La música: una clave en el desarrollo del cerebro infantil

"La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo".  Platón

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La época de esplendor de los griegos se considera como uno de los momentos de mayor auge de la cultura universal. Y es en ese momento donde varios de los grandes filósofos y pensadores que  nos dieron las bases para comprender al ser humano en toda su plenitud, concedieron a la música un lugar privilegiado.

Aristóteles y Platón propusieron que el ejercicio físico y la música fueran los elementos principales del sistema de educación pública. Un cuerpo sano cuyo interior vibra con los sonidos.

Ahora, gracias a los avances tecnológicos, podemos avalar con datos empíricos aquellas opiniones basadas en la pura observación y la experimentación propia. Aquellas opiniones que dotaban a la música de un valor cultural y un poder de conocimiento y transformación tales, que formaban parte de las asignaturas principales con las que se iniciaba el niño en su formación cultural: gramática, música y gimnasia.

Los efectos positivos en el desarrollo del cerebro están demostrados científicamente 

Las investigaciones que se han referido al efecto de la música sobre el cerebro infantil, han coincidido en que ésta provoca una activación de la corteza cerebral, específicamente en las zonas frontal y occipital, implicadas en el procesamiento espacio-temporal. La estructuración espacio temporal es un proceso básico en la construcción del conocimiento, porque está ligado a la capacidad de abstracción del ser humano. Las relaciones que se establecen entre los objetos, las personas y las acciones o sucesos configuran el mundo en su acontecer y su esencia.

 

Os resumimos algunos de los efectos de la música en los niños:

  1. Al evaluar los efectos de la música a través de registros de electroencefalogramas, se ha encontrado que la música origina una actividad eléctrica cerebral tipo alfa. Estas ondas, que aparecen en estados de relajación y tranquilidad, incrementan la capacidad de estudio, fomentan la claridad mental y evitan la aparición del stress.
  2. Al escuchar estructuras armónicas complejas o simplemente "diferentes", se aumenta la capacidad intelectual, se incrementa el desarrollo de la creatividad y la imaginación y, por consiguiente, se favorece el aprendizaje y el sentido crítico.
  3. A través de las canciones infantiles, en las que las sílabas son rimadas y repetitivas, y acompañadas de gestos que se hacen al cantar, el niño mejora su forma de hablar y de entender el significado de cada palabra.
  4. Estudiar música desarrolla el razonamiento lógico-matemático y estructura los mapas mentales. Las matemáticas y la lógica son fundamentales para comprender e interpretar el ritmo.
  5. Al combinarse con el baile, estimula los sentidos, el equilibrio, y el desarrollo muscular.
  6. La música tiene el don de acercar a las personas. El niño que vive en contacto con la música aprende a convivir de mejor manera con otros niños, estableciendo una comunicación más armoniosa. Incrementa la confianza en uno mismo porque a través de la música la persona puede expresarse y mostrar a los demás lo que le gusta y es capaz de hacer.
  7. No podemos olvidar tampoco el papel que ejerce la música como actividad lúdica en el desarrollo del tiempo de ocio. El ocio es tan necesario para el ser humano como el tiempo de trabajo y, como tal, también hay que aprender a darle la importancia que tiene y un lugar desde que somos pequeños. De hecho, parece que el tiempo de trabajo puede resultar más provechoso si lo combinamos con el tiempo de ocio de forma adecuada.

Es obvio, tras la enumeración de los beneficios que trae consigo la música, que su papel en el proceso de enseñanza y aprendizaje de los alumnos (sobre todo los de educación inicial), es fundamental, y que su relegación a una categoría de " optativa" pueda significar la pérdida de un elemento de enorme potencial educativo, no sólo a un nivel puramente cognitivo, sino a un nivel emocional, a veces tan olvidado en nuestras escuelas, pero tan importante en el desarrollo más completo de la persona. 

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece

Cómo afectan las alergias alimentarias en los niños

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Cuando a tu hijo le da su primera reacción alérgica a un alimento tan básico como “la leche” con tan sólo dos meses de vida, te preguntas: ¿Y ahora qué?, ¿Qué va a poder comer mi niño cuando no pueda darle el pecho?, ¿Por dónde empiezo?...

Tras el diagnóstico se crea un gran abismo, te sientes perdido y angustiado y percibes una especie de incomprensión a nivel social y familiar: “lo que es saludable para casi todo el mundo para mi hijo es veneno”.

 

Si esto es difícil de digerir y complicado de interiorizar por los padres y hermanos, ni que decir tiene por el resto de las personas que nunca han vivido ni sufrido ningún caso cercano.

Poco a poco, vas descubriendo que este “veneno” está en todas partes: cantidad de productos alimentarios, fármacos, cosméticos, cremas, productos de higiene, material escolar… lo que hace mucho más difícil y angustiosa la calidad de vida de estos niños.

La alergia alimentaria es una enfermedad cada vez más frecuente en la infancia cuyas consecuencias negativas sobre la autoestima y la calidad de vida de los niños que la padecen están infravaloradas en nuestra sociedad. Cuando tienes un niño alérgico a algún alimento, la organización de las comidas,  las visitas de amigos y familiares a casa, la higiene, los cumpleaños y otros festejos, las comidas en restaurantes suponen una gran amenaza y sobreesfuerzo…. TODO CAMBIA, TODO SE TRASTOCA Y TODO GIRA ALREDEDOR DEL NIÑO. Tienes que adaptarte 100% a su problema y a sus necesidades.

Esto implica informar, educar y formar a todas las personas que están en su entorno: hermanos y demás familiares, amigos, educadores y personal del centro educativo al que asista, etc. Formación que garantice la prevención, así como el reconocimiento de los síntomas de las reacciones y el inicio del tratamiento a la mayor brevedad.

Cuando sufres este problema, te das cuenta del desconocimiento absoluto y la falta de información que existe sobre este problema tan grave y cada vez más frecuente, lo que te crea un estado de alerta y amenaza constantes. Emociones como: angustia, ansiedad, miedo, frustración, pena, indefensión, enfado… toman protagonismo en el hogar del niño alérgico, emociones vividas por cada uno de nosotros.

Antes de cumplir  los dos añitos, sabe que “algo pasa con la comida”, “me pongo malito”… lo empieza a comprender y a interiorizar antes incluso que otros hábitos como el control de esfínteres. “Mamá, ¿esto puedo tomarlo?”, es otra frase temprana en estos niños. Te sorprende la madurez y el control que empiezan a tener sobre el problema siendo tan pequeños. Toda una lección de responsabilidad.

Aun así, los miedos están latentes, ellos también los perciben, se asustan cuando ven comida desconocida, les cuesta probar alimentos nuevos y en muchas ocasiones adquieren “manías” y rituales algo obsesivos con la alimentación.

 

Otro problema añadido que produce una alergia alimentaria es la situación de exclusión social, situación que puede mermar la autoestima de estos niños: el colegio, otros padres o adultos, familiares, etc. tienen verdadero miedo a que al niño le ocurra algo estando con ellos, el miedo se combate con el conocimiento y si este problema es tratado por su entorno de forma natural, él lo asumirá de igual manera.

El número de niños alérgicos crece cada año y es necesario que los adultos responsables de estos niños sepamos tratar el problema con el conocimiento suficiente para no poner en riesgo su salud física y emocional.

¿Qué podemos hacer?

A la hora de abordarlo, es necesario:

  • Ser honestos, claros y sinceros con ellos, no mentirles jamás por muy pequeños que sean: “no puedes comer esta galleta porque te pones malito pero tienes estas otras que te encantan”, en lugar de esconderlas o inventarnos otra historia poco realista.
  • También es necesario mostrar normalidad y tranquilidad aunque sin bajar la guardia, si el niño nos percibe en constante tensión puede adquirir una relación aversiva con la comida y generalizarlo en otras situaciones cotidianas (“hacerles niños miedosos”). La sobreprotección en estos niños es inevitable pero hay que tratar de priorizar, ¡¡no todo le produce alergia, no todo es peligroso!!
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El equilibrio entre “tabú” y “obsesión”, “dejadez” y “sobreprotección” es la clave para sobre llevar de la forma más sana y tranquila posible el problema de las alergias alimentarias.

 

 

Un niño alérgico no es un niño enfermo, concienciémonos de esto. Mi hijo es alérgico y es un niño sano y feliz. 

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga infantil y educativa

 

Padres separados: hablar bien del padre/madre de nuestro hijo es un regalo para ellos

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Pensemos por un momento, ¿Qué es lo más frecuente en casa, que mi hijo me escuche hablar de su padre/madre con una actitud respetuosa o con un tono despectivo?

Cuidar la forma en que nos referimos al otro miembro de la pareja de padres es importante. Lo es, además, independientemente de si como pareja estamos juntos o separados. Eso sí, matizando que nos estamos refiriendo siempre a relaciones en las que no hay ningún tipo de maltrato.

Cuando unos padres llegan a Grupo Crece preocupados por el estado emocional de su hijo, y comenzamos la terapia, suelo hacerles un esquema muy sencillo en un papel, en el que represento lo siguiente:

  • En primer lugar les dibujo a ellos y simbolizo su relación de pareja con unos anillos (estén o no casados). Si se encuentran separados/divorciados hago una cruz encima de estos anillos.
  • Después, trazo una línea recta de unos cinco centímetros por debajo de este dibujo.
  • Debajo de la línea coloco a su descendencia. Puede que sean hijos de ambos y/o de uno de ellos, conformando en este último caso, lo que llamamos una familia reconstituida.

Les explico que lo que se encuentra por encima y por debajo de la raya son dos planos diferenciados aunque estén interrelacionados.

El de arriba es el terreno de la pareja, el “conyugal”. Tiene que ver con una unión/separación de dos adultos que deciden compartir/dejar de compartir sus proyectos personales.

 

El de abajo, tiene que ver con una unión que será para el resto de sus vidas. La “parentalidad”. Un vínculo que se caracterizará por la incondicionalidad y la responsabilidad en lo referente a los cuidados de los padres hacia esa descendencia.

Esta diferenciación, al menos en nuestra esfera mental, facilita el que nos podamos plantear una cuestión fundamental: ¿Cuál  es la actitud más adecuada a nivel conyugal (seamos pareja o no) para que nuestros roles de padre/madre se vean fortalecidos y por tanto nuestros hijos estén mejor sostenidos y cuidados?

Cuando la relación de pareja goza de una buena salud, esta energía positiva se transmite en la relación con nuestros hijos y la enriquece. Al hablar del padre o de la madre de nuestros hijos con cariño, con respeto y, sobretodo y también, con admiración, le estamos dando valor a su figura.

Estamos reforzando que para ellos, su padre/madre sea un referente en el que apoyarse cuando tengan miedo o preocupaciones, una figura de autoridad respetada y aceptada, un refugio donde acudir cuando necesiten mimos y abrazos.

Pero cuando como pareja no estamos atravesando un buen momento o esta se ha roto definitivamente, es lógico que nos preguntemos “¿Por qué tengo yo que tener una buena relación con la otra persona si no me apetece o considero que no se lo merece?”

 En realidad no se trata de forzar una relación de cercanía por el bien de nuestro hijo. Se trata de que la información que transmitimos a nuestro hijo de su otro padre/madre sea  ”Información de calidad”.

Con “Información de calidad” nos estamos refiriendo a que en la medida de lo posible, intentemos con nuestra comunicación verbal y no verbal, devolverle a nuestro hijo una imagen digna o restable  (si no nos es posible destacar algo positivo) de cómo percibimos nosotros que el otro ejerce su rol paterno/materno. Independientemente de los sentimientos que nos despierte este como nuestra expareja.

Cuando la situación a nivel conyugal es dura y delicada por estar atravesando una separación afectiva, es difícil e incómodo encontrar la forma de materializar esta actitud de cuidado a la imagen del otro progenitor. De cualquier forma, el que intentemos proteger a nuestros hijos no contaminando la figura (y por ende la relación) entre ellos y su otro progenitor, no es incompatible con que como padre/madre responsable que soy (y en privado), le exponga al otro con qué aspectos de su forma de criar a nuestros hijos no estoy de acuerdo.

¿Cuáles son los argumentos que sostienen la idea de que es necesario, no solo oportuno o aconsejable, esto de transmitir “Información de calidad” sobre el otro progenitor a nuestros hijos?

  • Al intentar que las tensiones del plano conyugal, contaminen lo menos posible al plano parental, estaremos facilitando el que nuestros hijos puedan construir una buena autoestima. 
  • Cuando evitamos referirnos al otro progenitor desde un tono de tensión y reproche continuo, estamos favoreciendo que el ambiente en casa no se empobrezca y que nuestros hijos no teman compartir aspectos de su mundo emocional que les preocupan/avergüenzan por miedo a encontrarse con respuestas airadas o de incomprensión.
  • Además, evitando enfrentamientos directos y continuas desvalorizaciones a la figura del otro, en las que a veces incluimos a los hijos “es que eres igualito a tu padre/madre, no lo tengo en casa pero ya te tengo a ti para recordármelo” (de forma más o menos explícita e hiriente) estamos protegiéndoles del sentimiento de culpa que les genera bloqueos emocionales que puede repercutirles en las distintas esferas de su vida (social, académica, afectiva). Ellos tienden a pensar “Discuten por mí/Si yo no existiera todo esto no habría pasado…”. Si escuchamos estas señales, no las dejaremos pasar, quitémosle esa carga que no les corresponde.
  • Para cualquier hijo la figura de su padre y su madre son dos referente diferenciados pero imprescindibles ambos para sostener y generar su propia identidad. Cuando la imagen de uno de ellos es frecuentemente dañada por el otro, ocurren dos cosas nocivas: por un lado, queda debilitado el sostén emocional que esta figura supone para el hijo y por otro, se hiere seriamente la autoimagen del mismo porque todos los hijos sienten que de alguna forma se parecen a sus padres.

Los hijos necesitan límites, firmes y razonables. Y sobretodo unos padres que con su estilo para manejar la autoridad los sepan imponer de una forma constructiva y eficaz. Cuando la imagen del otro progenitor está seriamente dañada, dificultamos mucho la tarea de que este pueda ser un referente de autoridad y por tanto, que pueda contener y tranquilizar a nuestro hijo cuando y como este lo necesite.

  • Lograr acuerdos en el terreno parental en cuestiones relativas a la crianza es un reto constante. Será fundamental que en algunos aspectos básicos se haga un esfuerzo por acercar criterios y tener similares respuestas ante nuestros hijos. Y claro que nuestra autoridad se verá fortalecida si no nos desautorizamos frente a ellos. Pero es mucho más importante que nuestros hijos perciban y sientan una relación basada en el buen trato entre sus padres a que este respeto se sacrifique en nombre de imponer una única forma de educar como “la correcta”.

  • Pensemos también qué herencia emocional les queremos regalar, y esto se construye en el día a día. Si ellos viven inmersos en una convivencia tensa y asfixiante entre sus padres a nivel relacional, estarán aprehendiendo e interiorizando un modelo disfuncional para sus relaciones futuras. La forma en que tratamos a nuestros hijos es la forma en la que ellos están aprendiendo que merecen ser tratados por el mundo.  

Finalmente y en resumen, creo que lo fundamental es que le transmitamos de corazón a nuestros  hijos, con nuestros gestos cotidianos, e independientemente del momento que vivamos a  nivel conyugal con su padre/madre, lo siguiente:

No te haremos elegir entre papá o mamá. No tendrás que sentirte asfixiado en un conflicto de alianzas.

Te dotaremos de unas alas robustas para que cuando lo necesites y desees, emprendas el viaje hacia tu propio autoconocimiento y crecimiento personal.


Naira Herrera Vaquero

Terapeuta de familia

Tiempo de calidad... ¿cómo se hace eso? (o el secreto de las Tres Es)

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Muchos padres y madres  tienen jornadas maratonianas y estresantes, con lo que el tiempo que pueden disfrutar de y con sus hij@s es escaso. ¿Cómo hacer para que este tiempo sea de calidad”? 

Entendemos por "Tiempo de calidad" aquel en el que las madres y los padres ejercen activamente a la vez que gozan haciéndolo.

Parece muy simple pero tiene muchos matices. 

Resulta un reto cotidiano el conseguir  disfrutar de la crianza si, al llegar a casa aún quedan muchas tareas por hacer.

Resignarse o culpabilizarse no será de gran ayuda.  

En cambio, priorizar y organizarnos para que lo urgente no acapare el tiempo de lo realmente importante nos facilitará conectar con nuestros hij@s y cuidar la relación que tenemos con ell@s.  

Para facilitar que se produzcan momentos de alta intensidad emocional (aunque sean escasos y breves) con tus hij@s, te recomendamos lo siguiente:  

  • Cuando llegues a casa, deja en el perchero además del abrigo, los “Debería” y los “Tengo que” referidos al trabajo. Mañana seguirán estando ahí y hoy no van a ayudarte en nada a ser un/a mejor papá/mamá.

  • Busca a tu pequeñ@ por la casa, lanzando señales evidentes con tu voz y tus movimientos de que “Estabas deseando que llegara este momento”.

  • Dale un achuchón enorme y más largo de lo que acostumbrarías.

  • Mírale a los ojos, en horizontal, desde lo más cerquita que te encuentres cómod@.

  • Y pregúntale “¿CÓMO TE ENCUENTRAS?”. Intenta evitar los socorridos: “Qué has hecho hoy, qué tal el examen, has jugado mucho, tienes muchos deberes, qué te han puesto para comer o traes alguna notita del/ la profesor/a”.

  • Cuando te vaya a responder, pon los cinco sentidos en todo lo que te exprese con palabras y con su cuerpo. Envuélvete en ese mensaje como si fuera la única ropa que tuvieras y estuvieses en el Polo Norte. Aquí y Ahora no hay nada más importante para ti.

  • Evita apresurarte a darle soluciones, reprimendas, consejos u órdenes. Así no conseguirás que se sienta escuchado ni respetado.

  • Recoge todo lo que te ha contado. Es un tesoro. No falta ni sobra nada. Ahí está cómo se siente, qué le ha pasado, cómo lo ha vivido, cómo le ha impactado, qué necesita que tú hagas…y si todavía no estás muy entrenad@ en descifrar sus señales emocionales, simplemente pregúntale con cariño y respeto: ¿Me quieres contar algo más? ¿Necesitas que te responda algo o sólo que te escuche? ¿Quieres un abrazo? ¡Gracias por contármelo!

La Estrategia de Las Tres Es nos ayudará a mejorar  la calidad del tiempo dedicado a la crianza.

  1. Espera. Sólo ell@s saben el tiempo que necesitan para contarte su día.

  2. Escucha. Tanto lo que dice verbalmente como lo que expresa con sus gestos, emociones, mirada, silencios…

  3. Emociónate. Deja a un lado tu mirada de adulto para ser capaz de ver el mundo a través de sus ojos.

Y recuerda, Las Tres Es serán unas buenas aliadas en este viaje de encuentro con nuestros hijos si no las convertimos en una autoexigencia más a añadir a nuestra lista de obligaciones pendientes.


Naira Herrera Vaquero

Psicóloga y terapeuta familiar

Grupo Crece


La autoestima en los niños

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La autoestima es uno de los aspectos más relacionados con la felicidad y la salud mental. La autoestima y el autoconcepto, o lo que es lo mismo, la manera en la que nos describimos a nosotros mismos y la valoración que hacemos de esa descripción, es la base desde la que nos relacionamos con los demás y nos movemos en el mundo. 

De este modo, una autoestima positiva nos permitirá relacionarnos desde nuestro yo más auténtico, mostrando nuestras cualidades y defectos y aceptando a los demás en su integridad, lo cual nos permite movernos por el mundo con libertad y seguridad, explorando las oportunidades que este nos ofrece.

Por el contrario, una autoestima negativa nos hará enfundarnos en prejuicios y miedos con el fin de protegernos y mantener ocultos esos aspectos negativos que vislumbramos en nosotros mismos, pudiendo caer en actitudes sumisas, déspotas o de aislamiento hacia lo demás. 

La autoestima y el autoconcepto se construyen a lo largo de nuestra historia, a través de nuestras vivencias y relaciones, siendo de gran importancia la base que se crea en nuestra infancia y adolescencia. Como en la gran mayoría de aptitudes que adquirimos en esas fases del ciclo vital, en el desarrollo de la autoestima también tienen un papel protagonista los adultos que nos rodean e influyen en nuestro crecimiento. De este modo, la manera en que los adultos perciben a un niño y el modo en el que le transmiten esas ideas serán la primera fuente de la que se nutra dicho autoconcepto.

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La adquisición de un autoconcepto es algo tan importante para nosotros que asumimos una personalidad negativa o llena de adjetivos despectivos como modo de describirnos antes de dudar de nuestra identidad o tener un autoconcepto vacío.

Favorecer y potenciar una autoestima positiva y saludable en los niños es el camino para crear personas independientes, con habilidades para manejarse en sociedad, seguras y abiertas a nuevas experiencias y personas. Para ello os sugerimos los siguientes aspectos:

  1. Ser conscientes del papel protagonista que tienen los padres y personas significativas para el niño en el desarrollo de la autoestima.
  2. Hacer un ejercicio de toma de contacto con el concepto que tenemos de nuestros peques: qué cosas valoramos de manera positiva en ellos, qué cosas les hacen especiales para nosotros.
  3. Aprovechar cada pequeña oportunidad para señalarles estas cualidades, haciendo que ellos contacten con ellas y las configuren como parte central de su autoconcepto.
  4. Señalar los fallos como conductas concretas que se pueden mejorar. Señalar que un niño "es muy responsable pero a veces se despista y pierde la chaqueta del cole en el recreo" es diferente que asumir que ese niño "es un desastre y no valora las cosas". La primera observación hará que el niño valore su capacidad de ser responsable y se vea capaz de responsabilizarse también de su chaqueta del cole, mientras que desde la segunda el niño asume que no puede cuidar de su chaqueta porque es un desastre, haciendo de esta característica una pieza más en su autoestima.
  5. Valorar el desempeño del niño más allá del resultado. A lo largo de nuestra vida, los resultados de nuestras acciones no siempre dependerán de nosotros, por lo que enseñar a los niños a valorar el desempeño en la acción, el esfuerzo y las estrategias desplegadas para la consecución será una manera de favorecer su autonomía, seguridad y autoestima en su vida adulta, evitando la frustración, la impotencia y los sentimientos de inferioridad.

 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

La comunicación con los niños

comunicación con los niños

Cuando tratamos con niños muchas veces nos situamos en una posición que nos dificulta llegar a ellos, comunicarnos y entenderlos. Tendemos a sub o sobreestimar las capacidades de comunicar y entender de los niños,  evaluándolas siempre desde parámetros adultos.

Los niños poseen su propia manera de comunicar, adaptada a su nivel de desarrollo y a su manera particular de ver la vida, y debemos de atenderla y valorarla tal cual como es. Ellos pueden verbalizar generalmente sus problemas y sus preocupaciones, de una manera más sencilla a nivel verbal pero con gran riqueza de matices a nivel no verbal. Si escuchamos desde una visión de adultos, probablemente nos será difícil empatizar con los sentimientos del niño, al situarnos en un plano diferente. Permitirnos dejar nuestro mundo adulto a un lado y atender a los niños, tanto en su expresión verbal como no verbal, esforzándonos por comprender lo que sus alegrías, preocupaciones e inquietudes suponen para ellos, nos facilitará la comunicación y sentaremos una base de confianza a la vez que, como adultos, estaremos transmitiendo mensajes de gran importancia para la felicidad y autoestima de los niños: me importas, tienes derecho a sentir lo que sientes y me gusta que lo compartas conmigo.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga familiar y coach

¿Cómo facilitar un vínculo afectivo sano? Os damos 10 ideas para conseguirlo

"El amor auténtico se encuentra siempre hecho. En este amor un ser queda adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser. Es el amor que empieza con el amor."

José Ortega y Gasset

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La mayor clave de la seguridad personal y del desarrollo de una autoestima sana en el futuro, es sentirse querido y valioso en la primera infancia. El amor es un alimento tan importante como el biberón.

Estudios con animales y con niños y niñas institucionalizados, hace años que lo confirman.

Establecer un vínculo afectivo con el bebé desde que está en el vientre materno y a lo largo de los primeros años de vida es esencial para la satisfacción de una necesidad que está en la base de la pirámide.

¿Qué podemos que tener en cuenta?

1. Habla al bebé con palabras cariñosas y suaves. Exprésale tus sentimientos.

2. Expresa sintonía con el bebé, si está muy alegre le responderemos muy alegres y le invitaremos a jugar, si está calmado le transmitiremos calma y la compartiremos con él, si está llorando o enfadado seremos tranquilos y le trataremos con ternura para intentar calmarlo, si está triste, le trataremos con consuelo, abrazándole mucho con dulzura...

3. Le atenderemos siempre que demande nuestra atención, sea con una emoción positiva o negativa, aunque sea con una palabrita si no podemos en ese momento estar a su lado.

4. Le tocaremos mucho, besos, abrazos, masajes, caricias. El sentido del tacto es el mayor vehículo para la intimidad emocional. 5. Nunca le pegaremos o le gritaremos, si debemos reñir lo haremos con firmeza pero no con descontrol.

6. Le dejaremos explorar su entorno de una manera segura, no haremos por el bebé lo que éste puede hacer por sí solo aunque sea con un poquito de esfuerzo. Le dejaremos que se guíe pro sus propios instintos para que desarrolle sus inquietudes y talentos, el bebé sabe lo que le atrae, lo que le interesa mucho mejor que nosotros los adultos.

7. Le diremos lo felices que somos con él, lo a gusto que estamos con él, resaltaremos lo que hace bien.

8. Si hace algo que debemos corregir, nunca le diremos "lo haces mal", sino que le ayudaremos a que lo pueda hacer bien.

9. No le compararemos con nadie, hermanitos o hermanitas, otras personitas. Es único igual que los demás son únicos.

10. Le enseñaremos a ser persistente, pero no exigiremos la perfección.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga educativa

Grupo Crece

El juego libre, no estructurado, sanador de los problemas en la infancia

niños

El juego libre es esencial para el buen desarrollo de los niños. Según algunos estudios, los niños que no juegan lo suficiente de manera libre son más propensos a desarrollar problemas de atención, ansiedad, depresión y a sentirse inseguros.

El juego libre es aquel que se da sin la surpervisión del adulto, sin juguetes demasiado elaborados, en espacios amplios, en la calle o en la naturaleza. Está demostrado que posibilita un mayor crecimiento de la corteza prefontal.

En realidad el niño necesita explorar en un entorno poco estructurado para desarrollar todas sus habilidades, el juego es el trabajo de la infancia y si este juego es limitado, las posibilidades de aprendizaje en todos los ámbitos, intelectual, físico, social y emocional, también lo serán. De esta manera, los niños aprenden a resolver problemas por sí mismos, desarrollar habilidades sociales, aprender a controlar su propio cuerpo, darse cuenta de los riesgos, aprenderá a cooperar y trabajar en equipo, ya que deben de crear reglas no inventadas, y desarrollar todo su potencial creativo.

El miedo de los padres que tienden a sobreproteger cada vez más a los niños, el aumento de la competitividad que lleva a los padres a dirigir a sus hijos en exceso, con el fin de que lo que hagan sea “de provecho” y le saquen la mayor “rentabilidad” hace que el juego no estructurado sea cada vez menos frecuente.

Susana Paniagua Díaz

Psicóloga educativa

Algunos Valores a potenciar en la educación de los niños de hoy

Esfuerzo  y constancia Estos valores están relacionados con la capacidad de demorar el refuerzo y marcarse metas u objetivos a largo plazo. Favorece la consecución de dichas metas y la realización personal.

Para inculcarlo en los niños es importante:

  • dar un modelo de dicho valor,

  • instaurar normas claras que favorezcan su cumplimiento,

  • promover responsabilidades y compromisos,

  • reforzar el esfuerzo, la perseverancia y no únicamente el resultado final (enseñar a posponer el refuerzo).

  • Motivar a continuar. Desarrollar auto-motivación y autocontrol.

  • Reforzar la auto-superación.

  • Favorecer el desarrollo de niños activos y con inquietudes.

  • Favorecer el desarrollo de la creatividad en la resolución de problemas.

  • Aplicar de consecuencias adecuadas contingentes a la conducta.

Responsabilidad

Está asociada a la libertad. Somos responsables de una decisión si somos libres para haber tomado esa decisión. La responsabilidad no implica obligación. El compromiso no se asume por la fuerza.

Como fomentar este valor.

  • Evitar culpabilizar o responsabilizar injustamente.

  • Enseñarles a asumir las consecuencias de sus actos. Aplicar contingentemente las consecuencias a la conducta.

  • Enseñar la coherencia entre el decir y el hacer

  • Delegar en ellos aquello que puedan realizar solos o con algo de ayuda.

  • Diferenciar responsabilidad de culpabilidad.

Autocuidado

Significa aprender a dar valor a uno mismo.

Algunas pautas son:

  • Evitar la transmisión de valores engañosos del tipo: “salud=delgadez”, “autocontrol=no expresar las emociones”.

  • Potenciar la autoestima.

  • Ser modelo de autocuidado.

  • Construir hábitos equilibrados y flexibles de alimentación, deporte, higiene, revisiones médicas, cuidado psicológico…

  • Enseñar a posponer el refuerzo y el valor de la constancia.

  • Enseñar a discriminar situaciones graves de las que no lo son.

Cooperación y diálogo

Significa tener un objetivo común y buscar soluciones compartidas para que todos puedan conseguirlo.

Algunas pautas para lograrlo:

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  • Dar modelo de cooperación en el entorno familiar.

  • Potenciar juegos cooperativos en lugar de reforzar sólo el ganar.

  • Potenciar que los niños aprendan en grupo.

  • Enseñar a empatizar.

  • Enseñar a negociar.

  • Enseñar a disfrutar con las conductas de ayuda y cooperación.

  • Argumentar las razones de las cosas con los hijos desde pequeños.

  • Dar modelo adecuado de escucha activa, de empatía y de intercambio de opiniones.

  • Favorecer que los niños resuelvan los conflictos interpersonales con las palabras mediando lo justo en los conflictos.

Amistad y relaciones afectivas

Significa saber buscar, elegir adecuadamente y mantener relaciones duraderas y satisfactorias y disfrutar de las relaciones personales profundas.

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Cómo podemos enseñarlo a los niños:

  • Favorecer el contacto y la relación social. Dar modelo de ello.

  • Enseñar a conversar.

  • Enseñar a compartir.

  • Enseñar a confiar.

  • Enseñar a defender los derechos personales.

  • Enseñar a saber elegir.

  • Enseñar a perdonar…

Creatividad

Aporta una mayor flexibilidad ante los problemas y es un estímulo para la actividad, un antídoto contra el aburrimiento, aporta novedades y hace la vida más interesante.

Podemos:

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  • Favorecer la exploración y aportar un entorno rico en estimulación. Dejar al niño experimentar. Saber delegar.

  • Implantar límites flexibles.

  • Reforzar los intereses y aptitudes del niño y el interés por el conocimiento.

  • Incentivar la búsqueda de alternativas en la resolución de los problemas.

Conocimiento

Significa desear aprender, valorar la sabiduría y el conocimiento, tener curiosidad por el mundo que nos rodea y por las cosas que ocurren en él.

Lo podemos fomentar a través de:

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  • Estimular las inquietudes, deseos, intereses personales; favorecer y reforzar la exploración.

  • Reforzar la conducta de atención y concentración y estimular un pensamiento reflexivo.

  • Fomentar el interés por la lectura.

  • Fomentar un hábito de trabajo.

  • Aportar estímulos novedosos, interesantes, variados, adaptados a las características del niño.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

La base afectiva en la construcción de los valores

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Si entendemos la educación como, el proceso de “socializar” en una cultura, para adquirir destrezas y valores que nos lleven a la felicidad, al buen vivir, es importante partir de las necesidades intrínsecas al ser humano. El ser humano nace con un conjunto de necesidades básicas que son:

  • alimentación, descanso y protección suficientes,
  • estimulación sensorial,
  • interacción afectiva, social y sexual,
  • exploración, conocimiento y control del medio.

 Para el ser humano, es importante, el bienestar físico, psicológico, económico… Pero necesitamos también, por un lado, vinculación social, afecto, sentimientos de pertenencia al grupo y, por otro lado, sentir control sobre el mundo que nos rodea, explorarlo, sentir que podemos cambiar las cosas, perfeccionarlas, sentir que podemos crear.

La psicología demuestra estos tres grandes motivos en el ser humano (Seligman, 2003):

  • el placer,
  • la vinculación, y
  • la superación

Desde este punto de vista, los valores básicos y fundamentales tendrían que partir de estos tres motores básicos.

Las emociones están presentes en el niño desde el nacimiento y son imprescindibles para su interacción con el entono. Existe una base innata en el reconocimiento y en la expresión de las emociones como descubrió Darwin y recientes investigaciones sobre las emociones han confirmado (Ekman, 2004).

El recién nacido es capaz de captar afectivamente lo que objetivamente le resulta indescifrable. El bebé viene al mundo preparado para comunicarse a través del llanto y la sonrisa. Percibe el mundo a través de las sensaciones y está preparado para:

  • expresar emociones que irán siendo cada vez más complejas a medida que el niño se desarrolla,
  • percibir las emociones del otro y,
  • responder de forma coherente a las manifestaciones emocionales de los otros.

Las emociones serán guía de su comportamiento (y guía, también, para los padres de cómo se encuentran sus hijos y de lo que necesitan), motor de su comportamiento y aportarán el valor de los eventos.

Las emociones de los demás, también, constituyen una guía para los niños, de modo que el comportamiento emocional de los padres y cómo respondan a las emociones de sus hijos ejercerá una gran influencia en el aprendizaje de las emociones.

La madre o el cuidador principal es la gran mediadora entre el niño y su circunstancia, lo que supone, que unas veces será un canal de comunicación con el mundo exterior y otras una defensa contra un ambiente que considere peligroso. “En estas largas y silenciosas conversaciones entre la madre y el bebé, la madre está introduciendo los cambios de humor del niño, le enseña cómo sentir, cuándo sentir y si hay que sentir algo sobre los objetos particulares del entorno. Los niños intentan ajustar los sentimientos a los que observan en su madre como si ella fuese la definitiva intérprete de la realidad” en un proceso de regulación mutua a partir del llanto y la sonrisa (Marina, 2004). El entorno social de la primera infancia recibido a través de la madre que es la gran mediadora influye directamente en la evolución de las estructuras cerebrales responsables de futuro emocional del niño.

El establecimiento de un apego seguro facilitará soportar la incertidumbre y determinará que una persona esté o no alarmada por una situación potencialmente alarmante. El tipo de apego determinará la confianza o falta de confianza en que la figura de apego esté disponible aunque no esté realmente presente. Estas relaciones tempranas crean expectativas sobre las relaciones con los demás. Según se han portado con nosotros así esperaremos de los demás. Algunos autores dicen que influye en las representaciones que creamos de nosotros mismos y de los demás, en la autonomía (Bowlby, 1998).

A medida que el niño crece (alrededor de los dos años) ocurre un salto cualitativo en su desarrollo: el pensamiento simbólico y la aparición del lenguaje. El niño adquiere conciencia del mundo y conciencia de sí mismo. Esto permitirá el desarrollo de la empatía, la aparición de emociones más complejas y el desarrollo de los procesos de autorregulación.

La adquisición del lenguaje le abre al niño la puerta para controlar su propia conducta pero este control siempre viene desde fuera para posteriormente interiorizarse (Vigotsky, 1973). El niño que aprende a obedecer normas de su madre, acaba poniéndose normas a sí mismo. La autonomía consiste en darnos órdenes inteligentes a nosotros mismos y cumplirlas a pesar de que las emociones le puedan llevar en un sentido contrario. El comportamiento regido por reglas supone la posibilidad de ampliar la libertad del ser humano para tomar decisiones y actuar. Y le permite la posibilidad de relacionarse con realidades no presentes, con conceptos abstractos que van a construir los juicios morales.

Es en este momento, cuando se plantea el conflicto entre el placer y el deber, dejarnos llevar por la emoción o por la razón. Los valores están a medio camino entre ambas cosas.

A través de una adecuada educación emocional, unida a la implantación de límites y normas, podemos enseñar a los niños a sentirse bien siendo generosos, responsables, trabajadores, etc. sin que ello suponga un gran esfuerzo.

Pero cuando esto falla, no siempre la obligación puede ser agradable, es importante enseñar a los niños a autorregularse: pararse a pensar sobre lo que les pasa, a valorar las consecuencias, tomarse un tiempo para decidir y anticipar ventajas a largo plazo…

Deberes y deseos tienen que situarse en un equilibrio que probabilicen la felicidad personal y la felicidad colectiva. Los valores se concretan en normas; si hacemos compatibles las normas con las necesidades y motivaciones humanas y educamos las emociones para facilitar el cumplimiento de dichas normas estamos facilitando que dichos valores se lleven a al acción.

Los filósofos han reflexionado siempre sobre los motores del hombre. Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, entre otros, plantean que el hombre tiene dos facultades: Noûs  (inteligencia) y Orexis (deseo)

 

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach