dinero sin estar formados con un buen criterio para hacer dicho gasto. Los adultos estamos tan metidos como ellos en ese mundo consumista y tenemos en nuestras casas tres aparatos de televisión, dos o tres coches, ropa de marca. Buscamos gratificar a los hijos a través de refuerzos materiales, porque es lo que ellos quieren, porque no se sientan desplazados con respecto al grupo de iguales, porque “cómo no se lo voy a comprar si me lo compro yo”.

Las formas de vida han cambiado. La vida se desarrolla, principalmente, en las ciudades. Esto ha supuesto grandes cambios en la organización de la familia. Unos años atrás la red de apoyo familiar estaba ubicada en el mismo espacio físico. En la actualidad es poco frecuente que los abuelos vivan cerca de sus nietos. La ciudad es un medio que dificulta el acceso a la comunicación con otras personas, favorece un ritmo de vida rápido, aumenta nuestro estrés y dificulta el acceso a determinados recursos (sin embargo, proporciona otros muchos).

Y es que vivimos en el mundo de la prisa y de la cantidad. Tenemos que hacer el mayor número de cosas por unidad de tiempo, trabajamos muchas horas para disfrutar de una segunda vivienda en la playa o disponer de un coche de lujo. Y no hay tiempo, el tiempo se escapa… Para estar con los hijos, para comunicarse con ellos, para relacionarse con los amigos, para construir una red de apoyo social, para conocerse y conocer a los demás, para saber lo que siento o lo que pienso sobre algo y desarrollar un sentido crítico sobre las cosas necesitamos ¡PARAR!

Hoy la actualidad la conocemos a través de los periódicos gratuitos que reparten en el metro dónde ésta, se nos presenta a través de titulares. De forma rápida nos enteramos de cómo está el panorama pero ¿de verdad nos estamos enterando? ¿No necesitamos observar, escuchar, indagar… para poder construirnos nuestra opinión sobre alguna cosa?

El mundo audiovisual ha desbancado a la palabra. Además un mundo audiovisual fácil que no hay que interpretar, no hay que pensar para entender, no requiere de la acción, sólo dejarme llevar por emociones que no tengo tiempo de procesar, cuyas consecuencias no puedo experimentar y que por tanto no podré controlar. Muy peligroso.

Los “mass media” lo inundan todo “educando” en valores. La televisión nos modela, “determina nuestros gustos, nuestros hábitos de consumo, los temas de conversación, nuestros horarios, las opiniones políticas, en definitiva, lo que es importante y lo que no lo es” (Delval, 2001), es decir marca los valores. Y lo hace con un lenguaje seductor que llega directamente a nuestras emociones. El lenguaje televisivo es un lenguaje atractivo en la forma pero vacío en el contenido. Como dice Delval en la citada obra,  el conocimiento que aporta la televisión “es una ilusión de conocimiento que tiene más que ver con la narración que con el conocimiento abstracto. Es un conocimiento esencialmente figurativo, que sólo puede convertirse en operativo si el sujeto dispone previamente de las capacidades para ello, pero esas capacidades no puede adquirirlas a través de la televisión, sino que precisa hacerlo a través de la acción”.

A través de la publicidad nos acercan a valores importantes para el ser humano (éxito, libertad, amistad, amor, salud…) pero la forma de conseguirlo es TENER el coche, la ropa, el producto alimenticio de tal marca. Y todo esto, apelando a las emociones, a nuestra parte más primitiva (Grijelmo, 2004).

La estructura de la familia ha cambiado, también, debido a otros factores: la incorporación de la mujer al mundo laboral, el mayor número de divorcios, madres solteras, parejas homosexuales, disminución del número de miembros en la familia, aumentando los hijos únicos. Los niños y jóvenes tienen cada vez menos relación con los adultos, incluso con sus iguales y más relaciones de tipo virtual (a través de Internet, por ejemplo) donde muchas dimensiones de la comunicación quedan fuera.

La presencia habitual de otros agentes educativos como canguros y niñeras, abuelos u otros familiares de forma esporádica en la educación dificulta el seguimiento de unas pautas consistentes.

La figura de autoridad está devaluada ya que los modelos que socialmente se refuerzan como poseedores de la “verdad” no se corresponden con las figuras tradicionales del padre o madre, del maestro, del sabio; generalmente provienen de la televisión. La figura del político lleva años desprestigiándose.

Los niños y jóvenes superan a los adultos en el manejo de las nuevas tecnologías. El adulto ya no cumple ese papel de “dios“, que lo sabe todo. Se limitan las posibilidades de aprendizaje dentro de la familia, esto unido a la falta de tiempo que tienen los progenitores para ocuparse de los hijos.

Por otro lado,  el conocimiento que se promueve hoy en día es un conocimiento fragmentado, el de expertos que se traduce en acciones rápidas y eficaces, somos “expertos” en alguna parte del elefante pero no tenemos ni idea de lo que significa un elefante al completo. Hay mucha información pero estar informado no es saber.

La aparición del concepto de derecho en las sociedades democráticas y su uso desvirtuado nos está llevando a sociedades cada vez más individualistas. Los derechos humanos, tan necesarios, que protegen a las personas de las injusticias han olvidado la otra cara de la moneda, los deberes u obligaciones.

Estamos inmersos en una cultura donde el individuo es lo importante aún yendo en contra del grupo. La competencia prima sobre la cooperación y sin cooperación no hay convivencia. Parece que la sociedad anima a una desvinculación social (Marina, 2004). Sin embargo, por naturaleza, somos seres sociales. Eibl-Eibesfeldt, ha puesto de manifiesto la necesidad del ser humano de vinculación, su necesidad ancestral de formar grupos (Eibl-Eibesfeldt, 1994).

Vivimos en un mundo multicultural y heterogéneo donde la globalización ejerce una presión homogeneizadora (Diáz-Aguado, 2003) Esto produce cierto desconcierto sobre cuáles son los valores esenciales. ¿Todo vale? Vivimos en el mundo de la postética y es imprescindible una reflexión filosófica y social para delimitar un conjunto de valores basados en el respeto a las diferentes culturas y a la convivencia con las mismas (Savater,  1997)

Ante todas estas circunstancias, filósofos, sociólogos, psicólogos, políticos… debemos definir unas bases nuevas sobre las que sustentar la educación. Según J.A. Marina “debemos elaborar una noción del bien común en la que esté incluida la autonomía, la libertad, la búsqueda de la felicidad privada de cada persona…, elaborar una ética transcultural que resuelva, entre otras cosas, el choque entre civilizaciones distintas. Los derechos humanos podrían considerarse un primer esbozo de esa normativa común” (Marina, 2006).

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

La vergüenza y la culpa, dos sentimientos sociales universales

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Expresiones como “tierra trágame”, o “me remueve la conciencia” están muy presentes en nuestra cultura. Vergüenza y culpa son sentimientos humanos universales que nos han ayudado a regular las relaciones interpersonales y la estructura social.

Al sentir vergüenza nos relacionamos con el hecho de que la conducta que hemos llevado a cabo no es apropiada en un contexto cultural micro o macro, es decir, infringimos una norma social.

Al sentir culpa nos relacionamos con el hecho de provocar un daño a una persona o grupo de personas, infringimos una norma moral.

Todo esto es adaptativo y positivo para las personas, ya que inhibimos comportamientos que no son adecuados para la supervivencia y adaptación del grupo, y nos llevan a reparar el daño provocado.

Pero, ¿qué ocurre si me culpabilizo de algo de lo que no soy responsable o de algo que no puedo controlar, qué ocurre si pretendo controlarlo todo? ¿Qué ocurre si siento vergüenza de mi idiosincrasia como individuo y no me permito expresar lo que pienso, siento y quiero, defendiendo el derecho a mi identidad personal?

En estos casos, tanto la vergüenza como la culpa son sentimientos dañinos que nos llevan a una baja autoestima, el resentimiento y el dolor.

En muchas ocasiones se trata de una dificultad para reconocernos un derecho, es decir de un problema de asertividad.

Algunos derechos asertivos que es importante reconocerse son:

>        El derecho a ser tratado/a con respeto y dignidad

>        El derecho a ser escuchado/a y tomado/a en serio

>        El derecho a decir no sin sentir culpa

>        El derecho a pedir lo que quiero, dándome cuenta de que también mi interlocutor/a tiene derecho a decir que no.

>        El derecho a cambiar de opinión, de objetivos, de estilo de vida...

>        El derecho a cometer errores, incluso varias veces sobre lo mismo

>        Derecho a no ser perfecto/a a nivel intelectual, físico, moral...

>        El derecho a pedir información y ser informado/a

>        El derecho a obtener aquello por lo que pagué

>        El derecho a decidir no ser asertivo/a

>        El derecho a ser independiente

>        El derecho a depender de los demás

>        El derecho a tener éxito o no tenerlo

>        El derecho a decidir qué hacer con mis propiedades, cuerpo, tiempo, etc., Mientras que no viole los derechos de otras personas

>        El derecho a gozar y disfrutar

>        El derecho a ser amado/a y respetado/a (no conformarme con menos)

>        El derecho a tener problemas

>        El derecho a estar enfermo/a

>        El derecho a tener una trayectoria vital diferente al otro en lo profesional, en lo afectivo...

>        El derecho a ser juez de mis propios actos

>        El derecho a no gustar a todo el mundo

>        El derecho a que los demás no nos gusten

>        El derecho a tener determinados gustos o preferencias

>        El derecho a tener opiniones distintas y  expresarlas

>        El derecho a sentir emociones negativas y expresarlas

>        El derecho a sentir emociones positivas y  expresarlas

>        El derecho a no saber

>        El derecho a aprender

>        El derecho  a ser como soy

>        El derecho a no responsabilizarme de las emociones de los demás

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Pautas para afrontar una entrevista de trabajo con éxito.

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Podemos tener un buen currículum o podemos ser los candidatos perfectos para un determinado puesto de trabajo pero…llega la hora de la verdad, enfrentarse a la entrevista Es inevitable ir nerviosos/as a una entrevista de trabajo, más si no tenemos experiencia o si estamos en una situación desesperada. En muchas ocasiones, los entrevistadores no lo ponen nada fácil, buscarán la manera de dejarnos en una situación incómoda para poner a prueba nuestras habilidades de manejo del estrés y resolución de conflictos, para valorar si decimos o no la verdad y detectar incongruencias en nuestro discurso.

La primera impresión será importante y aunque valorarán la formación y la experiencia, también valorarán nuestra presencia, nuestra comunicación verbal y no verbal y nuestra personalidad.

Hay un punto a nuestro favor, nos han seleccionado para la entrevista, eso significa que nuestra candidatura es válida.

Algunas indicaciones que no debemos perder de vista:

1. Infórmate del puesto y de la empresa antes de la entrevista.

Puedes mirar su página web, perfil en Facebook o en Linkedin, mirar en foros… para hacerte una idea de la cultura de la empresa y su filosofía de base, de la organización de la empresa, a qué se dedica, cómo se habla de ella en los medios o en los foros…

2. Causa una buena impresión.

Ve aseado/a y vestido/a de manera acorde a tipo de empresa. Suele ser más adecuado pecar de discreto/a, un exceso en el arreglo, maquillaje o perfume, etc., no son adecuados. Puedo hacerme una idea del vestuario que se espera de mí en ese puesto de trabajo, e intentar llevar ese estilo en la entrevista. Por ejemplo, si es para un trabajo con niños, sería bueno ir con un vestuario juvenil.

Cuando saludes, da la mano y no lo hagas ni excesivamente fuerte, ni excesivamente flojo.

Siéntate sólo cuando te lo digan.

3. Transmite positividad y simpatía sin perder la compostura.

Sonríe al saludar, durante la entrevista y al finalizarla.

Mantén una postura abierta y relajada, suelta la tensión de los músculos. Siéntate erguido/a mostrando seguridad y seriedad.

Habla con una ligera sonrisa en los labios, ligera, no se trata de dar la impresión de excesiva diversión.

Exprésate en afirmativo. Mejor decir “este año he profundizado en mis conocimientos de inglés e informática” a “como no encontraba nada, me puse a estudiar inglés e informática”.

Muéstrate receptivo/a y positivo/a en relación a la empresa, el puesto y sus características.

4. Cuida tu lenguaje verbal y no verbal

Habla de usted hasta que te inviten a tutear.

No interrumpas, escucha primero, el protagonismo está en manos del entrevistador.

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No te enrolles, responde brevemente a las preguntas, usa frases cortas y sencillas. El vocabulario excesivamente rebuscado se valorará de manera negativa.

Mueve las manos al hablar y sé expresivo con los gestos de la cara.

Vocaliza y modula la entonación al hablar.

Evita gestos de ansiedad o impaciencia como morderse las uñas, rascarse, apretar los ojos, carraspear, mirar el reloj…

Respira con calma para ir relajándote.

5. Muéstrate atento/a a las preguntas trampa, los gestos para intimidar o destapar incongruencias.

No respondas a la defensiva antes un posible ataque o crítica desproporcionada, reconoce la posible verdad del comentario del otro y luego defiende tu postura. Algo así como… “para usted es un problema el periodo que yo he estado sin trabajar, yo lo he visto como una oportunidad para profundizar en mis estudios” o “es cierto, no tengo experiencia en un puesto administrativo, sí tengo una formación muy avanzada en herramientas de gestión administrativa, un potencial alto de aprendizaje y adaptación, y creo estar capacitado/a para el puesto”

Ante preguntas muy personales o inapropiadas… con una sonrisa relajada… “esa pregunta, a mi parecer, no está relacionada con este puesto de trabajo”

Si el entrevistador se queda callado, espera respirando tranquilamente a que rompa el hielo, no lo hagas tú.

Si el entrevistador está muy serio, no pierdas tu simpatía.

No mientas, pero no des detalles de aquello que no te conviene, responde de manera más general y en positivo.

Conoce muy bien tu currículum, no titubees en fechas o nombres de empresas anteriores, busca argumentos con antelación, no improvises.

6. Véndete bien pero no exageres.

Cuando expresamos algo positivo de nosotros de manera exagerada, el otro puede recibirlo como una mentira.

Piensa en tus puntos fuertes antes de la entrevista, y úsalos en el momento apropiado.

7. Si se trata de una entrevista de dinámica grupal, hay un conjunto de habilidades básicas.

Mostrarse participativo, pero sin pisar al resto de candidatos.

Si otro candidato tiene una buena idea, reconocerla y reforzarla en el grupo.

Si hay una situación de indecisión en el grupo, tomar la iniciativa y abrir un camino a la decisión.

Si alguien te hace una crítica, no entres al trapo, defiéndete sin atacar.

En general, se valorarán nuestras habilidades de autocontrol, de escucha empática, asertividad, capacidad de trabajo en equipo, planificación, cooperación y liderazgo.

8. Si la cosa no sale bien, no te desanimes.

Analiza lo que has hecho bien, y también lo que has hecho mal, la próxima vez te saldrá mucho mejor.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

Se puede encontrar trabajo con la que está cayendo

actitud positiva

Los índices de paro siguen subiendo y parece previsible que seguirán haciéndolo. La tasa de paro se sitúa por encima de los seis millones de personas, el 26% de la población, más del 50% si se trata de los jóvenes. ¿Cómo se enfrenta con estas noticias una persona en paro, más si es de larga duración?

Si además, esta persona presenta alguna característica especial como por ejemplo, alguna discapacidad o ser una persona de cierta edad, la situación puede complicarse. Esto me transmitieron mis alumnos en un curso de habilidades para encontrar trabajo que la fundación ONCE organiza para personas desempleadas con discapacidad.

¿Podemos encontrar trabajo en esta crisis?

La respuesta es sí. Pero supondrá un esfuerzo extra.

Te ofrecemos algunas pautas para despertar tus opciones y aprovecharlas:

La clave está en diferenciarte, señalarte, para ser visible de cara a las pocas posibilidades de alrededor y abrir la mente a opciones nuevas de empleo y ser creativo.

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Punto uno: Piensa en tus puntos fuertes y tus puntos débiles.

Puntos fuertes

  1. ¿Qué te destaca como persona y como trabajador? Por ejemplo, tenacidad, responsabilidad, creatividad, seguridad personal…

  2. ¿Qué cosas sabes hacer y hacer bien? No tienen por qué ser habilidades asociadas a puestos anteriores, por ejemplo una persona puede tener mucha habilidad para la mecánica y nunca haber trabajado en ello.

  3. ¿En qué tengo experiencia?

  4. ¿En qué tengo formación?

Puntos débiles

  1. ¿Qué aspectos podría mejorar a nivel personal?

  2. ¿Qué cosas no sé hacer o se me dan regular?

  3. ¿En qué me falta experiencia?

  4. ¿En qué me falta formación?

Y se trata de aspectos, habilidades, experiencia o formación, importantes de cara a encontrar una salida laboral.

Para salvar estos puntos débiles, ¿qué puedo hacer?

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Por ejemplo, si me falta capacidad para comunicarme o expresarme, ¿puedo hacer algo para aprenderlo? Si me falta seguridad personal para defender mi candidatura, ¿puedo buscar apoyo? Si me falta experiencia en alguna herramienta o formación más completa… ¿puedo adquirir esa experiencia o formación de algún modo?

Algunas ideas:

-       Apúntate a formación en desarrollo de habilidades personales, los aspectos de tu personalidad o seguridad personal pueden marcar la diferencia.

-       Los voluntariados, los bancos de tiempo, son una alternativa no remunerada con dinero pero sí con recursos, contactos, habilidades y experiencia.

Punto dos: Disciplínate para buscar trabajo

Pero no te obsesiones con ello. Dedica unas horas al día para este menester como si fuese una jornada de trabajo y no más.

Tómate tiempo libre para descansar y divertirte.

¡Es fundamental reforzar el estado de bienestar para no desanimarse o hundirse!

Busca por internet las ofertas disponibles pero no te quedes sólo ahí, ve a los lugares donde quizá puedan necesitar a alguien, que puedan conocerte pero no te hagas demasiado pesado/a.

Punto tres: Amplía al máximo tu red de contactos

Internet te abre una puerta a esto, abre tu perfil o página en facebook, linkedin u otras redes sociales o profesionales. Muestra quien eres aportando contenidos de interés.

Hazte unas tarjetas que puedas repartir.

Los bancos de tiempo o voluntariados, estar presente sin cansar… todo esto es fundamental para darse a conocer y crear una imagen positiva.

No muestras únicamente tu interés de encontrar trabajo sino también tu interés de ofrecer, aprender, compartir.

Punto cuatro: Cuida tu imagen

¡Una imagen vale más que mil palabras! Todo lo que expreses con tu  vestimenta, con tus gestos, tu postura, movimientos o manera de hablar es importante y debe adaptarse a cada contexto o circunstancia.

Buscar una foto adecuada para tu currículum que transmita lo que creas, puede ser apropiado en ese puesto y en esa institución a la que te diriges.

Tu expresión escrita, expresión verbal y vocabulario, también son muy importantes en el día a día en la relación con los posibles contactos, en las entrevistas y en el currículum.

Acierta con el currículum. Muchas veces, el currículum es el primer escaparate que les ofrecemos a las empresas de nosotros. Cuidar la estética y el contenido es esencial para que nuestra candidatura tenga más posibilidades: en internet puedes encontrar muchos modelos al respecto.

Punto cinco: Muéstrate amable y positivo

A las personas, nos resultan más atractivas y nos dan más confianza cuando otros sonríen, se muestran relajados y alegres.

La actitud interna y mantener a raya las emociones negativas como la desesperanza, el miedo o la desesperación es el gran reto.

Punto seis: ¿Te has planteado optar por el autoempelo?

Aunque hay enormes recortes en las ayudas, sí hay muchos recursos gratuitos para orientarte si quieres emprender un negocio.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Sanar nuestras emociones

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Ha llegado a mis manos un fantástico libro de David Serven-Schreiber “Curación emocional: acabar con el estrés, la ansiedad y la depresión sin fármacos ni psicoanálisis. Está publicado en Kairós. Este autor, médico, psiquiatra se volcó en la investigación sobre neurociencias y neurobiología de las emociones. Fundó y dirigió el Centro de Medicina Complementaria de la Universidad de Pittsburgh, donde llevó a cabo su trabajo como médico, incorporando procedimientos terapéuticos basados en toda la experiencia adquirida a lo largo de su trayectoria personal y profesional lejos de las terapias farmacológicas convencionales o de las psicoterapias interminables.

En este libro aborda la importancia de no descuidar las emociones en cualquier proceso de salud-enfermedad.

Según este y otros autores, las claves de la “curación emocional” están en el ajuste de nuestro cerebro emocional con nuestro cuerpo y nuestra conducta.

Muchas de las herramientas para adquirir este equilibrio están presentes en aspectos básicos de nuestra vida cotidiana como son una alimentación sana, ejercicio físico, buena relación y comunicación con los demás, otras herramientas, provienen de los avances más recientes en la investigación como la integración neuroemocional a través de la técnica EMDR o herramientas milenarias como la acupuntura.

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Cada uno de estos métodos, se basan en el poder del propio organismo humano para la autocuración.

En las sociedades occidentales, el estrés, la ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales aumentan de forma alarmante. Esto ha disparado el consumo de psicofármacos. A pesar de la terapia con estos medicamentos, los índices de prevalencia de estos trastornos aumenta considerablemente en Europa.

Un estudio de Harvard, ha mostrado que en EEUU, desde 1997 existe una mayortendencia a usar métodos alternativos para solventar este tipo de problemas frente a medicamentos como el Prozac, Trankimacin, Aremís, etc. o a psicoanálisis, una terapia excesivamente prolongada en el tiempo.

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Desde hace 10 años en el hospital de Shadyside de la Universidad de Pittsburgh en Estados Unidos, se investiga para aliviar la depresión, la ansiedad o el estrés focalizándose más en terapias centradas en la autorregulación del cuerpo y las emociones frente a terapias basadas en el lenguaje y las cogniciones.

Nuestro cerebro está configurado en dos grandes partes, una zona más reciente en el proceso de evolución filogenética y ontogenética, el neocortex, sede del lenguaje y del pensamiento, y una zona más primitiva, el cerebro llamado emocional, con una organización celular y propiedades bioquímicas distintas al resto del cerebro.

El lenguaje y la cognición, aunque alguna, no tienen suficiente influencia en nuestro cerebro emocional y los desórdenes o desequilibrios emocionales dependen directamente de nuestro cerebro emocional.

La tarea de un psicoterapeuta es reprogramar, a través de diversos mecanismos, el cerebro emocional para que las fuentes de estrés, ansiedad,  depresión u otro malestar, ya no existan o se organicen de manera diferente.

El cerebro emocional o sistema límbico posee mecanismos naturales de autocuración, es decir, capacidades innatas que se asemejan a otros mecanismos de autocuración del cuerpo como la eliminación de una infección ante la activación de nuestro sistema autoinmune.

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Daniel Goleman, psicólogo estadounidense, nos descubrió ya hace unos años, gracias a suexcelente trabajo de divulgación de los avances científicos sobre las emociones, la importancia de trabajar la “inteligencia emocional”. Diversos estudios indican que tener inteligencia emocional predice un mayor éxito en el futuro (entendido éxito en sentido amplio), que tener un cociente de inteligencia alto.

Las claves de la inteligencia emocional son:

  1. Identificar nuestro estado emocional y el de los demás.

  2. Comprender y aceptar los estados emocionales propios y de los otros y desde ahí

  3. Regular nuestras propias emociones y las de los demás.

Posteriormente, investigadores del ámbito de las neurocioencias como el neurólogo Antonio Damasio, han establecido las bases biológicas del funcionamiento de las emociones con mayor precisión y la dificultad entre la conciliación pasión y razón a nivel cerebral. Damasio nos muestra por qué las emociones son indispensables para el buen funcionamiento racional.

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Servan-Schreiber nos invita a regular nuestros estados emocionales para encontrar un equilibrio óptimo sin anular lo que sentimos.

En resumen, las herramientas que propone este autor son.

  1. Regulación de la frecuencia cardíaca mediante métodos de gestión de la atención, respiración y visualización.

  2. Reprogramación cerebral a través de la técnica EMDR, en la que estimulamos de manera bilateral usando movimientos oculares, tapping o estímulos auditivos mientras se visualizan situaciones traumáticas.

  3. La regulación del reloj biológico adaptándonos a los ritmos naturales de sueño-vigilia.

  4. Acupuntura y meditación.

  5. Incorporación de los ácidos omega 3 o aceite de pescado de manera adecuada en nuestra dieta.

  6. Realización de ejercicio físico de manera regular.

  7. Resolución de los conflictos de manera adecuada con nuestros seres queridos o las personas de nuestro entorno con habilidades de escucha y comunicación emocional. Es decir, atender a nuestro alimento afectivo básico.

  8. Establecimiento de redes sociales cooperativas, sentimientos de grupo y de pertenencia. Es decir atender a nuestra esencia de ser social.

Os animo a leer este libro y profundizar en todos los aspectos que resalta.

“Este es mi secreto, dijo el zorro, es muy sencillo: no se ve bien si no es con el corazón. Lo esencial resulta invisible para los ojos”. Antoine de Saint Exupéry, El principito.

Enlaces de interés.

http://es.wikipedia.org/wiki/David_Servan-Schreiber

http://es.wikipedia.org/wiki/Daniel_Goleman

http://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3nio_Dam%C3%A1sio

Raquel López Vergara

Psicóloga, psicoterapeuta corporal, psicodramatista y experta en EMDR