Encontrar el justo lugar en la relación madre-hija (Parte I)

Toda madre juega un papel fundamental en la vida de su hija, y por una buena razón: se trata de la primera referencia femenina que ésta tiene. La relación que sucede entre ambas en ocasiones es ambivalente: una mezcla entre amor y odio donde a veces es difícil encontrar un lugar adecuado. 

La principal dificultad se puede resumir en las siguientes palabras de Erich Fromm: "La relación madre- hijo es paradójica y, en cierto sentido, trágica. Requiere el amor más intenso por parte de la madre, sin embargo, todo ese amor debe ayudar a que el niño crezca y se aleje poco a poco de ésta, hasta convertirse en un ser totalmente independiente".

¿ Dónde debe poner el límite una madre para que permita la autonomía e individuación de su hija?
¿ Dónde debe poner el límite la hija para que pueda expresar sus propios deseos y su identidad? 

Y ¿ cómo hacerlo sin sentir la culpabilidad de creer traicionar a la madre al seguir su propio camino? 

Como la madre es la primera que está cuando se crea esta relación, pondremos el foco de atención en ella y en su actitud en las dos etapas fundamentales del desarrollo vital de todo ser humano: la infancia y la adolescencia. Así mismo describiremos y analizaremos el perfil de algunas madres que pueden dificultar este dúo, las consecuencias de sus actos en sus hijas y algunas soluciones posibles para hallar ese justo lugar. Por último, se examinará la relación desde el punto de vista de la cadena generacional: como ser madre después de la propia madre y el papel de la madre convertida en abuela.

Infancia

Una de las dificultades entre madre e hija reside en que son del mismo sexo. En los primeros meses de vida, la madre debe poder proporcionar a su hija cuerpo, alma y corazón; a la vez, la madre debe mirarla, reconocerla, pero sin buscarse a ella misma en esta mirada, sin considerarla su reflejo.
La tentación de la confusión es muy fuerte si la madre no ha saldado sus cuentas con el pasado o si existen heridas emocionales no resueltas, puesto que tenderá a "mirarse" en su hija sin darle a ésta un lugar como una persona singular, diferente, y comenzará a proyectar en ella sus propias frustraciones y deseos.
Amar a la hija es aceptar poco a poco no continuar siendo un único cuerpo para ella, y dejar un lugar al padre o su sustituto. La actitud , las palabras y las acciones del padre o sustituto son lo que permitirán al bebé centrarse en otra cosa, en los demás, en el mundo.
Poco a poco, mientras la hija vaya creciendo, la madre debe ir haciéndole entender que son personas diferentes: por sus acciones, actividades personales, lucrativas o no, debe demostrar que no es sólo madre, que también existe fuera de esa función. En este sentido se trata de dos personas que deben vivir cada una su " deseo singular".
Si la madre sólo se siente realizada a través de la maternidad, la progenitora creará una dependencia y un sentimiento de culpabilidad en la hija si ésta empieza a mirar hacia otro lado para crecer.

Adolescencia

La adolescencia es un momento de metamorfosis y transformación fisiológica donde se despiertan y se comienzan a exteriorizar los posibles conflictos existentes. 
Uno de los posibles conflictos está relacionado con la competencia entre mujeres en cuanto a " lo femenino", aunque esas mujeres sean madre e hija. En este momento evolutivo es necesario que la madre acepte su edad sin rechazar el envejecimiento. Empezar a construir la diferenciación entre ambas es difícil si existe en la madre una voluntad de imitar a su hija en cuanto a la elección de su indumentaria, su manera de hablar, el ocio o sus modelos. 
Sería bueno revisar su historia y aceptar que el pasado es pasado, y es un buen momento para hacer un balance lúcido y honesto de las insatisfacciones personales sobre proyectos que no se han llevado a término o sus " deseos singulares" que vuelven a aparecer, y autorizarse a recuperar el movimiento en sí, la confianza en uno mismo y la pasión por la vida.

El hecho de existir como mujer anhelante es crucial para la construcción de la feminidad de su hija.

ENTRE UNA MADRE Y UNA HIJA NO ES RECOMENDABLE COMPARTIRLO Y CONFUNDIRLO TODO, SI NO, ¿CÓMO PODRÁ LA CHICA CONSTRUIR SU INTIMIDAD, SU AUTONOMÍA? 

Para acompañar de una forma adecuada lo que una madre debe aprender a comprender es que CRECER ES DIFERENCIARSE. 

En este sentido debe respetarse la intimidad, como, por ejemplo, el deseo de retirarse al dormitorio. Del mismo modo, sería adecuado que los primeros novios fueran aceptados sin ningún tipo de juicio o voluntad de orientación, ya que de lo contrario se interpretaría como una manera de controlar y de evitar que la niña crezca y se identifique con sus propios deseos.
La madre ha de aceptar no ser la única referencia, al contrario de lo que ocurría en la infancia. Es necesario tener el duelo por la niñita que su hija ya no es.

En cuanto a la hija, en ocasiones, diferenciarse de la madre implica romper con la madre,rebelándose, con grandes fracasos escolares, en exámenes o en otras cosas que no se deseaba hacer. Rebelarse forma parte de la evolución de la persona de la adolescente.

Las chicas deseosas de seguir su propia vida deben trabajar para evitar sentirse culpables. CRECER ES IR HACIA UNA MISMA, lo que no impide el afecto con su madre y compartir ciertas cosas de la vida, cada una conservando su vida y su intimidad

Raquel Ibáñez Ortego

Psicóloga

Grupo Crece



Bibliografía: Poncet- Bonissol, Y., " La relación madre-hija". Ediciones Obelisco, España 2014.

Imágenes: Gioia Albano
Regina Garialdi
Flor Méndez

El lenguaje de la responsabilidad en las relaciones de pareja

Las relaciones personales son tremendamente complejas. Los factores que influyen en ellas son demasiados  y muy sutiles por lo que, en ocasiones, lo que queremos decir, lo que decimos, y lo que el otro entiende  difieren,  dando lugar  a malos entendidos e incluso a conflictos. 

En el caso de la pareja la comunicación se ve influida  por concepciones  sociales, creencias inconscientes y  expectativas, que interactúan con los mensajes y  aumentan la complejidad del entendimiento.

Muchos de los problemas que surgen en los grupos de personas  y  en la pareja se deben a una dificultad de las personas  para detectar sus propias necesidades y hacerse responsables  de  expresarlas. Nos resulta más fácil  responsabilizar a los demás  de descubrir  lo que necesitamos y la manera en la que nos lo han de proporcionar.  Pero este acto que en un principio nos puede parecer útil para quitarnos peso de encima se  vuelve en nuestra contra,  creando relaciones dependientes cuando la persona es sensible a nuestra necesidad  y capaz de cubrirlas en todo momento y  produciéndonos frustración y conflictos cuando las personas no aciertan en lo que necesitamos.

La ausencia del lenguaje de la responsabilidad nos hace meternos en embrollos en los que nadie da lo que quiere ni recibe lo que necesita.

Pongamos como ejemplo a Pedra y Marino: Pedra tiene un mal día en el trabajo, llega a casa y Marino se preocupa mucho, le pregunta cada detalle de su día y le hace veinte propuestas de menús para la cena para que ella elija el que pueda alegrarla un poco. Todo este esfuerzo lo hace Marino pensando que es lo que Pedra necesita. Pedra sin embargo, estaba deseando llegar a su casa para desconectar del trabajo, ponerse una película con Marino y comer lo primero que pillase, está cansada de pensar.  Así que en la opción de menú número 21, y tras varias indirectas, Pedra le dice a Marino: “ay, déjame en paz, que me estas poniendo la cabeza como un bombo y es lo único que me queda”. Marino se llena de rabia porque ha hecho algo que no salía de él, forzándose, creyendo que era lo que el otro necesitaba y encima se encuentra con el reproche.

Otro ejemplo que nos encontramos demasiado a menudo es ese en el que Marino tiene un plan y Pedra quiere ir, pero espera que salga de Marino la petición. Marino cree que ese plan resulta aburrido para Pedra y decide no ofrecérselo para no ponerla en un compromiso, aunque le haría ilusión que le acompañase.  Al final Pedra se enfada por no haber ido y más aún porque Marino no se lo ha propuesto.

Instaurar el lenguaje de la responsabilidad en nuestro día a día es vital para simplificar y optimizar la comunicación. 

Este lenguaje nos hace relacionarnos desde la conciencia y la madurez, es empático, asertivo y, sobre todo, útil.

Hay varios aspectos básicos para comunicarnos desde la responsabilidad:

Conectar con nuestras necesidades.

Cada persona vive la realidad de una manera y necesita cosas diferentes en cada momento. No existe un manual en el que se exponga qué necesita una persona cuando tiene un mal día, cuando ha ido al médico, cuando tiene un conflicto con alguien… Por lo que no nos sirve hablar de “lo normal es que…” como en muchas ocasiones hacemos. Conocer nuestras necesidades en cada momento y aceptarlas es el primer paso para poder comunicarnos con responsabilidad. No podemos hacer responsable al otro de satisfacer una necesidad de la que nosotros no nos responsabilizamos.

Concretar cómo queremos que sea cubierta esa necesidad.

Necesitar ayuda es algo demasiado difuso y puede ser entendido de diferentes maneras, pero un abrazo, una charla, un consejo, que nos escuchen, o que cooperen con nosotros de una manera determinada es un mensaje directo y libre de interpretaciones.

Pensar quien nos puede proporcionar lo que necesitamos.

Cada persona de nuestro círculo nos nutre en algún sentido y nos aporta algo que nos ayuda, pero cada uno tiene su personalidad, sus habilidades y un límite. No hay una persona que nos pueda cubrir el 100% de nuestras necesidades, por lo que buscar y exigir eso solo nos hará relacionarnos desde la carencia de los demás y no desde sus capacidades. Si identificamos la manera de ayudarnos de cada una de las personas que nos rodean podremos valorarlos por ello y acudir a ellos cuando necesitemos eso que tan bien saben compartir.

Expresar nuestra necesidad desde la responsabilidad:

“me apetece hacer esto”, “necesito que me ayudes de esta manera si puedes”, “me siento así”, “tengo mucha ilusión por aquello”, “me vendría muy bien eso”.

Aceptar que igual que yo me hago responsable de mis necesidades y deseos, los demás también pueden tener las suyas.

Y pueden llegar a ser incompatibles en un momento dado. Eso no significa que no podamos encontrar la manera de confluir.

De esta manera, Pedra llegaría a casa y le diría a Marino: “He tenido un día horrible, me siento cansada y con la cabeza cargada, me vendría genial ver una peli y no complicarme mucho con la cena, ¿Qué te parece?”.

Rompamos con ese mito de que quien te quiere debe saber lo que necesitas en cada momento, dejemos de hablar en clave para no exponer nuestras necesidades, hagamos las cosas simples y disfrutemos de ver que las cosas funcionan mejor.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

El duelo en los niños/as

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La perdida es una de las experiencias vitales que más dolor causa al ser humano. La sensación de angustia al sentir que algo amado ya no esta a nuestro alcance es algo que experimentamos desde nuestros primeros meses de vida, cuando no hemos adquirido la permanencia del objeto, capacidad que nos permite ser conscientes de que, aunque no estén a nuestra vista, las
cosas siguen existiendo.

El proceso de adaptación a la pérdida se conoce como duelo. Muchas veces nos referimos al duelo como el periodo emocional que sucede a una muerte de un ser querido, sin embargo, experienciamos tantos tipos de  duelos como tipos de pérdidas en nuestra vida: la pérdida de trabajo, el fin de una relación o tener que emigrar a otro país son experiencias vitales que conllevan un duelo. Cada duelo es, por lo tanto, una experiencia diferente, con una manifestación, intensidad y una duración particular.

Y si las pérdidas están presentes a lo largo de toda nuestra historia, también lo estarán los duelos, aunque la conciencia de que los niños puedan sufrir procesos de duelo es poco extendida aún hoy en día: tendemos a pensar que los niños se olvidan pronto de las cosas, que no se dan cuenta de lo que sucede o que superan las cosas con más facilidad. También buscamos protegerles del dolor ocultando las pérdidas o minimizándolas. 


Lo cierto es que los niños perciben la perdida y el sufrimiento que conlleva, aunque es posible que la expresión de su dolor sea diferente a la de los adultos: 

  • Los niños tienen más dificultad para diferenciar entre la tristeza y el enfado. Además, al ser esta última una emoción que conlleva conductas más llamativas, los niños suelen elegirla como medio de expresión de su malestar.

  • Pueden experimentar conductas regresivas, como descontrol de esfínteres o pérdida de habilidades adquiridas.

  • Los niños pueden aislarse si no comprenden su malestar y se ven incapaces de comunicarlo.

  • Pueden jugar a juegos en los que la muerte este mas presente de lo habitual.

  • Los dibujos son un medio por el que los niños expresan sus emociones, por lo que los cambios en el universo emocional de los pequeños se harán presentes en él.


Como podemos ayudar a los niños a gestionar sus duelos?:

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  • Hablar claramente de la perdida, explicarle lo ocurrido para evitar sentimientos de culpa.

  • Proteger a los niños desde la comprensión y la legitimación de sus emociones. Si les ocultamos y negamos la perdida se sentirán confusos y no sabrán a quien acudir.

  • No hacer de la perdida un tabú: compartir y escuchar, legitimar el derecho del niño a sentir.

  • Comprender los sucesos de la infancia que pueden suponer duelos para los niños: la pérdida de un muñeco importante para ellos, no ser aceptados en el cole, separarse de un amigo, que mamá o papá amplíen su horario de trabajo o el nacimiento de un hermano son sucesos que los niños pueden vivir con gran impacto emocional, aunque desde la perspectiva adulta puedan tener otro significado.

  • Proponer a los niños rituales que les ayuden a superar el duelo o a hacerlo menos doloroso: enviar un globo al cielo con un mensaje para la abuela o el abuelo, hacer una fiesta de despedida antes de cambiarles de colegio y que los amiguitos escriban en un libro mensajes de ánimo... Los rituales de despedida son de gran importancia en todo proceso de duelo ya que nos preparan para afrontar la nueva situación.


En los niños, como en los adultos, la expresión de las emociones y pensamientos negativos, así como sentirse apoyados y queridos, aún en sus momentos más bajos, son la base que necesitan en su proceso de duelo.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece


Los personajes de mi vida: esos roles que reproducimos...

¿Os suenan frases como  “pareces otro delante de tu mujer” o “cuando estás con tus padres no te reconozco”?

Frases de este estilo nos han acompañado en diferentes momentos de la vida y es posible oírlas de muchas personas. Algunos reaccionan desde la preocupación ante este tipo de afirmaciones, entendiéndolas como un ataque o duda sobre algo vital en nuestras vidas: nuestra identidad. Sin embargo, esto no es más que la evidencia del juego consciente o inconsciente que jugamos en nuestro día a día a lo largo de nuestra vida: un juego de roles.  En cada uno de los ámbitos de nuestra vida (trabajo, familia, amigos, etc.)  desempeñamos un rol, un personaje que tiene una función determinada y unos comportamientos que componen una perfecta sinfonía para conseguir que esa función se vea reforzada. Hay personas que tienen un rol en el que se sienten cómodos  y buscan la manera de jugar siempre desde el mismo personaje, mientras que otros adaptan su rol a las necesidades del entorno en el que tengan que actuar, jugando roles diferentes en función de las circunstancias.

¿Es mejor mantener siempre un rol o jugar diferentes roles?

Como casi toda diciotomía, no podemos afirmar que exista una opción buena de manera absoluta.  Pongamos como ejemplo una persona fijada en el rol del luchador, encarnado en el personaje del Guerrero. Un Guerrero, para serlo, necesitará siempre causas por las que luchar, estará siempre en alarma y con la espada lista para desenvainar, haya o no razones para hacerlo. Pueden incluso llegar a buscar conflictos en los que participar y dificultades que superar con el fin de no perder su identidad de luchadores, con el desgaste que supone vivir una vida de batallas. Ahora veamos el caso de una mujer Maga en su vida laboral (sacando trabajo adelante en las peores condiciones, con soluciones para cada problema y siempre con un toque de creatividad) que en su familia juega el rol del Demonio de Tasmania (no queda nada en orden a su paso, olvida fechas importantes y genera más problemas de los que soluciona). Nuestra Maga-Demonio seguramente sentirá malestar al ver las diferencias que existen en sus roles, sufriendo un conflicto de rol que le puede generar una crisis de identidad.

El conflicto de rol se produce cuando sentimos que en nuestra vida desempeñamos roles incompatibles o cuando pensamos que un grupo de personas tiene expectativas de nosotros que no se corresponden con nuestros comportamientos actuales.

 

 

El punto de bienestar, como en muchos otros aspectos de la salud mental, está en la libre elección. ¿Has elegido los roles que desempeñas?, ¿te sientes a gusto en esos roles?, ¿te gustaría explorar un nuevo rol en algún ámbito de tu vida?

Como hemos explicado al inicio, los roles solo forman parte de un juego en el que nosotros elegimos la dirección en la que queremos mover nuestra ficha .

Muchas veces el miedo a las reacciones de los demás ante un nuevo rol nos impide explorar y nos hace anclarnos en el rol del bueno, del gracioso, del superhéroe e incluso del gruñón. Pero ante este miedo debemos plantearnos si nos merece la pena que los demás solo conozcan una de nuestras facetas o si queremos generar relaciones plenas en las que nos sintamos libres de explorar y elegir el rol que mejor nos sienta en cada momento.

Quizá tus amigos agradezcan que no coartes tu faceta mimosa con ellos, o tus padres que les deleites con tu fabulosa tortilla de patatas. 

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

¿Es imposible tener una pareja estable hoy en día?

Vivimos en tiempos cambiantes y acelerados, donde las palabras crisis, ansiedad y disfrute van de la mano. El modelo de pareja imperante hace unos años puede parecer obsoleto para las nuevas generaciones.  Pero, ¿cuál es el modelo actual? Escucho a muchos chicos y chicas jóvenes, en la consulta, plantear en voz alta un miedo que podría traducirse en esta pregunta: ¿Es imposible tener una pareja estable hoy en día?

La respuesta a esta pregunta es algo que angustia a muchas personas que esperan encontrar un/a compañero/a de vida para cumplir determinados sueños. Pero acaso ¿es la estabilidad la clave de la felicidad en pareja? Quizá no o al menos no la única, pero sí es una condición necesaria para poder empezar a construir un vínculo importante con la otra persona.

Existen tres obstáculos que podrían fragilizar dicho vínculo:

  1. El primero es, la intromisión de las familias de origen en la nueva pareja. Cuando permitimos, con mayor o menor consciencia, que nuestras propias familias de origen estén enredadas en nuestra relación dificultamos el poder conocernos plena y satisfactoriamente entre los dos miembros de la pareja. Esto a su vez hace que sea mucho más complicado hacer los cambios necesarios para ajustarnos al otro y que nuestros proyectos vitales confluyan y generen crecimiento mutuo.

  2. El segundo, la complejidad de la vida en pareja. Las relaciones de pareja fluctúan inevitablemente por numerosas fases, algunas maravillosas e inolvidables, otras angustiosas y dolorosas. El problema es que el ideal de pareja perfecta que supera todos los contratiempos sin verse perjudicada, que se entiende con solo mirarse y coincide plenamente en gustos y necesidades, no existe. Ante los primeros signos de decepción o desencanto con algún aspecto de nuestra pareja, solemos infravalorar todo lo ya construido en la relación.

  3. El tercero, fobia al compromiso en esta cultura de consumo. Existe una imagen idealizada de la relación amorosa estable y duradera pero resulta difícil esforzarse por ella cuando vivimos inmersos en redes de contactos, que hacen factible el conectarse con muchas personas en relaciones de fácil acceso y salida. Se busca por tanto compañero/a sentimental pero a la vez uno no se quiere perder nada. Como expresa Z. Bauman en su libro “Amor líquido”, se generan las llamadas relaciones de bolsillo, que se caracterizan por ser agradables y breves. Serían la encarnación de lo instantáneo y lo descartable. Su eslogan podría ser: “Nada de enamorarse. La conveniencia es lo único que cuenta. Cuanto menos inviertas en la relación tanto menos inseguro te sentirás”.

De manera que si quieres luchar en el presente por tener la mejor relación de pareja posible en el futuro, podéis empezar por trabajar estos aspectos:

PRIORIZAR:

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Dotar al vínculo que os une de una prioridad frente al resto de grupos humanos a los que pertenecéis. No significa en absoluto aislarse o desvincularse de vuestras relaciones significativas o vuestros más cercanos familiares. Se trata de blindar la pareja dejando claro al resto que el otro miembro de la pareja y sus necesidades están en primera línea.

ACEPTAR:

Ambos cometeréis errores y pasados unos meses después del enamoramiento inicial harán su entrada triunfal vuestros defectos. Aprender a convivir con los que sean compatibles con vuestro bienestar personal será un trabajo difícil pero muy enriquecedor para ambos. Con los incompatibles, deberéis esforzaros por modificarlos en la medida de los posible.

PEDIR:

Ninguno de los dos tenéis superpoderes para adivinar qué es lo que el otro necesita antes de que lo pida. Si esa es vuestra meta de partida, la frustración no tardará en aparecer. Deberemos asumir la responsabilidad de aprender a pedir (lo que necesitamos afectivamente) y pedirlo bien. Así será más fácil que el otro pueda y quiera satisfacernos.

REVALORIZAR:

Cuando llegan las crisis o la rutina a una relación de pareja, es fácil que si tenemos alguna relación virtual con otra persona a la que muy probablemente ni conozcamos personalmente, esta nueva relación nos parezca más atrayente e interesante que la nuestra propia. Y es verdad, a corto plazo lo es…el problema es que si queremos estabilidad, estamos condenados a tener que superar el hastío y los conflictos. Para ello es mejor no huir encadenando relaciones pasajeras, excitantes pero emocionalmente vacías. Revalorizarnos el uno al otro será una clave importante. Poner la energía común en descubrir y fomentar aspectos del otro y de nosotros mismos que nos aporten valor mutuamente.

De cualquier forma, conseguir una relación estable no debería convertirse en un fin en sí mismo. La estabilidad, entendida como una actitud que ambos miembros pudieran aportar en el día a día y especialmente ante las crisis inherentes a toda vida en pareja, nutriría y fortalecería dicha relación.  

Nayra Herrera Vaquero

Psicóloga familiar y de pareja

Grupo Crece


Re-conectate con tu pareja ahora que llega el verano: cinco ideas para fortalecer la relación

Con la llegada del verano, la jornada intensiva en las empresas y las vacaciones estivales,  tenemos más tiempo para dedicar a todas esas cosas importantes que durante el año hemos dejado postergadas  a un segundo plano.  Puede que durante el año no nos hayamos dedicado tiempo a nosotros mismos, que hayamos dejado un hobbie abandonado, o que nuestra relación de pareja se haya visto resentida por el ritmo frenético que nos envuelve durante el año. Escuchar nuestras necesidades, hacer una pequeña ojeada a las condiciones en las que llegamos a esta nueva época estival, nuestro cuerpo, nuestras relaciones, nuestro entorno, nos puede ayudar a aprovechar este tiempo para cuidarnos y reparar las pequeñas imperfecciones que haya dejado el año.

"Para las relaciones de pareja, el trabajo, el estrés y las preocupaciones pueden ser un motivo de alejamiento. La rutina, la falta de tiempo libre, la necesidad de estructurar nuestra vida con el fin de poder conciliar el aspecto profesional y el personal dejan poco tiempo para el disfrute en pareja." 

 Por eso, muchas personas conciben este momento como un reencuentro, bien por el aumento de horas que vuelen a pasar juntos, o por volver a conectar con lo que más les gusta de sus parejas. Y es que en el verano,  todas las estrellas parecen alinearse para marcarnos el camino hacia la tranquilidad, el disfrute y  la conexión con lo más genuíno de nosotros mismos. Alejarnos de lo que durante el año ha significado para nosotros preocupaciones, sacrificio, esfuerzo, falta de sueño y falta de tiempo libre nos permite acercarnos sin obstáculos de por medio a nuestra pareja. Además, la sensación de liberación propia del verano nos ayuda a conectar con lo que más nos gusta de nosotros mismos y a proyectar esa imagen a los demás, mostrando nuestra cara más atractiva.

Aprovechar el verano para fortalecer la pareja, para dedicarse tiempo de calidad y para volverse a enamorar es una manera de crear un fuerte tronco que aguante los vendavales y chaparrones del invierno. 

¿Cómo puedo fortalecer mi relación de pareja durante las vacaciones?

  1. Buscad conectar con la esencia de la pareja y cread un plan a medida. Si sois una pareja divertida, vuestro plan quizá sea ir a ver un monólogo o recordar las anécdotas más graciosas que habéis vivido juntos durante un paseo;  mientras que si sois una pareja con gran pasión por la naturaleza quizás os guste más una ruta por la sierra o comenzar un huerto ecológico en casa.
  2. Dedicad tiempo a los pequeños detalles que llenan de amor una relación, como mirarse a los ojos u observar al otro sin decirle nada, darse al menos cinco caricias al día (sí, ¡como la fruta!) o buscar esos temas de conversación que os mantienen embebidos durante horas.
  3. Compartid momentos y las sensaciones que experimentáis en ellos.
  4.  La respuesta sexual y el estrés son grandes enemigos, aprovechad la calma para disfrutar juntos y dedicaros ese tiempo.
  5. Escoged símbolos que reflejen esa unión y os den fuerza para el año: una fotografía, una pulsera, una concha de la playa, una piedra especial...

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Emociones evitadas, sentimientos no sentidos

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Las emociones y sentimientos son algo real que no podemos eliminar o provocar a nuestro antojo, simplemente suceden. Los sentimientos son las reacciones más importantes y trascendentes que tenemos como seres humanos, nos dan luz sobre el rumbo a tomar en cada paso de la vida, nos ayudan a darnos cuenta de nuestras necesidades y deseos; reprimirlas, negarlas, ocultarlas, racionalizarlas en exceso, nos anula y nos distancia de nosotros mismos, nos disfraza la realidad y no nos permite generar recursos de afrontamiento, y entonces, se enquistan en el cuerpo provocándonos somatizaciones y problemas de salud.

Muchas personas se han desconectado de sí mismas, de sus auténticas necesidades, motivaciones y emociones, y se han construido una vida donde "ni siento ni padezco", "siento sólo aquello que soy capaz de digerir", "siento sólo cosas supuestamente bonitas o agradables pero alejadas de mi propia realidad".

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La dificultad para gestionar las emociones y los sentimientos nos lleva al autoengaño y a largo plazo a un callejón sin salida de insatisfacción, de soledad o de enfermedad.

El sufrimiento que nos produce enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestro dolor, a nuestra vulnerabilidad..., impide el acceso a la plenitud y a la satisfacción. En la vida no es posible sólo sentir las emociones agradables, sin las desagradables o dolorosas no tenemos acceso a todo el universo emocional y a una vida plena. Hay personas que viven en un universo irreal de felicidad, evitando todo aquello que le genere disonancias, displacer, frustración o dolor: evasión e compras sin sentidos, ocio vacío, drogas, adicción al trabajo, perfeccionismo sin sentido, asentarnos en un rol y no movernos de ese lugar, reproducción de patrones automáticos de comportamiento, dejarse llevar pro nuestra zona de confort... Entonces... dejamos de sentir y dejamos de vivir.

Muchas veces, negamos nuestro yo emocional y visceral, para mantener la autoestima en equilibrio, una autoestima basada en cierta imagen o en cierto rol, o en ciertas circunstancias que no tienen nada que ver con nosotros mismos, o para que no afloren miedos y penas muy profundos que pueden tener su origen en un niño o niña heridos, miedos o penas que creemos que no seremos capaces de superar. Podemos tener miedo a no controlar las emociones o no controlar las emociones o la conducta del otro y sentimos que evitamos un conflicto si nos callamos. 

Nada más lejos de la realidad emocional, al ir dejar fluir nuestras emociones y sentimientos, al conectarnos con nuestra vulnerabilidad y al expresar nuestros sentimientos, iremos recuperando una autoestima sólida centrada en nosotros y no en aspectos externos, iremos curando las heridas del pasado y situando las cosas en la vida de modo que nos perjudiquen lo menos posible.

Cuando expresamos las emociones, vamos cubriendo necesidades pendientes para poder satisfacerlas y cerrarlas, dejando paso a nuevas necesidades y espacio para vivir en el aquí y ahora.

Las emociones están en la base de nuestra superviviencia y en la base del acceso a todo aquello que nos provoca bienestar, sin ellas no podemos tampoco construir vínculos con las demás personas.

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"Reconocer la vulnerabilidad nos vuelve auténticos y nos acerca a los demás; nos hace más valiosos como experiencia humana con otro y nos hace libres"

¿Cómo conseguir conectarme más con mis emociones?

  1. Escuchar al cuerpo es el primer paso, en él se anidan las emociones más básicas, las necesidades más primarias, poco a poco iremos siento capaces de identificar en él las emociones que está sosteniendo.

  2. Aceptar las emociones como algo natural y positivo, incluyendo las emociones que nos dan miedo o rechazamos. Todas las emociones y sentimientos nos sirven para algo aunque racionalmente pensemos que no son adecuadas. en este proceso de aceptación cada vez seremos más capaces de sentir que la emoción es una aliada y no una enemiga.

  3. Dejar espacio para la espontaneidad y ser nosotros mismos; buscar espacios o personas con las que pueda aflorar mi yo más esencial y auténtico. Descubriremos los beneficios de no avergonzarnos de nosotros, de no pensar antes de hacer, de fluir sin necesidad de hacer o decir nada especial y eso nos dará muchas claves para seguir nuestro camino de desarrollo personal.

  4. Detectar mis puntos débiles: exceso de racionalización, exceso de actividad para no pensar, relativizar las cosas y ver sólo el color de rosa o la paja en el ojo ajeno, adición a alguna cosa o sustancia.

  5. Expresar a los demás mis emociones, necesidades, deseos..., marcando límites, pidiendo algo, expresando lo positivo, dando mi opinión sincera, expresando una crítica... La asertividad nos ayuda a ser más conscientes de nuestras emociones y necesidades y a equilibrar y gran parte de las veces a acercar las relaciones con los demás.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

 

Las emociones y la supervivencia

Los sentimientos y emociones son los cimientos de nuestra mente. De todos los fenómenos mentales, los sentimientos y sus ingredientes emocionales son los menos conocidos en términos biológicos y neurobiológicos.

Las emociones nos preparan para manejar sucesos importantes sin pensar en lo que hay que hacer, por ello son muy primitivos en nuestra estructura cerebral y son básicos para la supervivencia de la especie y de muchas otras. Están relacionados con aspectos muy básicos a nivel biológico como los procesos metabólicos o el sistema inmunológico. Manejar adecuadamente nuestra emociones nos aporta por lo tanto salud y felicidad.

En el continuo evolutivo de las emociones y sentimientos encontramos.

  1. En un primer nivel: el proceso de metabolismo (mantiene a través de componentes químicos y mecánicos el equilibrio de las químicas internas), reflejos básicos (que reaccionan al ruido, la luminosidad, el calor o frío extremos… para replegarse y protegerse), el sistema inmune (el cual nos defiende de agentes peligrosos como virus, bacterias, parásitos).

  2. En un segundo nivel: comportamientos asociados al placer o al dolor con componentes de acercamiento o retirada (no nos tocamos una zona que nos duele y nos acercamos a fuentes de placer, expresamos el sufrimiento y dolor en la cara y en el cuerpo y abrimos y relajamos el cuerpo, liberando endorfinas ante las fuentes de placer).

  3. En el tercer nivel: instintos y motivaciones diversos, como la sed, el hambre, la curiosidad, la exploración, el juego y el sexo.

  4. En el cuarto nivel: Las emociones propiamente dichas (alegría, pena, miedo, vergüenza, orgullo… y sus expresiones faciales, vocales y corporales.

  5. En el quinto nivel: los sentimientos (las imágenes mentales de las emociones).

Todos estos dispositivos se activan al nacer o poco después con poca dependencia del aprendizaje (por ejemplo: llanto reactivo de los bebés). Sin embargo, el aprendizaje jugará un papel esencial a la hora de saber cuando desplegar estos dispositivos, con qué intensidad, o cuando inhibirlo.

Los niveles interactúan entre sí: por ejemplo el miedo, la tristeza o el asco inhiben el hambre, la sed y los impulsos sexuales, la satisfacción de los instintos produce felicidad, la frustración de los instintos produce cólera o tristeza. El manejo inadecuado de las emociones lleva a enfermedades que tiene que ver con los procesos metabólicos o autoinmunes.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo Crece

 

 

Educar sin gritar es posible

“¡Niño, deja ya de joder con la pelota! ¡Que eso no se hace, que eso no se dice, que eso no se toca!”...  Así recogía Joan Manuel Serrat la manera en la que nos dirigimos y asumimos la educación de “esos locos bajitos”, como los llama en su célebre canción. Y, en efecto, tanto en el ámbito escolar como en el familiar, es frecuente responder con el grito a todas las acciones de los niños que se escapan a nuestro control o a nuestra manera de entender los límites del comportamiento socialmente aceptado. Entre todos, hemos convertido al grito en un elemento central en la educación, enseñando a los niños a portarse bien para evitarlo y a aceptar solamente aquellos límites que se imponen con él. 

Es evidente que los límites son un elemento necesario en la educación y la salud mental de los pequeños,  pero si solo se establecen por medio de gritos, estamos perdiendo de vista otras maneras más efectivas y racionales de educar, y pecando de una rigidez y un reduccionismo que no nos benefician como padres y como educadores.

Adquirir nuevas actitudes en la forma de relacionarnos y educar a los niños, y, a la vez,  adaptar nuestras respuestas de un modo flexible a su comportamiento, variando el tono y el modo en el que nos dirigimos a ellos, reforzará nuestra figura de autoridad y nos mostrará como ejemplo de cómo abordar los problemas desde la razón, la contención y la templanza, no desde el descontrol que el grito lleva implícito.

Empatizando, validando, conteniendo, manejando los tiempos y negociando con nuestros hijos, manejaremos los conflictos desde un lugar en el que la relación padre/madre - hijo/hija saldrá reforzada.

  1. Empatizar, es decir, entender la posición, las motivaciones o el punto de vista desde el que nuestros niños actúan, nos ayudará a comprender muchas reacciones que desde nuestra perspectiva de adultos nos pueden parecer inadecuadas. Un ejemplo de empatía sería “Entiendo que quieras comer más chuches, ya has comido suficientes y no quiero que te pongas malito”.
  2. Validar la emoción que está empujando a nuestro hijo a actuar de una determinada manera, poniéndole nombre a lo que está sintiendo y quizá no esté sabiendo identificar, ayudará al niño en su desarrollo emocional y será una magnífica base desde la que aprender a manejar y gestionar sus emociones. Un ejemplo de validar serías “Veo que te ha enfadado mucho lo que te ha pasado en el cole, ¿quieres que hablemos de ello?”
  3. Contener las reacciones desmesuradas en las que el niño pueda dañarse, dándole alternativas desde la protección y la preocupación para expresarse sin ponerse en peligro, es una manera de acompañar al niño en los momentos en los que necesita una ayuda para manejar sus emociones y sensaciones, favoreciendo un vínculo sano entre padres e hijos.  Para ello tendremos que mantener un contacto visual y corporal con el que ayudemos al niño a contenerse y a expresarse de manera calmada y controlada.
  4. Manejar los tiempos y nuestras propias emociones cuando tratamos con los niños es una manera de demostrarles respeto y permitirles desarrollar su autonomía. La falta de tiempo que gobierna nuestro día a día nos hace imponer nuestros ritmos  a los peques sin tener en cuenta sus necesidades. Pararnos a respirar y plantearnos si nos estamos poniendo nerviosos porque nuestro hijo se ata muy lento los zapatos, o si es porque nosotros no tenemos tiempo para permitirle automatizar la lazada, nos evitará manejarnos desde la rabia con el niño.
  5. Negociar y llegar a acuerdos comunes favorece el encuentro entre padres e hijos. Es una manera, además, de ofrecer a los pequeños un entrenamiento en empatizar, conectar con sus necesidades, generar alternativas y tolerar la frustración. Para ello nos ayudará tener claro qué aspectos de la educación estamos dispuestos a negociar y cuáles son nuestros límites, además de tener una actitud abierta y flexible a las propuestas de nuestros hijos.

 Al establecer límites desde estas posiciones apostaremos por una relación en la que el respeto entre padres e hijos o entre niños y adultos tendrá un origen sano y genuino y evitaremos inculcar una forma de respeto basada en el miedo.

Sara Ferro Martínez

Psicóloga y coach

Grupo Crece

Celos en los niños... tenemos un problema desde que nació el bebé

Ha nacido su hermanito y Jaime de 4 años tiene pelusa, no quiere que nadie mire al bebé, le quita sus cositas, quiere dormir en el cuarto de sus papás y volver a tener chupete. Está más "chinchoso" y se muestra más huraño. Jaime está teniendo celos, hasta hace poco era el centro de atención de todo su entorno y lo fue durante casi 4 años, de repente todo esto se ha acabado para él.

¿Y si mamá ahora no me quiere tanto? ¿Y si no me van a cuidar igual? Antes, todo el rato estaban conmigo, todo era para mí y ahora me dicen que tengo que compartir, pero qué es eso de compartir!!!!!!!!????????

Los celos forman parte de un proceso normal de adaptación a la nueva situación cuando nace un hermanito, no todos los niños lo experimentan y no todos lo experimentan de manera extrema.

Aunque nos parezca que sentir celos es destructivo e intentamos eliminar ese sentimiento de los niños o de nosotros mismos siendo adultos, los celos tienen un componente adaptativo muy importante, han posibilitado nuestra superviviencia, pro ello la selección natural los ha mantenido presentes en nuestro universo emocional.

Los celos están muy conectados con nuestra necesidad de apego y vínculo. el ser humano necesita vincularse par asentirse seguro, nacemos desprotegidos, con todo por aprender y muy vulnerables, necesitamos el contacto continuo con un adulto que nos alimente, nos consuele, nos estimule, nos proteja de los peligros... si aparece otro bebé la atención se divide y las posibilidades de superviviencia en un entorno hostil son mucho más bajas. Los celos son una lucha por la atención.

Una clave para prevenir y manejar los celos es fomentar un vínculo seguro con los hijos, no excesivamente dependiente. cuando el apego es dependiente (niños muy mimados o sobreprotegidos) o ambivalente (poca atención o atención excesiva para compensar la poca atención previa), el niño no establece un apego seguro en el que sabe que no le pasará nada y que le quieren aunque no estén a su lado o prestándole atención. Un niño con más celos quizá es un niño más inmaduro y más inseguro y debemos revisar el tipo de apego que le hemos ofrecido como adultos, par ir dosificando progresivamente la retirada de atención y empatizar con los celos del niño ya que detrás de los celos hay miedo y sufrimiento.

También iremos de una manera progresiva facilitando la relación del niño con el nuevo hermanito para ir inhibiendo la rabia que aparece como mecanismo de defensa, como solución a los celos. Esto lo cosnseguiremos fomentando la complicidad con "el príncipe destronado" al tiempo que favorecemos que éste empatice con el bebé: "¡¡¡Qué fastidio!!! el bebé vuelve a llorar Jaime, no me deja dormir ningún día, no como tú que ahora duermes de un tirón y ayudas a que mamá descanse" (mientras le damos un gran beso). "tú cuando eras pequeñito también llorabas, ¿sabes? igual que el hermanito, ¿me ayudas a mecerle?

Poco a poco, y siendo muy consistentes con estas estrategias, todo se irá normalizando en la medida en que el niño vaya construyendo una mayor autonomía y ese vínculo seguro, sintiendo que los demás están ahí para él aunque no estén siempre ofreciéndole atención.

Raquel López Vergara

Psicóloga y coach

Grupo crece